Recientemente falleció a la edad de 99 años el leonés Cesáreo González Diez, fundador, entre otras instituciones y empresas, de la Fundación CEPA, cuyo fin es ayudar a las personas y familias más necesitadas, del Museo de la Emigración Leonesa o del Complejo Turístico Las Cabañas en Vegaquemada (León), de donde era originario este hombre de negocios, que como muchos españoles de aquella época en blanco y negro se tuvo que ganar el sustento emigrando a México. En el país azteca, se puso a trabajar junto a su tío Pablo Diez para incorporarse al Grupo Modelo, hasta consolidarlo como una de las cerveceras más grandes del mundo.
Según consta en su biografía oficial, González Diez se inició en las labores de almacén más básicas en la citada compañía hasta convertirse en consejero y accionista de numerosas firmas. Su altruismo y decidida filantropía le llevaron a impulsar la rehabilitación del rosetón central de la Catedral de León, la adquisición de un TAC cardíaco único en España para el Hospital de León, la financiación de proyectos benéficos, la construcción y equipamiento de centros sociales, salas de terapia o comedores sociales y la concesión de becas a estudiantes con escasos recursos para ampliar su formación en Reino Unido y EE UU. Su arrojo y espíritu emprendedor eran ilimitados, pues con 92 años constituyó Biovegamasa, empresa de pellets ubicada en Vegaquemada para generar riqueza y empleo en esta zona de la montaña leonesa.
Deriva populista
Por casualidades de la vida, poco antes de la citada defunción tuve la oportunidad de conocer a otro hispano-mexicano, también hijo de esos españoles de la diáspora que emigraron a Latinoamérica para huir de la hambruna y la falta de oportunidades. Este veterano empresario, cuyo nombre debo omitir pues la conversación fue privada, me contó que amaba España, aunque cada vez entendía menos la deriva populista de nuestro país, pues sabe por propia experiencia lo que ocurre cuando los gobernantes de un Estado aplican una política populachera, en una Hispanoamérica donde sobran ejemplos en su vasto territorio.
Mi interlocutor recordó que sin recursos, sin subvenciones, sin apoyos públicos consiguió levantar de la nada un holding en una tierra que le era ajena cuando llegó. A sus 91 años sigue llevando las riendas de su corporación, pese a que ya están integrados sus hijos en el negocio, y su mayor pasión es gestionar sus empresas, por lo que ya estaba deseando terminar las vacaciones en nuestro país para regresar a México.
Historias vitales
Estos indianos protagonizan unas historias vitales que servirían de guión para una gran serie de HBO o Netflix. Por ejemplo, mi contertuliano recordó que cuando era un chiquillo viajó a España para conocer a la familia de sus progenitores y lo que iba a ser una estancia de un mes se convirtió en un periplo de casi cuatro años al estallar la Segunda Guerra Mundial pues le fue imposible retornar en barco a su hogar en un Atlántico atestado de submarinos alemanes, que estaban hundiendo todo tipo de buques, incluso los de pasajeros.
Estos emigrantes españoles de finales del siglo XIX y principios del XX representan una estirpe a punto de extinguirse, que no entienden ni esta sociedad de cristal quejumbrosa ante cualquier adversidad ni a los jóvenes que confían más en Papá-Estado que en sus propias fuerzas, cuando ninguna generación ha tenido tantas facilidades. Por contra, ellos representan el ejemplo de hasta dónde puede llegar una persona con arrojo, fe ciega en su talento y enormes ganas de labrarse un futuro, sin lamentos ni excusas.
Mi admirado interlocutor hispano-mexicano, quien confesó que le duele España, me preguntó qué está pasando en nuestro país, que según un reciente informe está descendiendo puestos en el ranking mundial de libertad económica (ocupamos el número 28 de 165). Este estudio advierte que tenemos “un mercado empresarial y laboral asfixiado por un exceso normativo, burocrático y fiscal que se ha transformado en la gran barrera para quienes tratan de emprender o buscar trabajo para salir adelante por su propio pie, y no por la subvención dada por un gobernante”.
Como la respuesta era complicada y no quería abusar de su paciencia, le respondí, parafraseando al explorador Vilhjalmur Stefansson, que en España tenemos 2 tipos de problemas, los imaginarios y los reales y que de los 2, los imaginarios son los más reales.