Vino con burbuja

Por: Alberto Cagigas
Castilla y León tiene en venta una treintena de bodegas.
Castilla y León tiene en venta una treintena de bodegas.

No, no estamos hablando del emergente espumoso elaborado en Castilla y León, y que gracias a ese gran comercial llamado Artur Mas está ganando cuota de mercado en España, sino de la burbuja que está a punto de estallar en el pujante sector vinícola por la sobrecapacidad productiva y las millonarias inversiones difíciles de amortizar.

Según los expertos, en España hay más de 100 bodegas en venta, de las que una treintena corresponde a Castilla y León. Era un secreto a voces que este sector también sufre una inflación en su oferta tras la llegada, en la época del boom económico español, de mucho advenedizo. Empresarios ajenos a este mundo decidieron destinar ingentes recursos a la compra de viñedos y a la construcción de las nuevas catedrales vitivinícolas en plena vorágine consumista en nuestro país. Pero con el cambio del ciclo económico, ahora no saben qué hacer con sus barricas en un negocio que, no nos olvidemos, es de larga maduración, porque pasan muchos años desde que se plantan las vides hasta que se consigue consolidar una marca en este saturado mercado. Con otro condicionante: la naturaleza y la climatología, que son muy caprichosas, ya que una cosa es fabricar piezas o levantar paredes y otra optimizar la producción de los viñedos.

Diversificar

Constructores con deseos de introducirse en una actividad con más glamour e industriales con ganas de sorprender a sus clientes centroeuropeos (no es lo mismo enseñar a un alemán una fábrica con robots que una bucólica finca con esplendorosas vides) decidieron diversificar sus negocios con una bodega, en una región como la nuestra que tiene la fortuna de contar con una de las denominaciones de origen más famosa del mundo: la Ribera del Duero. Tampoco fueron ajenos a esta moda actores y futbolistas de diferente pelaje. Como consecuencia de ese fenómeno, aquella pequeña zona vinícola constituida en la pasada década de los 80 por un grupúsculo de bodegueros ha pasado hoy a tener más de 200 bodegas. Cualquiera que viaje en coche por la N-122 puede apreciar que en los últimos años las naves de crianza han proliferado como setas, distribuidas entre el bello paisaje bañado por el mítico río.

Como toda burbuja, tuvo un efecto pernicioso sobre el sector pues se disparó el precio de los pagos con viñedo y el de la materia prima, es decir, la uva, lo que provocó que esos vinos con fama de ser caros tuvieran que aumentar aún más su precio, para desconsuelo de los bolsillos domésticos; confundió al consumidor ante la multiplicación de etiquetas, algunas de las cuales ya no mantenían la calidad homogénea de la que antes presumía este enclave; e instaló una sobrecapacidad productiva, que resultó mortífera cuando estalló la crisis.

Mercados exteriores

La salida natural de ese excedente son los mercados exteriores, pero para ello se necesita ejecutar una eficaz gestión durante mucho tiempo para consolidar una marca en una plaza muy competitiva por el empuje de los vinos de los países emergentes. Para muchos neobodegueros, esa apuesta llega tarde ante la urgente necesidad de generar ingresos para reducir sus cargas financieras. Ante la gravedad de la situación, algunos han decidido poner en venta su bodega a precio de saldo y otros socios han rechazado acudir a sucesivas ampliaciones de capital para mantener en pie el tinglado vinícola. Al final de este proceso, como en todas las reconversiones, el sector quedará más saneado al permanecer sólo los que realmente saben llevar las riendas de este apasionante y complejo negocio.

Recuerdo que en pleno auge de nuestra economía, allá por 2006, le pregunté a uno de los industriales agroalimentarios más poderosos de Castilla y León cómo es que no contaba con una bodega, tal como habían hecho algunos de sus colegas, y me contestó: “con lo que me gusta disfrutar del buen vino, no podría tener una bodega propia para acabar bebiendo sólo mis botellas”. Analizadas con perspectiva, qué sensatas y sabias palabras.

2 comentarios

  1. Magnífica reflexión Alberto. El problema una vez más es que el mercado y sus protagonistas son soberanos, y parece ser que nadie puede “prohibir” a nadie entrar en un sector si pone los dineros por delante….aunque con ello estemos poniendo en riesgo el futuro de una zona con tantísimas posibilidades. Confiemos en que el resto de nuestras insignes zonas no tengan que remojar sus barbas…
    Isabel Clavero

    1. Hola Isabel:

      Por suerte, apenas quedan vestigios de las economías planificadas. Cada uno es muy libre de invertir donde le dé la gana, aunque a veces pierda dinero. Un abrazo.

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