Se quejan los empresarios de su histórica mala imagen en la sociedad, de cómo les trata la Prensa generalista, del poco valor que se da a su función de generar riqueza y empleo. Lamentan que un alto porcentaje de la ciudadanía ignora principios como el trabajo, sacrificio, riesgo, arrojo, esfuerzo, dedicación… Protestan porque los estudiantes quieren ser como David Bisbal y no como Amancio Ortega, presidente de Inditex (Zara); se llevan las manos a la cabeza porque los universitarios de Económicas o Empresariales sueñan con ser funcionarios y trabajar en la ventanilla de una caja (perdón, banco); denuncian las escasas vocaciones empresariales entre los más jóvenes; critican que les demonicen cuando vienen mal dadas, como ahora; se apenan de que las malas noticias empresariales (expedientes de regulación de empleo, huelgas, cierre de negocios) ocupen más espacio en los medios de comunicación que las informaciones positivas (inversiones, apertura de nuevas fábricas, expansión internacional). Y tienen razón.
Pero, ¿qué han hecho ellos por poner en valor la figura del empresario, inculcar el espíritu emprendedor en la sociedad, fomentar los valores que les han llevado a tener éxito? Pues más bien poco: delegar esa labor en las asociaciones empresariales, organizar charlas en las universidades o colegios -por favor, no dejen de hacerlo- y participar en actos endogámicos. Así no hay manera de acercar la figura del emprendedor a la sociedad, porque no se aprecia lo que no se conoce.
Recuerdo que cuando Castilla y León Económica proyectó con motivo de su quince aniversario el documental Las riendas del destino en el abarrotado Auditorio de la Feria de Valladolid ante más de 750 personas, muchos de los asistentes se sorprendieron por las reflexiones y anécdotas contadas por los quince empresarios protagonistas del filme; en definitiva, se conmovieron al descubrir el lado humano de unas personas que hasta ese momento sólo habían visto como exitosos hombres de negocio.
Sin voz en las redes sociales
Esta observación, en la que no puedo incluir a toda la clase empresarial porque hay admirables excepciones, se aplica a las redes sociales. Por más que busco, no encuentro perfiles de empresarios de Castilla y León en portales como Facebook o Twitter, que es donde se comunica la gente del siglo XXI, tan sólo hay casos aislados, como el de Jesús Terciado, presidente de Cecale y Cepyme (@JTerciado). Como recuerda Alfredo Vela en su blog, Facebook tiene 825 millones de seguidores en el mundo y Twitter, cerca de 200 millones. Desde luego que cada vez hay más empresas de Castilla y León en las redes sociales, pero ¿y los empresarios con un perfil propio para opinar sobre los temas de actualidad como un ciudadano más? Pues ni están ni se les espera, con lo que dejan abandonada una plaza ocupada masivamente por otros colectivos.
Ya sé que bastante tienen los empresarios con sacar adelante sus negocios en una coyuntura tan complicada como la actual y que sus comentarios en las redes sociales pueden suscitar más polémicas que los de un internauta asalariado, pero en este oficio de ser emprendedor, como muy bien saben por experiencia, hay que asumir riesgos. La clase empresarial no puede vivir de espaldas a las redes sociales, a las que se incorporan masivamente las nuevas generaciones. Si persisten en esta ignorancia, luego no tendrán excusa para quejarse de la mala imagen del empresario en la sociedad. Se lo dice alguien que acaba de llegar a la Web 2.0, un emigrante digital que está descubriendo un mundo apasionante en el que no se oye la voz de los empresarios de Castilla y León.
Que razón tienes Alberto, como en todo en la vida hay que saber y dedicarle tiempo, saber haytanta información que nos fata discrimar la útil y en materia del tiempo, efectivamente nos centramos en otras prioridades con las que nos sentimos mejor.