Dentro del marco de la UE, la industria de la automoción es el sector de más relevancia, representando el 7% del total del empleo industrial y con un volumen aproximado de 2,5 millones de trabajadores ligados a este sector.
Si aludimos a la producción del sector en Europa, existe un proceso claro de reestructuración de las capacidades industriales que va mucho más allá de la coyuntura de medidas de adaptación puntuales de capacidades al mercado.
En este caso, hablamos de decisiones estructurales de los fabricantes de vehículos directamente influidos en sus estrategias por unas previsiones de ventas que no se aproximarán a las cifras en Europa previas a la crisis (años 2004-2006) hasta, al menos, final de la actual década. Mientras, el centro de gravedad del peso de la demanda en el sector se va desplazando hacia países y economías emergentes, allí donde sí que se está invirtiendo en capacidades industriales.
Esta situación ha provocado reestructuraciones en fabricantes dentro de la UE. PSA, Ford, Fiat, Opel, Saab y General Motors han acometido durante los últimos 7 años este tipo de dolorosas estrategias de cierres de líneas y plantas europeas arrastrados por necesidad en la reducción de los costes de sus estructuras por los excesos de capacidades a las que vengo haciendo referencia.
Sobrecapacidad
Esta sobrecapacidad industrial se ha llegado a medir en un 20% del sector de la automoción europea, lo que evidencia un riesgo que sigue latente en nuestro marco comunitario y que nos debe mantener alerta y en constante colaboración con las multinacionales para adoptar medidas de reforzamiento de la competitividad de nuestras plantas.
Entre estas medidas se encuentran el fortalecimiento y mejora de la cadena de valor de este sector favoreciendo la inversión y modernización en las empresas ya instaladas y fomentando la llegada de nuevas empresas, siempre y cuando ese esfuerzo no conlleve la relocalización de las plantas de proveedores ya presentes en Castilla y León.
Exportaciones
Este exceso de capacidad debe ser compensado también por exportaciones a terceros mercados, economías emergentes capaces de importar producto europeo, si bien esta necesidad no se ve favorecida por las excesivas rigideces de un sistema, el europeo, rehén de una política económica que no beneficia las exportaciones de vehículos al cargar en el sistema productivo una serie de costes directos e indirectos (energía, tipo de cambio, sistema laborar poco flexible, …) que suponen una barrera a las exportaciones a terceros países.
El proceso de reestructuración de capacidades industriales de los grandes fabricantes ha tenido un inmediato efecto durante los últimos 7 años de crisis en los proveedores de primer rango, si bien éstos, de los cuales tenemos algunos ejemplos de liderazgo en Castilla y León, han sabido combinar las necesarias medidas de reestructuración con una diversificación de sus negocios y de sus mercados para posicionarse más y mejor dentro de un sector tan competitivo como el de la automoción.
Proveedores
Lamentablemente, los proveedores de rango 2 no tienen tanta capacidad como los anteriores para acometer estas políticas y estrategias y en algunos casos las tensiones de tesorería, la escasez de crédito y el ataque de la competencia ha terminado por provocar cierres en estas estructuras de segundo rango, algunas de las cuales han ocurrido en España y también en Castilla y León.
Volviendo al escenario europeo, este marco de alerta sobre exceso de capacidades se ha visto minorado desde el cuarto trimestre del año 2013 en la UE, cuyas ventas dentro del sector se beneficiaron de crecimientos del 6% mensuales y permitieron terminar el año 2013 con un tímida reducción del 1,7%.
Mejor ha sido si cabe la tendencia del primer cuarto de año 2014 en el mismo marco territorial (UE) que ha experimentado un incremento total en ventas del 8,4%, cifras que han dotado al sector europeo de la automoción, después de 7 años de dura crisis, de un poco más de optimismo en su inercia inversora.
El efecto ya presente de la ralentización de mercados como el italiano, el alemán y muy especialmente para nuestros intereses, el francés, nos hace ser muy prudentes en nuestro optimismo, pues no en vano les recuerdo que la mitad de nuestras exportaciones son de este sector, y el peso de las exportaciones a estos tres mercados se aproxima al 60% de nuestras exportaciones. En resumen, optimismo sí, pero vigilantes a la evolución europea y trabajando intensamente por hacer cada día más competitivas nuestras plantas.