La producción y comercialización de células madre para uso clínico a partir de la médula ósea del propio paciente es la apuesta de Citospin, una nueva empresa de base tecnológica creada al amparo de la Universidad de Valladolid (UVA) y que nace como resultado de la colaboración de los catedráticos de Fisiología Ana Sánchez y Javier García-Sancho con unidades clínicas de todo el país. La medicina regenerativa en la que trabajan estos dos emprendedores se centra en las denominadas células mesenquimales, unidades adultas con efecto paracrino y un enorme potencial que provienen de un linaje primitivo que da lugar a tejidos tan importantes como el músculo, el hueso, el cartílago o los vasos.
Con ellas se ha tratado ya a pacientes de infarto agudo y a ocho personas con enfermedad isquémica crónica, es decir, aquellas que sufrieron un infarto hace tiempo y que, a pesar de haberse sometido a un cateterismo para revascularizar la zona infartada, tienen una zona del corazón dañada y paralizada de forma irreversible. No obstante, Citospin pretende realizar varios ensayos clínicos que pongan de manifiesto la multipotencia de estas células para tratar la insuficiencia del disco intervertebral, un mal degenerativo que provoca dolor lumbar. “En todos los casos en que el disco intervertebral degenera y se deshidrata se produce un aplastamiento, se lesionan los nervios que salen entre una vértebra y otra y se produce un dolor lumbar y, a la larga, también una hernia de disco”, explica Ana Sánchez.
La técnica, que ya llevan a cabo estos dos investigadores del Instituto de Biología y Genética Molecular (IBGM) de Valladolid conjuntamente con la Clínica Teknon de Barcelona, se ha ensayado con 25 pacientes aunque podría beneficiar en el futuro a las miles de personas que sufren estas dolencias. “Todos los pacientes han evolucionado muy bien; es un proyecto de regeneración que parece muy prometedor y ya estamos preparando una publicación sobre ello”, indica Sánchez, quien señala el carácter “pionero” de esta iniciativa no sólo en España sino también en el resto del mundo.
Así, a diferencia de otros ensayos como el europeo Eurodisc que se lidera en Alemania, el tratamiento de la compañía vallisoletana no requiere una operación quirúrgica para extraer el disco sino que es más simple, ya que únicamente conlleva una extracción de médula ósea y una posterior inyección intradiscal.
Siete años de investigación
Aunque el laboratorio de estos dos catedráticos trabaja también con células del limbo corneal y con cultivos de piel para cerrar las úlceras del pie diabético, el uso de unidades mesenquimales para regeneración de disco intervertebral es el “pistoletazo de salida” de esta innovadora empresa, que operará en breve desde el Parque Científico de la UVA. Los promotores de Citospin, que producirán y comercializarán sus tratamientos bajo el nombre MSV (Células Mesenquimales de Valladolid), comenzaron a forjar el proyecto en 2003, año en que la normativa europea elevó las células madre a rango de medicamento para uso clínico.
Poco después, con la ayuda de la Confederación de Cajas de Ahorro de Castilla y León, estos profesores responsables de Unidad de Terapia Celular del IBGM consiguieron que se construyera una Sala Blanca y la implantación de un sistema de calidad farmacéutico para poder proveer de células madre los ensayos que se pusieron en marcha en varias áreas clínicas. Actualmente cuentan ya con un protocolo de calidad farmacéutica en una instalación de ambiente controlado autorizada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios y su idea de ingeniería tisular ha sido premiada por ‘Campus Emprende’ de la Junta en la categoría Proyecto Empresarial.
Ahora, después de años en los que ha habido que salvar procesos administrativos y regulaciones legales, el obstáculo principal es el elevado coste de la producción celular pues sólo una Sala Blanca como la del IBGM supera los 300.000 euros y el protocolo más sencillo alcanza cifras de miles de euros. “Una unidad como la que yo dirijo va a liberar cada día uno o dos medicamentos para uno o dos pacientes, son tratamientos personales, exclusivos y específicos para cada persona, no se pueden manipular a la vez para que no haya contaminación cruzada, o sea que son dos liberaciones independientes”, recalca Sánchez.
Los muestreos y las pruebas de calidad que tiene que hacer Citospin son, de hecho, los mismos que haría una empresa farmacéutica cualquiera para liberar en un día cajas con 2000 inyectables. “Para que este tratamiento pueda pasar a una medicina pública tendrían que cambiar muchas cosas, aunque si la terapia es realmente eficaz y evita bajas laborales y dolor, se hace rentable enseguida”, concluye la catedrática e impulsora de la firma.
Europa Press
Entiendo, una terápia que cuesta decenas de miles de euros por paciente cuya utilidad clinica no está demostrada, y una unidad que cuesta mantener más de un cuarto de millon de euros al año ¿Y quién dices que pone la pasta para que esta empresa sea rentable? Ah, ya se!! La sanidad publica… o sea yo con mis impuestos.