Una visión (parcial) de China

Por: Alberto Cagigas
FOTOeditorial
El Bund de Shanghai, donde se ubican algunos de los rascacielos más famosos de China, como la Torre de la Perla Oriental y cuya zona moderna se ha levantado en apenas 20 años.

– Recuerdos de la infancia. Cuando era niño, mis únicas referencias sobre China eran la hucha con la forma de la cabeza de un chino que había en el colegio para hacer donativos dentro de las campañas del Domund; y la pegadiza canción de los Payasos de la Tele titulada Chinita de Amor. Ahora me pregunto si no les tendríamos que enviar desde España unas huchas con la figura de toreros para que nos las devuelvan llenas de yuans, porque en la actualidad son ellos quienes tienen liquidez, mientras que nuestras arcas están llenas de telearañas.

– Un poco de historia. China merece todos los respetos pues se trata de una civilización con más de 5.000 años, casi nada. Por centrarnos en los dos últimos siglos, los emperadores del gigante asiático se vieron obligados a abandonar su tradicional aislamiento por la presión de Gran Bretaña, quien provocó la Guerra del Opio para la apertura de ese mercado. Después se colaron otras potencias, como Francia, Alemania, Holanda y Japón, esta última conquistando su territorio en varias ocasiones y utilizando incluso como títere al último emperador de la Dinastía Qing. Hasta la llegada de Mao con la revolución comunista, China había sido humillada por todos los países con intereses en la zona, y eso deja un resquemor y ganas de revancha en la conciencia colectiva del pueblo chino. ¿Tendrán ganas de ajustar las cuentas ahora que están a punto de convertirse en la mayor potencia económica del mundo? Que nadie espere clemencia de una población de casi 1.500 millones de habitantes que llegó incluso a sufrir espeluznantes episodios de genocidio (ahí tienen la maravillosa película Ciudad de vida y muerte, del director chino Lu Chuan, para mí uno de los mejores filmes bélicos de todos los tiempos). Los chinos siempre han tenido un gran concepto de sí mismos, como lo demuestra su expresión “Todo bajo el cielo”, para designar su antiguo imperio. Otro pueblo a miles de kilómetros decía que en su territorio “nunca se pone el sol”. Nosotros estamos en el anochecer de la crisis y ellos vislumbran un nuevo amanecer en la esfera internacional.

– El eje del mundo se ha movido. Si observan un mapamundi, siempre aparece en el centro el Océano Atlántico con América a la izquierda y Europa a la derecha. Esa visión etnocentrista está totalmente trasnochada. Ahora el centro es el Océano Pacífico, con América a la derecha y Asia a la izquierda. Es así porque el acrónimo conocido como Chindia engloba a más de un tercio de la población mundial, en unas economías muy dinámicas con crecimientos impensables en las sociedades maduras. ¿Permitirá EE UU que China se convierta en la máxima potencia económica del mundo sin hacer nada? Ya veremos, pero coincido con Paco Forjas, corresponsal de RNE en Pekín, en que ningún imperio ha cedido su hegemonía sin que haya una guerra de por medio.

– Sus retos. Si en España, que somos cuatro gatos mal avenidos, es complicado gestionar el país, imagínense un Estado con casi 1.500 millones de habitantes, de los que sólo el 9% tiene más de 65 años, donde conviven múltiples etnias y religiones. Debido a su rápido crecimiento económico, China debe resolver, y no muy tarde, problemas como la contaminación, la libertad de expresión (imposible conectarse a Facebook o Twitter o Prensa amordazada), el respeto a los Derechos Humanos, la modernización de su agricultura, el paso de una competitividad basada en los costes a otra con productos de mayor valor añadido, los conflictos territoriales, la corrupción, la desigualdad social, el masivo éxodo rural a las urbes, la seguridad laboral, la calidad de vida de sus 800 millones de campesinos, la superpoblación y el control de la natalidad, la burbuja inmobiliaria en las grandes ciudades, el gran consumo de materias primas o su papel en la política internacional.

– La desigualdad social. Para un occidental, tal vez lo más llamativo de la actual sociedad china es la profunda desigualdad social entre quienes aprovecharon la llegada del capitalismo hace más de un cuarto de siglo y los que se han quedado al gen de este proceso. Por ejemplo, en la bahía de Aberdeen, al sur de la isla de Hong Kong -que es la ciudad del mundo con más Rolls Royce per cápita y la que posee el metro cuadrado más caro del planeta-, los humildes pescadores viven sobre el agua en pequeños y destartalados barcos adaptados como viviendas junto a un puerto deportivo con yates valorados en más de doce millones de euros, entre ellos el del popular -y pésimo- actor Jackie Chan. Y esas diferencias son una bomba de relojería, como muy bien advierte el economista Stiglitz en su último libro El precio de la desigualdad. Aunque en su obra analiza las consecuencias de la crisis en EE UU, sus conclusiones se pueden aplicar perfectamente al gigante asiático. La falta de un reparto más equitativo de la riqueza conduce a los extremismos, los populismos y las revueltas sociales. Y China no se puede permitir que se repitan periódicamente episodios como los de Tiananmen.

– El ejército. El ejército chino es el mayor del mundo al contar con 3,5 millones de soldados y otros 1,2 millones en la reserva, por lo tanto hay que tenerlo en cuenta en el devenir del país. Y no todos los mandos aprueban la fiebre capitalista que invade el país ni las luchas de poder dentro del Partido Comunista de China, y cuyo penúltimo capítulo ha sido la condena a pena capital de la mujer de un ex alto dirigente por la muerte de un empresario británico. Muchos ven detrás de este suceso las disputas entre las corrientes conservadores y aperturistas de un partido que cuenta con más de 78 millones de afiliados. La población civil también critica el nepotismo consolidado ya que estos militantes tienen más facilidades para ser funcionarios y acceder a cargos en empresas públicas, algo que no ocurre con los miembros del ejército. Las dinastías imperiales han sido sustituidas por la aristocracia del partido.

– En busca de un modelo propio. Sintiéndolo mucho, he de decir que las democracias liberales con un sistema capitalista han dejado de ser el modelo a imitar. Ante la caída del comunismo en la URSS, de la que China ya se había distanciado desde hace muchos años cuando los rusos empezaron a criticar abiertamente a Stalin, parecía inevitable la hegemonía de Occidente, hasta que llegó esta brutal crisis. Los chinos, viendo la recesión y las altas tasas de paro de Europa y EE UU, no admiten que nadie les dé lecciones. Y en esas andan, buscando un modelo nuevo, que de momento se basa en una economía de libre mercado implantada en una dictadura comunista. Ahora están centrados en que la maquinaria económica funcione a pleno rendimiento y han dejado aparcados los debates ideológicos, porque como dijo Deng Xiaoping, “no importa el color del gato, sino que cace ratones”. Y vaya que si están cazando ratones.

 

Inconfundible ‘skyline’ nocturno de Hong Kong, donde el precio del metro cuadrado de las viviendas es el más caro del mundo.

– Vigor. Si uno viaja por las principales ciudades de China, como Pekín, Hong Kong o Shanghai, observa unas urbes llenas de vigor, vitalidad y dinamismo, en contraposición con el decadente sur de Europa. Allí no hay ni un sólo local comercial vacío o con el cartel de Se vende, las tiendas están atestadas de gente, las obras públicas son incontables, se acometen faraónicos proyectos de rascacielos porque la venta de apartamentos y oficinas está casi garantizada y hay numerosos McDonald’s 24 horas porque son ciudades que nunca duermen. Calles con fiebre consumista donde hay negocios de todo tipo, en contraposición con las agónicas zonas comerciales de nuestro país.

– Contradicciones de un comunismo capitalista. Llama la atención que en un país comunista exista una mínima protección de los trabajadores. Los accidentes laborales están a la orden del día, como avalan los cientos de muertos en las minas cada año. Esta dejadez se refleja en la protección que llevan casi todos los trabajadores de la construcción: un sombrero de mimbre de origen campesino sobre sus cabezas. Por no hablar de los barracones donde viven las plantillas ubicados en medio de las grandes obras y fábricas, en un sistema que recuerda al de la esclavitud: se levantan, trabajan, comen y duermen en el mismo lugar.

– Corto y largo plazo. La sociedad china conjuga una visión a largo plazo como país con la actitud cortoplacista de sus ciudadanos. Una nación con más de 5.000 años de historia se toma las cosas con calma, tal como reflejó Mao, que al ser preguntado sobre qué opinaba de la Revolución Francesa, dijo: “es demasiado pronto para decirlo”. Por contra, sus habitantes se han vuelto frenéticos para aprovechar las oportunidades del capitalismo, porque no saben si volverán a tener otra ocasión como ésta o si sus gobernantes darán un nuevo golpe de timón a la política económica. Tienen prisa en hacer dinero porque desconfían del mañana. Por eso, el programa de reforma económica y apertura al exterior lanzado por Deng Xiaopin en 1978 desencadenó el desarrollo económico más espectacular de la historia universal al afectar a una quinta parte de la humanidad y ejecutarse en un tiempo récord.

– Individualismo. En China se tiene la percepción en que cada uno va a lo suyo y que no les importa las consecuencias con tal de conseguir un objetivo. Debido a esa mentalidad, se registran escándalos en el ámbito empresarial, como la excesiva contaminación de sus entornos o los envenenamientos causados en la industria agroalimentaria. El escritor de viajes Paul Theroux asegura en su imprescindible libro En el gallo de hierro que esa forma de actuar tal vez se deba a los efectos causados por la Revolución Cultural en una generación de chinos: “los privaron de todo. No tuvieron infancia, educación, familia, formación ni felicidad. Ahora están enfadados con todo el mundo y se sienten estafados”.

– Una nueva muralla. Gracias a la implantación del capitalismo, las grandes multinacionales, sobre todo norteamericanas, se implantaron con rapidez en China en los años 80 y 90 para abordar un mercado de gigantescas dimensiones. Pronto se dieron cuenta de que la tarea no iba a ser sencilla pues enseguida surgía una competencia local en todos los sectores. “Construiremos una nueva Gran Muralla con nuestras marcas”, dijeron los empresarios chinos, quienes con sus precios bajos sacaron del mercado a numerosas compañías extranjeras.

– Tecnología. Hasta ahora, China se ha centrado en los precios bajos para atender su vasta demanda interna e inundar los mercados exteriores, pero en breve apostará por ofrecer productos más tecnológicos basados en la I+D+i. No debemos obviar el potencial innovador de un país que en los próximos cinco años lanzará más de cien cohetes al espacio y que en 2011 realizó más lanzamientos de satélites que EE UU. La innovación está en su ADN pues cuentan con una larga historia de inventos, como el reloj mecánico, el arado de hierro, la ballesta, el paraguas, el sismógrafo, la porcelana, la imprenta, el puente colgante, la pólvora y hasta los naipes y el whisky.

– Como otra UE. Todos conocen que la economía china ha crecido en los últimos años por encima del 9%, pero lo que muchos ignoran es que en las dos últimas décadas 400 millones de personas han salido de la pobreza. Es decir, se ha creado un nuevo mercado de similar dimensión a la población de la UE, con todo lo que significa en cuanto a oportunidades de negocio para cualquier sector. Además, los expertos apuntan que en 2020 la clase media china representará el 40% de la población total, es decir, alrededor de 600 millones de personas. Y este colectivo tiene nuevas necesidades. Por ejemplo, según el periodista económico Wu Xiaobo, “el área que está en construcción cada día en China equivale a la mitad del total de las nuevas construcciones que se llevan a cabo en un día en el resto del mundo”.

– Una generación de niños consentidos. Con la política de control de la natalidad que obliga a las familias chinas a tener sólo un vástago -salvo que dispongas de dinero y pagues una elevadísima multa de varios miles de euros según tu poder adquisitivo- está surgiendo una generación de hijos únicos muy consentidos, alejada del espíritu de sacrificio de sus padres. Es curioso que los únicos obesos que se ven en las atestadas calles de las ciudades sean niños. ¿Mantendrá esa generación el tesón y el esfuerzo de sus progenitores?

– ¿Dónde hay oportunidades de negocio? Si nos centramos en Castilla y León, uno sólo puede ir a China con mucha tecnología en sectores intensivos en I+D+i (automoción, aeronáutica, farmacéutica, sanidad animal, biotecnología); o con productos dirigidos a un mercado de alto poder adquisitivo (industria agroalimentaria) para atender los caprichos de los numerosos millonarios; o con una oferta única en el mundo, como es el caso del turismo basado en el patrimonio y la cultura. El resto, mejor ni intentarlo.

– Y el gigante se despertó. Napoleón, hace ya dos siglos, advirtió: “¿China?, ahí yace un gigante dormido. Déjenlo dormir, para cuando despierte, moverá el mundo”. Ahora estamos siendo testigos directos del despertar de un pueblo cuya complejidad queda reflejada en su idioma, pues el chino mandarín moderno consta de más de 10.000 caracteres. Ni el sinólogo más avezado puede adivinar el devenir de este apasionante e histórico proceso, que tendrá sus luces y sus sombras, porque como dice un proverbio chino, “la caña de azúcar nunca es dulce por los dos extremos”.

Artículo de opinión publicado por Alberto Cagigas en el número de octubre de la revista Castilla y León Económica

4 comentarios

  1. Enhorabuena Alberto por el artículo. Me ha gustado mucho el enfoque y he aprendido algunas cosas que desconocía de este “gigante”

  2. Esta si que es manera de formar, informar, e ilustrar, sin tener que leer un titular llamativo a alarmista me lo he leído dos veces, agradecido estoy por todo ello.
    Estas son las noticias que día a día tenían que oír las personas en los medios de comunicación, que no ofenden a nadie, pero pueden despertar a las personas “ignorantes” por un lado y a los que tiene la obligación de buscar soluciones para todos, por otro.
    Esto es hacer PERIODISMO.

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