Como todos los años, nuestros colegas del suplemento Actualidad Económica de El Mundo han publicado el listado de Los más ricos de España, donde aparecen casi 500 patrimonios con más de 100 millones de euros. De estos acaudalados, 15 pertenecen a Castilla y León (que por número de fortunas aparece en el décimo lugar, por detrás de Madrid, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Andalucía, País Vasco, Murcia, Aragón y Canarias), muy por debajo de lo que nos corresponde por el peso de nuestra economía en el conjunto del país.
Este dato tiene una sencilla explicación: muchos de nuestros millonarios han trasladado su domicilio social a otra comunidad autónoma, como Madrid, por la menor presión, tanto tributaria como de inspecciones de Hacienda. Les recuerdo que Castilla y León es la única región, junto a Cataluña, con saldos negativos en el traslado de sedes sociales de sus empresas durante todos los ejercicios del período 2015-24, con la pérdida de 612 compañías en estos 10 años.
En el listado, las fortunas castellanas y leonesas proceden de sectores como la educación privada, gestión de activos inmobiliarios, automoción, industria, energía y sobre todo agroalimentación, a la que pertenecen más de la mitad de esos ricos. Insisto, son todos los que están, pero no están todos los que son pues algunos han buscado en otros lares un mejor refugio para su capital.
Sobre la historia y el papel de los adinerados en Occidente se publicó el pasado año un interesante ensayo del historiador italiano Guido Alfani, quien recuerda que en la Edad Media se exigía a los ricos ser discretos pues la acumulación excesiva de bienes materiales se consideraba pecaminosa e incluso perjudicial para la sociedad, una creencia que sigue instalada en las sectarias neuronas de algunos de nuestros mediocres gobernantes, más centrados en aplicar medidas para universalizar la pobreza que en poner las bases para extender la riqueza. De hecho, comparten la tesis del pensador Nicolás Oresme, quien allá por el siglo XIV se mostraba partidario de expulsar a los ricos de las ciudades pues consideraba que los acaudalados podrían tener un excesivo poder “como dioses entre los hombres”, frase que sirve para el brillante título del libro de Alfani.
A lo largo de la historia, el origen de esas fortunas pasó de ser casi exclusivamente por herencia de los soberanos, aristócratas y nobles a surgir millonarios por el comercio, las conquistas o las finanzas; es decir, uno se convertía en potentado no sólo por pertenecer a un linaje, sino también por el éxito de sus negocios aunque procediera de un estrato social bajo, un fenómeno que se acrecentó tras la Primera Revolución Industrial. Un ejemplo en la España actual es que el hombre más rico empezó cosiendo batas y ahora posee un patrimonio de casi 119.000 millones de euros.
En Occidente la figura de los pudientes evolucionó de ser rechazados (eran pecadores cuya avaricia les abocaba al infierno) a ser aceptados al tener una utilidad social por destinar parte de sus recursos para beneficio público, sobre todo en épocas de grandes crisis provocadas por la peste o la guerra, y por dedicar un porcentaje de sus plusvalías a embellecer las ciudades mediante el mecenazgo (ahí tienen Florencia o Venecia).
Elon Musk
En la actualidad, ese debate se ha incrementado con la irrupción de los tecnoligarcas en EE UU, con figuras como Elon Musk, dueño de Tesla, la red social X y SpaceX, entre otras, con enorme influencia en la disruptriva política del presidente norteamericano, el también millonario Donald Trump, aplicada tanto en su país como en el ámbito internacional, dando lugar a un nuevo orden mundial.
Frente a los que recelan de la función de los ricos en las sociedades del siglo XXI, rememoro el poema La fábula de las abejas, publicado a principios del siglo XVIII por el filósofo Bernard de Mandeville, en el que describe una próspera colmena poblada de abejas motivadas por el lucro personal, donde se empieza a difundir la opinión de que deberían de adoptar un estilo de vida más austero y virtuoso. Como consecuencia de la nueva doctrina, se produce el colapso de la colmena, lo que lleva a Mandeville a concluir que “los vicios privados… pueden trocarse en beneficios públicos”. La moraleja de esta obra satírica llegó a influir en el pensamiento de Adam Smith, Jean-Jacques Rousseau, John Maynard Keynes o Ayn Rand.
Fábulas aparte, confío en que en el próximo listado de los más ricos de España tengamos una mayor representación de Castilla y León, porque eso significará que ofrecemos mejores condiciones para generar riqueza, somos tan competitivos como otros territorios y se habrán consolidado en nuestra tierra cualidades como el emprendimiento, la innovación, el liderazgo y el esfuerzo.