Hace casi 7 años, en estas mismas páginas, el enólogo y bodeguero Mariano García aseguraba que el mejor vino “siempre está por llegar”. Y a pesar de su veteranía -lleva medio siglo dedicado al mundo del vino- parece seguir en esa búsqueda infatigable, como lo demuestra su último proyecto, totalmente familiar, denominado Garmón Continental, en el que el peso lo llevan sus hijos Alberto y Eduardo García Montaña, porque, como él mismo aseguraba en esa misma entrevista, una de las claves del éxito de todas las iniciativas que ha emprendido está en saber delegar. “Siempre lo he hecho. En ocasiones, mi papel es el de quitar el miedo y tomar decisiones”, aseguraba a la sazón.
La de Garmón Continental es una iniciativa especial. Para empezar se sitúa en la Ribera del Duero vallisoletana, donde este prestigioso enólogo vuelve con un proyecto propio al 100% 4 décadas después, con una bodega situada en Olivares de Duero en la que han invertido 3,5 millones.
Como detalla Alberto García Montaña, era condición indispensable que el proyecto se enmarcara en Ribera del Duero, y que fuera “pequeño, manejable, con un solo vino, diferente. No queremos seguir el modelo de bodega de Mauro y San Román. Aquí ha predominado el factor personal, humano”.
Apuesta de futuro
Una bodega para un solo vino, un tinto para envejecer, una apuesta de futuro. Queda claro que en este caso hablamos de un proyecto concebido para el disfrute de sus artífices, que en este caso sí van a seguir el mismo común denominador que otras de sus aventuras vitivinícolas: “elaborar un vino que nos guste a nosotros”, remarca el primogénito de uno de los nombres más ilustres de la historia del vino en España del último medio siglo.
Un proyecto desarrollado sin prisa, con tiempo y con solvencia económica, con recursos propios y donde la inversión clave está en el campo, en la viticultura.
Producción reducida
En su primera añada, la de 2014, salieron al mercado 36.000 botellas de Garmón -el vino lleva el nombre de la bodega-; en la segunda (2015), un total de 45.000 botellas; y en la campaña 2016, que comenzará a comercializarse este año, 50.000 botellas.
El máximo de producción al que los propietarios quieren llegar son 80.000 botellas. Para la crianza emplean exclusivamente barricas de roble francés, nuevas en un elevado porcentaje. El mercado de Garmón se divide al 50% entre nacional e internacional.
Aunque quizá mucha gente no lo sepa, porque hasta ahora tampoco lo han indicado expresamente en sus etiquetas, la familia García Montaña trabaja bajo los criterios de viticultura ecológica y con algunas prácticas de biodinámica, que Alberto sostiene que al margen de creencias, han constatado que funcionan.
Generosidad
“Quiero poner en valor la generosidad de Mariano con sus hijos. Él prueba, supervisa, aconseja, pero el protagonista del proyecto de Garmón es Eduardo, que lleva el peso de toda la labor de viticultura y enología, aunque mi padre no se jubilará jamás”, enfatiza Alberto.
No en vano, en Eduardo encontramos en buena medida el origen de este proyecto. En 2001, termina de estudiar enología y tiene la posibilidad de empezar a trabajar en una bodega de Ribera del Duero. Es joven y tiene ante si la ilusionante tarea de llevar el peso de una bodega de forma independiente, sin tutelaje, hasta que en 2013 sale de ese proyecto, pero no quería perder lo que él mismo llama “las joyas”, pequeñas parcelas en la provincia de Burgos, minifundios de apenas 0,2 o 0,4 hectáreas, pequeños tesoros en forma de viñas viejas de hasta 90 años en municipios como Baños, Tubillas, Moradillo y La Aguilera, que han puesto en valor con Garmón mediante acuerdos con viticultores de la zona con quienes llevan años trabajando.
Trabajar el suelo y el viñedo
No obstante, Eduardo relativiza la importancia del viñedo viejo: “en igualdad de condiciones, la viña vieja es un plus, pero no es esencial; la clave está en cómo trabajar el viñedo y el suelo”. Tal vez por ello, han plantado 15 hectáreas de viñas propias en laderas y páramos de los municipios de Olivares y Valbuena de Duero.
“Buscamos reproducir altitud, suelos pobres, cultivos en vaso y un clon propio. Somos el último bastión de la concentración. No renunciamos a la densidad, la opulencia, el cuerpo, el predominio de la fruta, la estructura y la madurez del tanino en ninguno de nuestros vinos”, afirma categórico Alberto, quien añade que Garmón es un vino “muy complejo, más atlántico, fresco, un ribera muy racial, pero no es un tinto en la línea de vinos excesivamente maduros”.
Ante la pregunta de cuál es la clave del éxito, el mayor de los García Montaña explica que todos los proyectos se enclavan en el Valle del Duero, “una zona privilegiada, por clima, suelo y variedades, con un contexto geoclimático perfecto. Eso te genera confianza. El segundo factor es la seguridad en lo que hacemos, por nuestra historia, la trayectoria de mi padre, quien al margen de conocimientos, nos ha transmitido eso, seguridad”.
3 bodegas y 9 vinos
Con sus 3 bodegas (Mauro, San Román y Garmón Continental), la familia García Montaña sumará 9 vinos a su gama de productos -incluido su blanco godello y un nuevo malvasía- y una facturación de 11 millones de euros, aunque como enfatiza Alberto, “no miramos los datos de cifra de negocio, simplemente que sea económicamente viable y rentable”.
Para acometer el proyecto de Garmón Continental, la familia García Montaña ha abandonado otras iniciativas en las que tenía una participación, salvo una, histórica: Aalto. Como señala Alberto, echando la vista atrás, “los resultados más satisfactorios nos los han procurado aquéllos en los que estamos solos”.
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