Ninguna empresa nos regalará un reloj

Por: Alberto Cagigas
Cuadro de Dalí.
La mayoría de los jóvenes son lo contario a la anterior generación de empleados, cuyo ideal era trabajar toda la vida en la misma compañía hasta recibir en su jubilación un reloj como premio a su inquebrantable fidelidad.

En una reciente jornada organizada por el Ayuntamiento de Laguna de Duero (Valladolid) para analizar cómo atraer inversión industrial y generar empleo, y en la que tuve el honor de ser invitado para moderar la mesa redonda y pronunciar una conferencia sobre la importancia de la comunicación en los negocios, durante el turno de preguntas uno de los asistentes pidió a los ponentes, que eran directivos de recursos humanos de 3 multinacionales con presencia en Castilla y León, que ofrecieran consejos para orientar a su hijo a encontrar un empleo.

Un par de días después, publicamos en nuestra web un informe que asegura que la mayoría de los jóvenes de nuestra región considera que trabajar para una empresa privada es la mejor opción para su futura carrera profesional (41,4%), por delante de ser emprendedor (32,3%) o funcionario (26,3%), unos porcentajes que me resultan sorprendentes al reflejar un cambio de mentalidad en las nuevas generaciones porque en mi época la máxima aspiración era conseguir una plaza fija en la administración pública aunque tuvieras que desplazarte a una desértica aldea perdida en el tiempo y en el espacio.

Las respuestas de los 3 expertos coincidían en señalar que para acceder al mercado laboral era muy importante la formación, manejar idiomas, la movilidad y la actitud por mejorar. Pero sobre todo destacaron que los futuros profesionales deben de estar preparados para el cambio permanente. Sobre este perfil ha teorizado el sociólogo Zygmun Bauman, quien reflexiona sobre el concepto del empleado con lastre cero, en boga en Silicon Valley desde finales de los años  noventa del pasado siglo, que es aquella persona “dispuesta a reajustar y reenfocar instantáneamente sus inclinaciones, abrazar nuevas prioridades y abandonar las ya adquiridas lo antes posible”.

Según el ensayista polaco, se trata de individuos “para quien las expectativas a largo plazo, las carreras consolidadas y previsibles y toda forma de estabilidad resultan todavía más desagradables y atemorizantes que la ausencia de ellas”. Es decir, todo lo contario a la anterior generación de empleados cuyo ideal era trabajar toda la vida en la misma compañía hasta recibir el día de su jubilación un reloj como premio a su inquebrantable fidelidad. Hoy en día ese anhelo es una utopía si además tenemos en cuenta que casi la mitad de las profesiones desaparecerá en 20 años, según algunos informes.

Las plantillas de ahora son líquidas, según el feliz término también acuñado por Bauman, al convivir varias generaciones, tener diversidad cultural y estar en constante movilidad. Ese cambio de mentalidad es fundamental para quien quiera sobrevivir en un mercado laboral inmerso en una profunda revolución por la progresiva implantación de fenómenos como el Internet de las Cosas, la economía colaborativa, la transformación digital, la Industria 4.0, la robótica o la inteligencia artificial.

Como advierte el historiador Yuval Noah Harari, cuyos libros lee con devoción Mark Zuckerberg, “en el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no contribuyen en nada a la prosperidad, al poder y a la gloria de la sociedad. Esa clase inútil no solo estará desempleada: será inempleable”

Sobre cómo ser un profesional competitivo, Arturo Gómez Quijano, profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), destacó hace poco en Dircom Castilla y León un aspecto que me parece fundamental: “dar más de lo que cuestas”. Es decir, aportar valor a tu empresa, porque de lo contrario será más rentable invertir en un robot para que ejecute tus tareas.

Ya lo dice Yuval Noah Harari: “el problema crucial no es crear nuevos empleos. El problema crucial es crear nuevos empleos en los­­­­­­ que los humanos rindan mejor que los algoritmos”. Querido lector, ¿te encuentras tú entre esos profesionales? Bienvenidos al mercado laboral del futuro. Corrijo, del presente.

1 comentario

  1. Estimado ALBERTO:
    Te felicito por tu artículo, en el que nos induces a los lectores a hacernos interesantes preguntas: ¿Qué actitudes y aptitudes ha de tener un profesional que desee trabajar contribuyendo al desarrollo de una entidad/empresa? ¿Llegará un momento en el que la tecnología, paradójicamente creada por personas, llegará a sustituir en el ámbito laboral a los recursos humanos? ¿Estamos asistiendo al fin de la ‘estabilidad laboral’, tal y como la conocemos, y habremos de desempeñar diferentes funciones en distintas zonas geográficas? ¿Si esto es así, cómo será posible conciliar vida profesional y personal, cuando los miembros de una familia vivamos en lugares alejados?
    Sin duda, todas estas preguntas dan para debates en los que expertos y ‘gurús’ empresariales tratan de aportar, como bien has señalado, sus reflexiones arriesgadas pues, en un mundo donde la velocidad de los acontecimientos se sucede como nunca antes en la Historia, es un hecho complicado hacer previsiones, no ya a medio ni largo plazo, sino para las próximas semanas.
    Permíteme que, ante el comentario que mencionas del desaparecido polaco Zygmun Bauman, quien fue filósofo además de ensayista, hable con brevedad de mi situación personal.
    Entiendo y defiendo que es necesaria la readaptación profesional permanente. No solo porque vivimos en un mundo profesional cambiante, sino porque nos motiva, enriquece y ayuda a ‘crecer’ tanto personalmente como aquello que, con sencillez, esfuerzo y humildad, podamos aportar a las organizaciones.
    Mi caso espero que ilustre a quien se haga estas preguntas: He pasado de ser el Gerente de una Red nacional de Municipios, con proyectos internacionales -el teléfono sonaba permanentemente- a, por circunstancias de la crisis, estar en situación de desempleo (durante un tiempo hablé de ‘reinserción profesional’, aunque ya he entendido que los eufemismos no sirven sino para ‘ocultar’ la realidad, por tanto es preferible la sinceridad). Aseguro que, con o sin méritos, soy el mismo que hace unos meses.
    Esto me recuerda a las palabras de un ex-Presidente del Gobierno a quien, un avezado periodista le preguntó: ‘¿En qué ha cambiado su vida tras su paso por ‘La Moncloa?’ Respondió directo y sin ambages: ‘En que el teléfono ha dejado de sonar’. ¿Acaso esta persona no seguía teniendo sus virtudes, valores, información y contactos profesionales? Para la reflexión…
    ¿Qué ha hecho Fernando, la persona que escribe esta reflexión, en este tiempo? Potenciar su presencia en las redes sociales, construir una ‘marca personal’, incrementar los contactos profesionales, tratar de tender ‘puentes’, aportar polivalencia… pero sobre todo dos cosas: 1) Intentar devolver a la sociedad la formación que me aportó y a las empresas ofrecerles iniciativas novedosas de colaboración, y 2) Sumar, sumar, sumar…
    Termino mi larga reflexión, y me disculpo por ello pero creo podría aportar al debate; Ayer, con ocasión del ‘Día del Trabajo’ (paradojas de la vida era una jornada festiva no productiva) yo era una de las miles de personas que, a través de Twitter y resto de las redes sociales, lo ‘festejábamos’ con ilusión renovada intentando buscar trabajo, conocedores que es aquello que nos ‘ocupa’.
    Los resultados, temprano o tarde llegarán, si se actúa con humildad, sencillez, sinceridad, ganas de progresar y aportando el necesario valor añadido.
    ¿Mi personal conclusión? ¡Actitud y sumar juntos!
    De esta forma empresas y sociedad saldrán beneficiadas.
    Un abrazo cordial.
    Fernando Villafruela Espinel

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