Úbeda y Baeza, bañadas por un mar de olivos

Declaradas Patrimonio de la Humanidad, hunden sus raíces en un pasado milenario pleno de histórica riqueza
Mar de olivos desde el mirador de Úbeda (Jaén)
Mar de olivos desde el mirador de Úbeda (Jaén).

La provincia de Jaén alberga 2 de las ciudades renacentistas más representativas de España, rodeadas además por un impresionante paraje natural con las sierras de Cazorla y Mágina y el Valle del Guadalquivir, que baña un mar de olivos, no en vano son 2 de las localidades con mayor producción mundial de aceite de oliva. Ésta es una de sus actividades económicas más importantes, la otra sin duda es el turismo, gracias a su imponente legado monumental, declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2003.

El pasado de ambas urbes, Úbeda y Baeza, separadas apenas por una decena de kilómetros, hunde sus raíces en la Edad del Cobre, por los restos arqueológicos que así lo atestiguan, pero también dejaron su impronta los cartagineses, griegos y romanos y, por supuesto, los árabes, cuya ocupación se mantuvo durante 5 siglos hasta su reconquista definitiva por Fernando III, el Santo, en 1233. Una anécdota, que explica el dicho irse por los cerros de Úbeda, está vinculada con las campañas de la reconquista, donde un capitán del ejército antes de entrar en batalla desapareció y volvió a la ciudad una vez tomada. El Rey Fernando III le preguntó entonces dónde había estado y el oficial respondió que por los cerros de Úbeda, en un ejemplo histórico de escaqueo.

Soberbio conjunto renacentista

Sin embargo, la época de mayor esplendor se produjo durante el siglo XVI, período al que pertenece su imponente conjunto renacentista. Para visitar estas joyas arquitectónicas, es preciso dedicar al menos una jornada a cada una de ellas. El casco histórico de Úbeda tiene mayor entidad, al tratarse de una localidad de mayor tamaño, donde uno se puede perder por sus recoletas calles adoquinadas asombrándose con las fachadas palaciegas y desembocar en la majestuosidad de la Plaza de Vázquez Molina, con la Sacra Capilla del Salvador de influencia plateresca -el mayor mausoleo civil construido en España- y el Palacio de las Cadenas, que es la sede del Ayuntamiento desde 1850, y la Real Colegiata de Santa María la Mayor de los Alcázares, iglesia principal de la ciudad.

También merece la pena el Museo Arqueológico, tanto por su interesante contenido, como por el singular edificio que lo alberga, una casa mudéjar. Muy recomendable una visita a la Sinagoga del Agua, descubierta por casualidad, y cuyo origen apunta a la Edad Media. Es única en España, al conservar su mikve -baño para el ritual judío de la purificiación- y la galería de mujeres, para que éstas pudieran asistir a las ceremonias de manera reservada. Cuando recorres sus distintas estancias, como su bodega, te haces una idea bastante fidedigna de la forma de vivir de sus fieles. Durante la visita, te explican cómo eran las vicisitudes de los judíos conversos que no abandonaron España cuando se les expulsó y todo el refranero que surgió en aquella época y que hoy permanece entre nuestros dichos, como por ejemplo: que te den morcilla, en alusión a obligar a comer este producto del cerdo para saber realmente si se habían convertido o no, ya que ellos tenían prohibido por religión ingerir porcino; o tirar de la manta, en referencia a las telas (de ahí lo de manta) que se colgaban en el interior de las iglesias, en las que constaban los nombres y apellidos de todos los conversos y que estaban a libre disposición del resto de ciudadanos, que podían consultarlas para así tenerlos controlados y poder espiar su comportamiento, con el ánimo de descubrirlos en algún renuncio.

Artesanía local

Es muy reseñable la riqueza de la artesanía local, como por ejemplo la del esparto, pero sobre todo sus ceramistas. Por eso, es muy aconsejable visitar algunos de los talleres que conserva la ciudad, sobre todo la Alfarería Tito, casi un museo donde se mantiene viva la tradición de la elaboración de utensilios de barro como lo hacían los árabes, de ahí la terminación en color verde vidriado de muchas de sus piezas; pero también tienen muestras de otro tipo de cerámica, con acabados más modernos y formas diversas. Perderse por el precioso patio interior, que acoge el taller, y charlar con Juan Pablo Marínez y su padre es toda una experiencia.

La mayor parte de los hoteles están situados en edificios palaciegos, lo que les hace aún más atractivos. Tal es el caso de Hotel Palacio de Úbeda, con habitaciones de grandes dimensiones, algunas de ellas con el baño visto integrado en la misma estancia, con bañera y ducha de mármol. Las dependencias se sitúan alrededor de un patio interior reformado con columnas de mármol. A destacar su piscina en la azotea con un bar con vistas a los tejados de Úbeda, recomendable para tomar una copa al atardecer.

Para comer, el Asador de Santiago es una buena opción para los amantes de la carne por su gran selección de cortes, aunque también ofrece un excelente embutido de ibéricos y algún pescado a la brasa; y te puede sorprender con algún producto atípico en la zona, como las ostras Guillardeau.

Baeza, patrimonio concentrado

Baeza merece otra jornada, aunque como su dimensión es la mitad que Úbeda, el patrimonio histórico está más concentrado, como sucede con la plaza que alberga 2 de las joyas de la ciudad, como son el Palacio de Jabalquinto, con una preciosa fachada, decorada con profusión de puntas de diamante, clavos de piña, frondas, pináculos, mocábares y un arco conopial recorrido por esculturas que recogen el ciclo sexual de la mujer; y la Iglesia de Santa Cruz, del siglo XIII.

En la plaza de Santa María, uno se asombra con el Seminario de San Felipe Neri, con la Fuente de Santa María y sobre todo con la Catedral de la Natividad de Nuestra Señora, construida sobre otros templos como una mezquita del siglo XI o un templo gótico. Además de su imponente fachada, destaca su interior de estilo renacentista y su torre para tener una gran panorámica de la localidad. A escasos pasos, se encuentra la Plaza de los Leones con otros edificios del siglo XVI como la Casa del Pópulo, la Fuente de los Leones, la Puerta de Jaén, el Arco de Villalar, además de una antigua carnicería. No podemos perdernos el paseo por las Murallas para contemplar las vistas del olivar jienense, que tantas veces hizo el poeta Antonio Machado, que vivió en Baeza durante 7 años, triste por la reciente muerte de su joven esposa Leonor en la lejana Soria. Sin embargo, fue una de sus etapas más prolíficas. También se conserva el aula donde dio clases y su mesa que nos traslada a tiempos lejanos.

Edificios palaciegos

Como sucede en Úbeda, la mayor parte de los hoteles se sitúan en edificios palaciegos, como el Hotel Puerta de la Luna, escondido en el caso histórico y ubicado en un palacio del siglo XVI. Con categoría de 4 estrellas y 45 habitaciones, destaca por su proximidad a la catedral, cuya torre asoma por su patio interior que alberga una coqueta piscina rodeada de columnas. Las estancias precisan de una actualización, sobre todo sus baños, obsoletos. Para almorzar o cenar, casi al lado del hotel, destaca el Palacio de Gallego, otra mansión con un ajardinado patio interior, que se distingue por platos hechos a la brasa de la leña de olivo, como una excelsa Parrillada de verduras y frutas, Molleja de vaca vieja a la brasa y Tomate de la huerta, en temporada.

Luisa Alcalde

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