El misterio comienza desde el primer momento en que se accede al Restaurante Enigma, el proyecto personal de Albert Adrià (hermano del genial Ferran Adrià –El Bulli-) porque para entrar al local son necesarias unas claves de acceso que hay que introducir en la puerta casi clandestina.
Y nada más traspasar el umbral te abduce el universo secreto de un espacio entre laberinto y tren de la bruja gris, plata y cristales traslúcidos que tan pronto recuerda un bar de hielo como una nave espacial. Toda la gama de grises desde el acero inoxidable del techo formado de un material flexible similar a una redecilla de colador pasando por el pavimento del suelo y el mobiliario hasta los uniformes asimétricos y arrugados del equipo de sala. Todo este minimalismo cromático para resaltar el colorido de los alimentos presentados siempre en una fina vajilla blanca.
Una puesta en escena que se completa con un paseo por 6 espacios diferentes donde disfrutar de una experiencia gastronómica compuesta de 35 platos degustados durante 3 horas y media.
Agua de lluvia de Chile
Para darte la bienvenida en este restaurante que acaba de conseguir su primera estrella Michelin, te ofrecen toallas húmedas y un vaso de agua de lluvia de Chile, para seguidamente pasar a tomar los primeros snacks en un espacio denominado Cava donde las camareras te sirven en cuclillas imitando a las geishas japonesas y donde además eliges el vino de su abultada carta.
Las frutas y los sabores frescos y ligeros son los protagonistas de las aguas y del picoteo inicial como en Jengibre crocante y agua de mandarina verde. Luego te conducen al Bar, donde el maestro coctelero te recibe poniéndote una gota de esencia de vermú en la mano para chupar directamente el líquido, como anticipo de los combinados y snacks que te va a preparar en directo para ti, como el Cóctel de melocotón sanguino y la Hoja grasa con granizado de granada, de fantástico contraste goloso y amargo.
El siguiente espacio es el comedor propiamente dicho donde se saborea la mayor parte del menú con platillos de factura aparentemente sencilla e intensa suculencia, y donde comienza el juego de las adivinanzas porque los alimentos no se revelan hasta el final, como en las 2 elaboraciones de caviar, la Sardina sobre base de crema de caballa, pistacho y amaranto, el Tomate con guacamole, wasabi y alga nori, las Setas con parmesano y la Navaja con jengibre ahumado.
Y en este punto se vuelve a cambiar de espacio, quizá el más apetecible, para ir a la Plancha, donde a modo de teppanyaki 2 cocineros brasileños te conquistan con el control exacto de los tiempos para lograr elaboraciones antológicas como los Blinis con caviar de salmón de Alaska sin pasteurizar y crema agria, el Calamar a la brasa ahumado con jengibre, con una textura untuosa que inunda el paladar, la Gamba roja con la cabeza ahumada y chafada que invade de sabor mineral las papilas gustativas, la Espardeña con Kalix y el Abalón al jerez, cultivado en Galicia. Regresamos a la mesa para comer una Bola de calabaza con una hormiga del Amazonas, Navaja ácida, limón y algas, Ortiguilla y anchoa, Pinchón con melocotón y Cerebro de conejo.
La última sorpresa
Los postres como Chocolate, avellana y pasión preceden al ultimo enigma, el antiguo 41 Grados, un espacio a modo de pub para finalizar tomando una copa y los petit foods como Huevo de dagrón.
