Nunca me ha gustado la metáfora, que tantas veces hemos escuchado en nuestras vidas, acerca de los trenes que pasan para no volver y cómo hay que aprovechar las oportunidades cuando aparecen, pues ya no regresan.
Cierto es, aprovechando el símil, que es más cómodo comprar un billete, esperar en la estación al convoy, con el destino aparentemente correcto, subirse al vagón que nos corresponda y dejar que nos lleve hasta la meta.
Pero parece que, si por lo que sea, llegas tarde a la hora de partida señalada o, al sacar el billete, el tren estaba completo, nada ya te hará llegar a ese destino que ansiabas o creías tener que ir. Y a mí, esa idea, no me gusta.
Yo, como imagino que todos vosotros, he perdido varios trenes (personales y profesionales) de ésos que en la estación final ponía Paraíso. Algunos de ellos se fueron para no volver y me dejaron en su momento tirado en el andén, con una fuerte sensación de soledad, frustración y tristeza. Nunca podré comprobar si el destino que señalaban era real o ficticio.
Más allá del ferrocarril
Otros de esos trenes que partieron sin poderme subir a ellos iban a lugares a los que creo firmemente que hay más maneras de llegar que solamente en ferrocarril.
Tengo la certeza (y quiero tenerla) de que, en cualquier momento, con algo de retraso, eso sí, puedo salir corriendo a por mi coche y, siendo yo quién conduzca, eligiendo la ruta adecuada, haciendo las paradas necesarias y marcando la velocidad que mejor me convenga, llegaré a ese punto final que tanto puedo ansiar. Y, si al llegar allí, lo ilusionado y la realidad son 2 escenas que nada se parecen, siempre podré llenar de nuevo el depósito de gasolina y regresar a donde quiera o seguir adelante.
Porque tendré mis propios recursos para hacerlo y no dependeré del horario de un nuevo tren a llegar, solo y triste en el apeadero. Y a ti, ¿te gusta conducir?
A mi también me gusta conducir aunque a veces vaya tan cómoda en mi vagón de tren. Gracias Felix, eres un sol.
Gracias por el comentario, anónima. Todos, a veces, vamos cómodos en nuestro vagón. Y gracias por el piropo, aunque si fuera un sol no tendría las sombras que tengo.
Aunque esta metáfora sea de sobra conocida por todos, me gusta como lo planteas, y sobre todo como enfocarlo de forma tan optimista. Y si, claro, me encanta conducir!. ¡Enhorabuena!
Gracias por el comentario, anónim@. Y ya sabes, si crees que perdiste algún tren que no debieras, ve a por tu coche y pon rumbo a ese destino.
Gracias por el post. No estoy de acuerdo en lo que planteas. Lo cómodo no es subirse al tren de la oportunidad que aparece. Lo cómodo es permanecer en tu zona de confort. Está claro que escoger entre la oportunidad o seguir tu camino hasta que las coordenadas sean óptimas, significa aventurarte y eso da miedo. También es cierto, que hay oportunidades que duran poco y que en muchos casos, dejarlas pasar, significa perderlas para siempre, aunque no te guste la idea.
Tampoco estoy de acuerdo en que en la estación final de una oportunidad ponga Paraíso de antemano, eso es algo que no depende del destino, sino de lo que tú trabajes para que así sea. No se trata de que te guste conducir o no, sino de que prefieras un camino u otro para hacerlo, por los motivos que sean, cobardía, falta de confianza, que las curvas te mareen, o simplemente que la ruta que has seguido hasta ahora te guste más.
Una vez leí, que las locuras que más se lamentan en la vida, son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad. Repondiendo a tu pregunta, me gusta mucho conducir, pero prefiero el camino que va por la costa, puede ser más largo y menos cómodo, pero ¡joe que vistas!
Gracias por tu comentario, Anónim@ nº 3. Y gracias por no estar de acuerdo, pues así me haces a mí reflexionar.
Sobre tu reflexión me gustaría quedarme con dos cosas y comentarlas.
La primera es sobre lo de que “las locuras que más se lamentan son las que no sea hicieron”. ¡Claro que es así! Y lo es porque, al no hacerse, en nuestra mente idealizamos cómo habrían salido. Puede que fuera mejor haberlas hecho y puede que no, pero eso nunca lo sabremos.
El segundo comentario que quería hacer a tu comentario (valga la redundancia) es que yo lo único que quería hacer ver, con mi metáfora, es que a veces pensamos que hemos perdido un tren y nos resignamos a ello y yo quiero creer que algunos trenes no se han ido para siempre (también es cierto lo que tú dices, que otros sí). Un ejemplo, admiro a las personas mayores que, por ejemplo, estudian una carrera universitaria cuando se supone que es para gente más joven y que ya pasó “su tren” para ello. En su momento, por sus circunstancias, no pudieron cursarla y, cuando la vida se lo ha permitido, van a por ello. Otro ejemplo, mi abuela hizo su primera obra de teatro con 76 años.
Con todo ello, de corazón, gracias por comentar y por discrepar, me haces crecer así.
Saludos.
Gracias por tu comentario a estas dos cosas. Saludos.
De que manera tan sencilla y tan buena Félix me has vuelto a recordar que al fin y al cabo somos nosotros los que tenemos las herramientas y nadie más. Gracias Félix.
Sara, ojala no tenga que recordártelo nunca más, sinónimo de que ya no lo olvidaste. Gracias a ti! Besos