Decía Abraham García, ese excelente escritor metido entre pucheros, que El cuaderno gris de Josep Pla había que leerlo de rodillas, venerándolo ante la calidad de su prosa. Animado por semejante consejo, no dudé en comprarme esta vasta obra, en la que por sorpresa me encontré con la más certera descripción sobre el capitalismo que he leído hasta ahora.
Debo confesarles que desde que estalló la crisis ha aumentado en mi biblioteca el volumen de libros sobre economía, desde los famosos ninjas hasta los Premios Nobel más críticos con las medidas adoptadas tanto en EE UU como en Europa, con Paul Krugman y Joseph Stiglitz a la cabeza. Horas de apasionada lectura para intentar entender las claves del desastre, aunque muchas veces los sesudos textos aplican el aforismo de Nietzsche: “enturbia el agua para que parezca profunda”. Es decir, que al terminar el volumen uno se queda con las mismas dudas que al principio, por no decir que aumentadas.
Lenguaje hermético
Este lenguaje hermético de algunos falsos gurús ya ha sido denunciado por prestigiosos expertos con vocación didáctica, como el propio Krugman, quien clasifica los escritos sobre esta compleja materia en 3 estilos: griego, que es el empleado por los profesores al utilizar “un lenguaje complicado para ocultar la vulgaridad de sus ideas”; sube y baja, que es la información publicada por una Prensa obsesionada en ofrecer los últimos datos sin entrar en detalle; y de aeropuerto, que son los libros que aspiran a convertirse en un best seller al ofrecer teorías con una visión optimista o catastrofista mediante “una lectura divertida, raramente bien informada y nunca seria”.
Como dijo algún sabio, la economía progresa de funeral en funeral y sus ideas a lo largo de la historia son hijas de su época y lugar, están inmersas en el mundo que interpretan, desde los escritos de los griegos hasta la actual avalancha editorial para tratar de entender la Gran Recesión que nos toca vivir, y sufrir. Lo malo, como denuncia Galbraith, es que la memoria “sobre los desastres financieros y sobre las causas que los originan no dura más de una generación, tras la cual se vuelven a cometer los mismos errores, aparentemente ocultados con nuevas técnicas”. Y tiene toda la razón, ya verán como de ésta no aprendemos.
Neoliberalismo
Tras la caída de la antigua URSS y el fin de la Guerra Fría, hemos visto cómo un salvaje capitalismo, impulsado por los neoliberales norteamericanos sin un rival de contrapeso en la escena internacional, está transformando el statuo quo del mundo que conocíamos durante las últimas 6 décadas sin saber cuál será el resultado final. El Estado se achica, la banca internacional mantiene sus prácticas suicidas, las multinacionales aumentan su poder, las clases medias se empobrecen, la diferencia entre pobres y ricos se incrementan y las coberturas sociales se recortan. A esta tendencia hay que añadir que el proyecto europeo se tambalea, el epicentro geoestratégico se traslada a Asia y una China con un sistema político ajeno a la democracia se perfila como la nueva superpotencia.
¿Qué mundo saldrá de estos movimientos telúricos? Una pregunta para reflexionar, ya que como apunta también Galbraith “las ideas económicas son, en gran medida, producto de la adversidad. Durante la guerra y la depresión, en su intento de racionalizar o, más raramente de afrontar la pobreza y las privaciones, los economistas se ven obligados y aun estimulados a pensar, mientras que en tiempos de prosperidad predomina entre ellos una agradable disposición a dejarse estar, bajo la euforia de su amor propio satisfecho”.
Y mientras buscamos desorientados, y tal vez asustados, un nueva doctrina adaptada a las actuales demandas de la sociedad, os recuerdo, por fin, las palabras de Josep Pla: “el capitalismo es irracional, caótico, incomprensible, desordenado, caprichoso, injusto, doloroso, triste, absurdo … exactamente como la naturaleza y la vida”. Pero también es apasionante, retador, dinámico, enérgico y emprendedor. Por eso mismo, es el sistema económico que mejor refleja y se adapta a nuestra contradictoria condición humana.