Los riesgos de los mercados exteriores

El otro día me acerqué a saludar a un empresario de Castilla y León para preguntarle qué tal le iba en su proceso de implantación en un país de América Latina y me espetó: “Coño, mal, muy mal”.

– ¿Y por qué?, le pregunté.

– Pues porque llevo invertido mucho tiempo, esfuerzo y dinero y todavía no he conseguido ni un contrato. Nos ven venir, saben que los empresarios españoles estamos desesperados porque nos hemos quedado sin mercado doméstico por la caída del consumo debido al elevado paro, al fuerte endeudamiento de las familias y a las políticas de austeridad impuestas desde Alemania a los manirrotos vecinos del sur. Y de esa necesidad y urgencia, sacan tajada y se aprovechan de nosotros sangrándonos con múltiples comisiones- argumentó.

– Hombre, no va a ser llegar y besar el santo -le animé.

– En ningún negocio tienes éxito desde el primer día, y menos en un país que no es el tuyo, pero desde las Administraciones españolas se nos vende que los empresarios debemos salir fuera, internacionalizarnos y conquistar los mercados exteriores. Las grandes empresas y bancos españoles ya lo han hecho, pero otra cosa son las pymes, que carecen de fondos, recursos, plantilla y tamaño para aguantar en el tiempo una apuesta con muchos riesgos y beneficios inciertos. De hecho, muchos ya están abandonado su aventura de internacionalización, porque una cosa es exportar un par de botellas de vino o un palé de quesos, y otra es implantarse – indicó el empresario cabreado.

Indefensos

Esta conversación se suma a otras reflexiones que me han hecho varios empresarios de Castilla y León que están intentando salir al exterior. Todos lamentan que no es tan fácil como lo pintan, lo mismo que les pasa a muchos profesionales españoles que están intentando buscarse la vida en otras patrias para terminar fregando platos pese a dominar idiomas y poseer varias licenciaturas. En ese proceso, las pymes castellanas y leonesas deben enfrentarse a múltiples obstáculos, como competir contra empresas de otros países que tienen más fácil acceso a la financiación, cuentan con una tesorería saneada ya que su mercado local va como un tiro y están respaldadas por unos Gobiernos con más fondos para impulsar este tipo de operaciones. Por no hablar de la eficiencia del cuerpo diplomático. Baste decirles que cuando una empresa española tiene un problema en el extranjero, nuestra Embajada suele dar la solución de que se vayan sin hacer ruido. Eso me lo dijo un empresario de nuestra tierra que sufrió un atropello por parte de un Gobierno latinoamericano. “Perjudican nuestros intereses porque saben que no habrá consecuencias; sin embargo, ni se les pasa por la cabeza ir contra una empresa norteamericana, francesa o china”, me comentó ese empresario.

También conozco casos de empresarios de Castilla y León que han tenido que romper sus alianzas con socios locales, perdiendo parte de la inversión, y que se han visto obligados a demandarles, por no hablar de alguna empresa de nuestra región cuyo directivo ha sido víctima de un secuestro exprés.

Sangre, sudor y lágrimas

No les quiero dar una visión negativa de los procesos de internacionalización, que son imprescindibles en cualquier economía competitiva, pero me parece que en los últimos años se ha vendido la imagen de que las pymes españolas deben de salir al exterior, sin explicarle bien los riesgos, de todo tipo, que corren en otras latitudes y que pueden acabar con dar la puntilla al negocio.

De verdad, muy pocos empresarios de Castilla y León, se pueden contar con los dedos de una mano, están plenamente satisfechos de sus procesos de internacionalización. La mayoría me comenta que les está costando sangre, sudor y lágrimas; que los retornos son a largo plazo y los primeros beneficios no se registran hasta pasados al menos 4 años; que son mercados muchas veces dominados por pequeñas élites con las que no queda más remedio que contactar; que a veces existe una corrupción institucionalizada; que hay más empresas españolas en el extranjero que en España, vamos, que la competencia entre los españoles es feroz allende nuestras fronteras, reeditando los enfrentamientos que ya tuvimos al poco tiempo del Descubrimiento -en esos somos un pueblo único-; y que en algunos países hasta hemos exportado la perniciosa práctica de pagar con retraso a los proveedores.

Eso sí, todos los empresarios con los que he hablado de este tema siguen adelante, tozudos ellos, con sus planes de expansión para intentar aprovechar las múltiples oportunidades de negocio en unas economías que crecen por encima del 5%. La otra alternativa, quedarse agazapados en España hasta que nuestra economía empiece a ser dinámica, puede ser suicida.