Apenas hemos superado la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia, y ya estamos alarmados por el nuevo escenario marcado por el alza de la factura energética, la subida de las materias primas, los problemas de abastecimiento y logísticos, la falta de semicomponentes, la alta inflación drenadora de los ahorros domésticos, las constantes correcciones a la baja de las previsiones sobre el crecimiento de la economía española según todos los organismos independientes, la mayor presión fiscal a las empresas en el marco nacional, la amenaza de la denominada contrarreforma laboral, la inseguridad jurídica en el ámbito empresarial, el incremento de las cotizaciones sociales, el recrudecimiento de las inspecciones de la Agencia Tributaria o el desbocado déficit público.
Pero sin duda, lo más sorprendente es la dificultad de las empresas para cubrir los nuevos puestos de trabajo que se están creando en una economía en pleno despegue pese a que España registra el mayor porcentaje de paro juvenil de la UE al sobrepasar el 30%, casi el doble que nuestros vecinos comunitarios.
10% empleos vacantes sin cubrir
Alrededor del 10% de los puestos de trabajo vacantes se queda sin cubrir, sobre todo en sectores como logística y transporte, hostelería, construcción, agricultura y ganadería o nuevas tecnologías; y 8 de cada 10 compañías tienen problemas para encontrar empleados cualificados en un país con más de 3 millones de parados.
Detrás de esas cifras se esconden casos que he conocido de cerca en Castilla y León durante los últimos meses. El hostelero que no puede ampliar su restaurante porque no encuentra ni camareros ni ayudantes de cocina, el pequeño constructor que se ha puesto él mismo a trabajar a pie de obra para sacar adelante los proyectos por la falta de profesionales, el presidente de una multinacional salmantina desesperado porque es incapaz de incorporar a decenas de tecnólogos, el industrial cárnico con la fábrica a medio gas al no haber matarifes, la compañía de logística que tiene que fichar camioneros del extranjero, el empresario que proyecta poner en marcha con sus propios recursos un centro de formación para garantizarse una cantera de empleados cualificados o la angustia de los directores de las cooperativas agroalimentarias por los serios problemas para contratar a pastores, tractoristas, encargados de granjas de vacuno y porcino o esquiladores, en esa denominada España Vaciada sobre la que todo el mundo lanza proclamas para su repoblación, pero en la que nadie quiere ganarse el pan.
Y mientras que las empresas tienen serias dificultades para incrementar sus plantillas, lo que les resta competitividad, cerca del 25% de nuestros jóvenes ni estudian ni trabajan (los famosos ninis) y los servicios públicos de empleo casi nunca completan los miles de cursos convocados para la cualificación de personas desempleadas porque apenas se presentan alumnos.
Desajuste entre oferta y demanda
Al margen del desajuste entre la oferta formativa de nuestro sistema educativo y la demanda real del mercado laboral, lo que también provoca el problema de la sobrecualificación pues del total de los graduados superiores españoles que estaban trabajando en 2020, 1 de cada 3 lo hacía en puestos de inferior categoría, se está fomentando una generación de jóvenes donde el esfuerzo, el sacrificio y la meritocracia son valores a la baja al permitir que los estudiantes accedan al siguiente curso con suspensos; se les narcotiza con dádivas como el futuro bono cultural; o se les encarrila amansados hacia la Administración, tal como promueve la nueva línea estatal habilitada con los fondos europeos de recuperación que financia la incorporación de jóvenes a organismos públicos para realizar prácticas, que es como si mandas a los Boinas Verdes de entrenamiento a un parque de atracciones de Walt Disney, porque no tiene nada que ver el entorno laboral de los entes públicos con el de las pymes.
Con esta promoción de la holgazanería desde el Gobierno, no es de extrañar que uno de cada cuatro jóvenes españoles ni trabaje ni estudie, mientras que empresarios y autónomos se desesperan todos los días para encontrar trabajadores con el fin de abordar el crecimiento de su actividad y con cuyos impuestos se mantiene el Estado de Bienestar en el que se cobijan, qué paradoja, una recua de haraganes subsidiados.
Menuda cantidad de gilipolleces.
Si se pagaran sueldos dignos, otro gallo cantaría.
Pobrecitos negreros, digo empresarios.
Una vez más, Alberto, chapeau; lo malo es que a este diagnóstico, parece que nadie, de los que gobiernan, quiere ponerle solución.
Mal futuro tenemos.
El Problema es la precariedad, yo he pasado de Empresario a Empleado, y es terrorífico lo que se ve jornada de 12 a18 horas sin parar un sueldo mínimo las horas regaladas, ya que sino te vas, y el fondo es más terrorico el trato al plantearlo, personal que este trimestre levan casi 400 horas y sin pagarlas, en fin no solo es holgazanería
Buenisimo una realida palpable de nuestra sociedad. En la grandes urbes es parecido un monton de desempleados que no cogen los empleos que les parecen demasiado duros para su optica mental acostumbrada a no hacer nunca nada y a partir de cierta edad se les subvenciona con el minimo vital o otras subvenciones y no hay quien trabaje y ademas que no lo decis pero esto tambien encarece la mano de obra, seguro que hay empresarios que estan pagando un 10-15% mas de salario para encontrar a alguien que por fin coja el empleo. Estamos creando una generacion de vagos
Cierto que la formación no se corresponde con las necesidades del mercado laboral. Pero no lo veo como el único problema. Hay otro muy importante: el nivel de los salarios en España. Los jóvenes con una formación acorde con las necesidades del mercado (y ¡los hay!) se marchan a otros países europeos porque ganan un salario mucho más digno, además de recibir muchos otros incentivos, como puede ser la conciliación familiar. Si no rompemos el círculo vicioso de los precios a la baja, no se saldrá nunca: productos y servicios a precios muy baratos, producidos o generados por trabajadores mal pagados, que no se podrán permitirse comprar un producto más caro… y así en todo: el turismo, la hostelería, el vino, el aceite de oliva, muchos servicios en general.
Y seguramente cuando un trabajador mayor de 50 años presente candidatura a ese puesto, el empresario le rechazara porque es viejo.
Y si todos los que han comentado este editorial (6) tuvieran parte de razón… la realidad es habitualmente poliédrica, a diferencia de lo que nos vende la extrema derecha y la extrema izquierda parte de la culpa es del empresario rapaz, otra del trabajador vago y otra de los gobiernos subsidiadores. Con todo en la coctelera a lo mejor podemos empezar a trabajar una solución que no es nada fácil