La deslocalización de la fábrica de la multinacional danesa Vestas ubicada en Villadangos del Páramo (León) se suma a otros capítulos similares acontecidos en los últimos años en nuestra comunidad autónoma, como la lechera francesa Lauki en Valladolid.
Cada caso es distinto, con el único denominador común de que los centros de decisión se encuentran fuera de España, por lo que es muy complicado convencer a sus propietarios de que mantengan la actividad de esas fábricas por la débil presión que pueden ejercer nuestros representantes políticos y la plantilla afectada.
En despachos ubicados a miles de kilómetros las frías decisiones obvian el drama que supone para cientos de familias el desmantelamiento de esas plantas. Además, sus propietarios diseñan sus estrategias sobre el gigantesco tablero de una economía globalizada, donde sólo se consideran aspectos como productividad, eficiencia, rentabilidad y proximidad a los principales mercados, entre otros.
Cada vez que se registra un episodio de estas características, se tiende a demonizar a las multinacionales en una región como Castilla y León donde 4 de sus 5 mayores empresas son corporaciones extranjeras (Renault, Iveco, Michelin y Nissan), con una facturación global de 15.750 millones y una plantilla cercana a los 30.500 empleados.
En un momento en el que existe mucha tensión por la dramática firmeza de Vestas, conviene resaltar que, al contrario de lo que piensa la mayor parte de la opinión pública de nuestra región, un elevado porcentaje de las fábricas de las multinacionales ubicadas en nuestra comunidad autónoma ha salido fortalecido tras la crisis por el acierto de la gestión de sus directivos españoles, la implicación de la plantilla y los apoyos de la administración.
Ahí tienen los casos de Renault España, que alcanzó récords de producción; los de Nissan e Iveco, que evitaron su cierre al adaptarse a nuevos productos; la farmacéutica GlaxoSmithKline, que captó producción de otros países; Michelin, cuyo volumen de fabricación en España es el mayor del grupo en el mundo después de EE UU; Philips, que dispara un 40% la facturación de sus plantas vallisoletanas; o Benteler, Kronospan y Ferroli en Burgos.
Sus mayores inversiones y ventas apenas tienen eco entre la ciudadanía, lo que perjudica la imagen de las multinacionales, que sí protagonizan las noticias en los procesos de reconversión.
Convencer a una multinacional de que paralice el cierre de una factoría es casi imposible, pero Castilla y León tiene experiencia de cómo afrontar estas situaciones, sobre todo en el sector de la automoción, donde los casos de Renault, Iveco y Nissan demuestran que cuando todas las partes reman en la misma dirección (ejecutivos, plantilla y gobernantes regionales y nacionales) puede evitarse el cese de actividad. Para ello, es importante tener previamente una relación fluida con los equipos directivos españoles al frente de esas fábricas y con la sede central de la multinacional con el fin de adelantarse a los acontecimientos. Y, por supuesto, disponer de mecanismos que adviertan sobre la progresiva caída de producción en una factoría con accionariado extranjero, para tomar medidas antes de que su consejo de administración, insisto a miles de kilómetros, decida fulminar la factoría.
También deben evitarse las posturas beligerantes y las pueriles amenazas, aunque te lo pida el cuerpo por algunas actitudes prepotentes de esas grandes corporaciones internacionales, porque de esa manera se consigue justo el efecto contrario: acelerar el desmantelamiento y asustar a potenciales inversores extranjeros.
Castilla y León posee muchas ventajas para atraer actividad de las multinacionales, como la paz social, la proximidad a Madrid, la disponibilidad de suelo industrial, la existencia de excelentes equipos ejecutivos (echen un vistazo a los ganadores de nuestros Premios al Mejor Directivo), el talento de sus 9 universidades, unos sindicatos moderados, la estabilidad institucional, la cercanía de la Administración y la cualificación de las plantillas, entre otras.
Gracias a ello, permanecen muchas más multinacionales de las que se han ido pese a la virulencia de la pasada crisis y la mayor competencia en una economía globalizada. Es justo destacarlo en estos momentos de zozobra.