Me gustaría aprovechar este espacio para hacer una trilogía que ayude a desmitificar 3 aspectos que me encuentro casi a diario en mi desempeño profesional y que, aun estando de acuerdo en su mayor parte, con los 3, me preocupa la rotundidad con la que algunas personas los están poniendo sobre la mesa. Una rotundidad con la que no estoy de acuerdo y que creo que no está haciendo el bien que debería si no la limitamos.
En una etapa de mi carrera profesional, tuve la suerte de trabajar con los mejores nadadores de Castilla y León, algunos de ellos los mejores de España y de los mejores de Europa. Una tarde, tras un entrenamiento, mientras esperaba a uno para potenciar sus habilidades mentales, la persona que en ese turno se encargaba de la seguridad de la piscina se acercó a mí y, muy amablemente, me dijo:
– Buenas tardes, tú eres el psicólogo de los nadadores, ¿verdad?
– Sí, ese soy yo -le respondí.
– Simplemente quería felicitarte y decirte que tu trabajo es el más importante de todos los que hacen estos chavales.
– Muchas gracias, pero creo que no es así, creo que lo más importante es que entrenen bien y se cuiden mucho. Sin eso, mi trabajo no serviría para nada.
– No, no -me rebatió él-. La parte mental, es, con mucha diferencia, la más importante de todas, porque si la mente se conciencia bien para conseguir algo, se acabará logrando. Yo he leído muchos libros sobre el poder de la mente y te puedo asegurar que si queremos algo de verdad y nos lo creemos firmemente, lo acabaremos alcanzando. Por eso tu trabajo es el más importante.
Yo en ese momento estaba flipando un poco -bueno, bastante, para qué engañarnos- y no me pude reprimir decirle lo que realmente pensaba (y pienso).
– La verdad es que no estoy de acuerdo contigo. Mira -le dije- por mucho que tú o yo nos creamos capaces de ganar una carrera nadando a estos chicos (había campeones de España, participantes en Juegos Olímpicos) y por mucho que nos entrenemos para ello (él mediría 165 cms y pesaría unos 80 kilos, yo parecido), no les vamos a ganar.
– ¡Eso no te lo crees ni tú! -me espetó con energía- ¡Si creyéramos firmemente que podemos ganarles y nos mentalizáramos de ello, les ganaríamos!
En ese momento me di cuenta de que era tontería seguir con esa conversación y dándole las gracias por valorar de esa manera mi trabajo, me dirigí a mi cita con el deportista que ya salía del vestuario.
Esta anécdota que yo viví hace tiempo, la veo alimentada de manera continua por diversos libros de autoayuda, películas o vídeos en Youtube que impulsan a ser lo que quieras ser, dinamizadores que te empujan a atravesar brasas, romper flechas o doblar barras metálicas -queriendo demostrar que si logras eso, puedes lograr cualquier cosa que te propongas- o grandes comunicadores que, elevados en una tarima y escondidos tras un micrófono, lanzan impactantes y alentadores mensajes de “¡puedes ser todo aquello que quieras ser, sólo has de proponértelo con firmeza!”.
Yo, sintiéndolo mucho, no creo en ello.
Así, volviendo a la introducción de la trilogía, ¿pienso que tenemos que ilusionarnos por alcanzar algo mejor, distinto o mayor de lo que tenemos? Sí. ¿Abogo porque nos marquemos objetivos ambiciosos, pautas de acción que nos dirijan a los mismos y nos esforcemos por cumplirlas y así ser mejores? Sí. ¿Soy un defensor del desarrollo personal? Los que me conocen saben que más que nadie.
Aclarado esto, creo firmemente que, por mucho que me lo proponga, yo jamás podré jugar en la NBA (a no ser que me toquen los euromillones, compre un equipo e imponga al entrenador que me ponga en la cancha), componer sinfonías como Beethoven o dibujar como Picasso. Y creo que hacer pensar a la gente que, si se lo creen, si se lo proponen de verdad y si se esfuerzan por ello, lo lograrán, es engañarles y hacerles mucho mal. Porque pocas cosas hay más dañinas para la autoestima de las personas que las expectativas personales no cumplidas.
Pienso que un sueño se debe sustentar desde un trabajo continuo y sobre él, poco a poco ir alcanzando metas que acerquen a ese sueño. Siempre habrán personas talentosas y tal vez de un performance muy alto y las personas no tengan ese talento para sobresalir pronto y perfilarse como genio pero sobre la persistencia se llega a un nivel admirable y lo básico es que tengan el don de ser seres humanos integrales.
Gracias RoRi por tu comentario. Tienes mucha razón en lo que comentas sobre el alcanzar metas poco a poco. Yo reafirmo mi creencia que en algunas circunstancias, ni tan siquiera así. Por ejemplo, si me mareo en un carrusel de niños, va a ser tremendamente complicado que logre ser Astronauta, por mucho que lo desee e intente.