Para quienes hacen muchos kilómetros, pero también les interesa no tener barreras que les limiten el uso del automóvil en el centro de la ciudad, esta combinación de diésel/híbrido enchufable que nos ofrece Mercedes puede ser interesante.
El 300 de asocia un motor 2.0 diésel de 194 CV y un eléctrico de 122 CV, situado a la entrada de la caja automática 9G-Tronic y alimentado por una batería de ion litio de 13,5 kWh, y en la versión de pruebas, con la opción 4Matic de tracción integral, perfecto para quienes viajan por zonas de lluvia o nieve habitual.
Toma de corriente
La toma de corriente está en el extremo derecho del parachoques trasero, un sitio que nos parece algo vulnerable. Otro detalle discutible es que la implantación de la batería crea un escalón de 13 centímetros en el maletero y resta volumen: de 640 litros de un E Estate normal a 480 de esta versión.
Una vez recargada la batería (5,30 horas en una toma doméstica y menos de 2 horas en una Wallbox 7,2 kW en 32 A), permite con la función E-Mode activada rodar con 0 emisiones gracias a los 122 CV y 420 Nm del motor eléctrico hasta 140 km/h. La autonomía, según las cifras de nuestra prueba, estaba en 32 kilómetros en carretera y unos 34 en ciudad o autopista. Esta curiosa igualdad en el consumo de ciudad y autopista se debe a que el fantástico cambio automático permite incluso a la velocidad máxima consentida en autopista que el motor eléctrico no gire demasiado deprisa y así no entra en zonas de bajo rendimiento. Es una ventaja que no tienen los híbridos con el motor eléctrico situado en las ruedas traseras. Pero, en el lado negativo, este consumo de electricidad (36,9 kWh/100 km) es algo alto. Tiene un modo Battery Save que permite reservar la carga de la batería para utilizarla en una zona urbana donde queremos rodar en modo 100% eléctrico.
Gestión del funcionamiento híbrido
Una vez la batería con la carga mínima (10%), el Clase E pasa al modo híbrido donde la gestión electrónica optimiza el funcionamiento entre eléctrico y térmico. En la mayoría de las situaciones, cuando se reemprende de marcha sale en eléctrico y luego entra el diésel sin que nos enteremos por la suavidad y silencio de marcha, que se ve reforzado por el eléctrico en las aceleraciones fuertes: una verdadera maravilla. Y las prestaciones, ya brillantes, se convierten en las de un deportivo cuando activamos el modo Sport, pasando de 0 a 100 en apenas 6,4 segundos.
A todo esto, se suma una calidad de rodadura extraordinaria, una sensación de control y seguridad de un nivel muy alto en cualquier tipo o estado del asfalto y unos consumos de combustible razonables. Sin duda, una versión de la Clase E que tentará a muchos.
Santiago de Garnica