Una copa de vino representa mucho más que una bebida que nos proporciona deleite, mucho más. En esta acelerada vida, si uno observa con calma ese preciado líquido, podrá intuir el terruño, el paisaje bucólico, la climatología, el viñedo, la angustia del viticultor durante el crecimiento de un fruto tan delicado como la uva, la sabiduría del enólogo, la paciencia del bodeguero durante la crianza y, cómo no, el tiempo atrapado en esa botella, cuyo contenido antes de que llegue a tu paladar ha necesitado de meses, años e incluso décadas hasta alcanzar su esplendor.
Beber un buen vino es todo un ritual, que nos comunica con la tierra, nos concede brevemente el don de la inmortalidad, nos hermana con otros seres humanos volcados en su elaboración, nos traslada a antiguas civilizaciones desaparecidas que hace miles de años ya gozaron de ese privilegio y amplía nuestra capacidad sensorial. Nos convierte en efímeros dioses.
Un sector con sus propios códigos
El sector vinícola posee sus propios códigos, que van más allá de un plan de negocio. Paciencia, mucha paciencia en una actividad de larga maduración, en la que es necesaria inspiración, creatividad, tolerancia a la incertidumbre inherente a un producto que nos brinda una caprichosa naturaleza y sensibilidad para entender la parcela, el viñedo y las gentes del campo.
Quien no comprenda esos preceptos, fracasará, porque elaborar vino es un proceso más complejo que fabricar tornillos, levantar paredes o gestionar servicios; por eso conozco varios casos de exitosos empresarios que se diversificaron al mundo del vino seducidos por el encanto de ser dueños de una bodega, cosechando (valga la expresión) un rotundo fracaso.
Pujante sector con 33.000 empleos
En esa copa de vino que usted tiene en sus manos también se encuentra un pujante sector que en Castilla y León da trabajo a más de 33.000 personas, fija población en el mundo rural, convierte a zonas periféricas en áreas dinámicas que atraen cuantiosas inversiones, genera un negocio superior a los 1.800 millones, aporta más del 3% al PIB regional, enriquece unas tierras con una superficie de más de 80.000 hectáreas ubicadas en casi 600 municipios de nuestra comunidad autónoma e impulsa otras actividades, como el turismo, la gastronomía, la alta cocina (por ejemplo, los restaurantes de Abadía Retuerta, Pago de Carraovejas y Arzuaga Navarro poseen una estrella Michelin en apenas 30 kilómetros en lo que ya se empieza a conocer como la Milla de las Estrellas), la construcción con la edificación de bodegas, los servicios y la agroalimentación, porque para disfrutar en su plenitud de un vino nada mejor que acompañarlo de una vianda.
Y en esa copa de vino se encuentra nuestro mejor embajador, nuestra marca más internacional. Cuando uno viaja por el extranjero y te preguntan de dónde eres, la verdad es que casi nadie sabe ubicar Castilla y León, por no decir que ni les suena. Pero si les comentas que es la tierra donde se elaboran los vinos de Ribera de Duero, de Toro, de Rueda, etcétera, más de uno asiente con la cabeza, con una mirada que se ilumina si pronuncias referencias míticas como Vega Sicilia o Pingus.
Cuando beba una copa de vino, querido lector, sepa lo que representa ese armonioso líquido y, sobre todo, disfrute del privilegio de tener la sensación de que fugazmente poseemos el tiempo, la naturaleza y la memoria del hombre.
Más información en el número de enero de la revista Castilla y León Económica
Estimado Alberto:
¡Enhorabuena por este fantástico artículo sobre el vino y concretamente sobre los vinos de Castilla y León! Desde la cepa hasta la botella se produce un verdadero milagro, aunque no lo es porque como bien dice en este artículo, hay mucho trabajo invertido.
Y, aunque no soy experto, creo que este sector, arraigado como pocos a la tierra y a la tradición, tiene un futuro apasionante con muchas nuevas y extraordinarias iniciativas.
En Burgos tenemos Ribera y La Rioja al lado, que fue parte de nuestra provincia de Burgos.
Nos hubiese ido mucho mejor con Logroño y Santander, antigua Castilla La Vieja, que con este bodrio autonómico que nos ha tocado padecer.