Reflexiones apátridas

Por: Alberto Cagigas
Desierto de Kalahari en Namibia.
Desierto de Kalahari en Namibia.

No hay nada mejor que viajar para ampliar nuestra cultura. Aprovecho las vacaciones estivales para realizar este sano ejercicio para la mente. Primero, lecturas de libros de literatura o ensayos sobre el país que se va a visitar, luego escribir apuntes a vuelapluma durante el trayecto y después, una vez en casa, reflexionar sobre lo que uno ha visto. Cuanto más lejanas y más diferentes sean esas sociedades, mejor para ampliar nuestra limitada visión del mundo. Eso nos ayudará a afrontar con más templanza los desafíos, tanto de la vida como de la empresa.

Gracias a esos periplos uno aprende lecciones que no siempre están en los libros, como que una democracia no se puede improvisar de la noche a la mañana ya que termina desvirtuándose en otro tipo de régimen político (Rusia, Egipto); que tras décadas de contrastado fracaso el comunismo sólo puede sobrevivir en el Caribe ya que al menos las personas no se mueren de frío y siempre tienen a mano una caña para buscarse el sustento en el mar (Cuba); que existen países que atraen como imanes a los más talentosos del mundo porque estimulan la meritocracia y enaltecen a los mejores (EE UU); que las enfermedades modernas de Occidente (estrés, obesidad o infartos) no han llegado a los pastores de los bucólicos palmerales a orillas del Nilo; que existe más dignidad en la mirada de un muchacho Himba, quien debe de caminar decenas de kilómetros en la polvorienta Namibia para llenar cubos de agua, que en las acomodadas y aborregadas huestes de jóvenes de los países desarrollados; que no sólo es posible vivir en armonía con la naturaleza sin destruirla, sino que su conservación puede convertirse en la principal fuente de riqueza (Costa Rica); que el respeto por los mayores y la autoridad ennoblece a una sociedad (Japón); que, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, el sistema democrático tal vez no sirva para garantizar el desarrollo y la estabilidad de un país (China); que hay mercados capaces de generar millones de consumidores en pocos años gracias a la irrupción de una clase media antes inexistente (Brasil); que la violencia humana, sencillamente, no tiene límites (México); que un país puede vivir durante siglos de los réditos de un corto período de esplendor en las artes y en la filosofía pese a encontrarse actualmente casi en la miseria (Grecia); que el más bello castellano se habla, y tal vez se escriba, a miles de kilómetros de distancia de España (Colombia); que es vital para un país saber en qué actividad quiere ser líder para enfocar sus esfuerzos en esa meta, como Inglaterra que dejó  caer una parte de su industria o cerró sus deficitarias minas para consolidarse como una plaza financiera internacional; que las tres grandes religiones monoteístas siguen siendo una interminable fuente de conflictos y matanzas (Israel); que la barbarie puede perpetrarse incluso en los países más cultos y civilizados (Alemania); que las antiguas cuentas pendientes entre pueblos que ya parecían olvidadas estallan en baños de sangre en cuanto surge la mínima oportunidad (Bosnia-Herzegovina); que hay países tan elevados que un cielo prístino parece oprimir el espíritu de sus resignados habitantes (Bolivia); que del choque de 2 civilizaciones (aviso para navegantes) sólo sobrevivirá una ya que la perdedora será totalmente aniquilada (Perú); que un país es capaz de crear un sector de la nada y convertir un árido desierto en una de las capitales mundiales del turismo de lujo (Dubai); que es muy complicado terminar con la confrontación entre razas pues el cainismo anida en nuestra naturaleza (Sudáfrica); que un Estado fracasado también pervive en la próspera y admirada Europa (sur de Italia); que en algunos de los lugares más inhóspitos del planeta pueden constituirse las sociedades más igualitarias y desarrolladas (Países Nórdicos); que la duradera decadencia de un imperio va acompañada de ensañamientos (Turquía); que animales y hombres cohabitan con naturalidad en la inmundicia ajenos al omnipresente caos de ruido, hediondez punzante, enfermedades y urbes decadentes (La India); o que, ante una majestuosa naturaleza, certificas la inutilidad de las ambicionas humanas (Delta del Okavango).

Y es que hay cosas que, aunque las puedas leer en los libros, merece la pena verlas con tus propios ojos para que perduren en nuestra quebradiza memoria. ¿Te animas a compartir con nosotros alguna reflexión de un viaje?

2 comentarios

  1. Expléndido artículo, y totalmente de acuerdo contigo (aunque no sea políticamente correcto lo que dices) en que la democracia no se improvisa y precisa de una madurez en los pueblos y las gentes; la democracia, me temo, es el culmen de un largo camino en el desarrollo de los pueblos, que en Europa costó siglos y muchos conflictos.
    Y ojo, el sistema en sí mismo, no garantiza el bienestar y la paz; eso hay que lucharlo día a día.

    1. Hola Jesús: Totalmente de acuerdo, el bienestar y la paz no es un derecho natural, hay que pelearlo. Un abrazo.

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