¿Qué proyecto empresarial no ha pasado por momentos complicados? Cierto es que muchos de ellos se quedan en el camino cuando llega un punto crítico, pero muchos otros remontan el vuelo para resurgir cual Ave Fénix. Es el caso de Bodega Piedras de San Pedro, situada en Pesquera de Duero (Valladolid) y de origen familiar, cuyo alma mater, Javier Calvo, prosiguió junto con sus 2 hermanos, Ignacio y Juan Manuel, la herencia y el saber hacer de sus antepasados, pero sobre todo la ilusión por hacer grandes vinos.
En 1999 comienzan a elaborar y la buena aceptación de su producto les anima a crecer. Así, en 2003 construyen nuevas instalaciones, empiezan a elaborar de forma profesional e ingresan en la Denominación de Origen Ribera del Duero.
Profesionalización de la gestión
Pero llegó en esa primera etapa la crisis de 2008 y este hecho, unido a una tragedia familiar, con el fallecimiento de Juan Manuel, uno de los hermanos, situó a Piedras de San Pedro en una situación complicada. Javier pasó unos momentos difíciles, solo y con pocos recursos para sacar adelante la bodega, hasta que pudo incorporar un equipo que profesionalizó la gestión.
A partir de ahí la bodega da un giro radical: cambio de imagen, de etiquetas, de packaging, de estrategia comercial y de marketing. Se pone el foco y los recursos a disposición de los elementos clave para potenciar la calidad del vino, renovando todo el parque de barricas, y el proyecto inicia una fase de despegue, que queda constatada con la recuperación de la elaboración de Piedras de San Pedro, el vino top de la bodega, que se había dejado de elaborar años atrás por el alto coste que suponía su producción. 2018 fue la añada de su resurrección. Es su vino más importante, varietal de tempranillo que pasa 16 meses en barrica francesa “nueva de grano extrafino y tostado especial”, apunta Calvo. Las uvas con las que se elabora proceden de “nuestros viñedos viejos de más de 80 años, como los del Pago de Valderramiro”.
Mercados exteriores
El segundo vino de la bodega en importancia es Loculto Crianza, también tinto y elaborado a partir de viñedos de hasta medio siglo, con 14 meses de barrica francesa y americana; y Loculto 9 Selección, que tiene dos particularidades: la de ser envejecido en las barricas que deja el Piedras de San Pedro, de un sólo uso, algo inusual para tintos de esta categoría; y la de estar elaborado con uvas de cepas del Pago de Valdemadera, que están injertadas a mano de cepas del Pago de Valderramiro y en la bodega perciben “que empieza a dar las mismas características que las uvas de éste”. La producción total rondó las 100.000 botellas en la última campaña y se prevé un crecimiento del 10% en 2023.
2 constataciones del despegue de la bodega: en 2022 inició la exportación de sus vinos y ya está presente en EE UU, Suiza, Dinamarca y Finlandia; y después de años sin que ninguno de sus tintos se presentara a certamen alguno, en los últimos años los 3 vinos mencionados han obtenido diversos reconocimientos, con medallas de oro y plata en concursos internacionales como Mundus Vini, Bruselas o Zarcillo.
“Elaboramos vino porque es lo que sabemos hacer y porque es la mejor manera que tenemos de seguir pegados a la tierra, a la vida y a nuestra historia. Nuestro objetivo no es generar volumen, sino hacer marca, a través de la calidad. Sólo así llegaremos a un punto en el que estaremos preparados para acometer un proceso de crecimiento. Nuestras instalaciones están adaptadas para ello”, señala Calvo, quien apunta, como valor diferencial de su bodega, “el que trabajamos todo a mano como antaño. Elaboramos un vino humanizado desde el minuto uno que bien podría certificarse como ecológico por las prácticas que llevamos a cabo. Hacemos un vino que sabe a verdad”.
Más información en el número de mayo de la revista Castilla y León Económica