Los fogones como motor económico

Por: María Benito
Interior de la Escuela Internacional de Cocina Fernando Pérez.
Interior de la Escuela Internacional de Cocina Fernando Pérez.

A finales de septiembre abre sus puertas la Escuela Internacional de Cocina Fernando Pérez, promovida por la Cámara de Comercio de Valladolid, con la que se pretende impartir formación, poner en valor esta profesión y mejorar la cualificación del único sector en el que España es líder mundial gracias a sus afamados cocineros.

Muchos no se han dado cuenta  todavía de la dimensión y alcance que tienen estos chefs, quienes influyen sobre la economía de las ciudades y regiones donde se ubican porque generan negocio para otras personas. Hay un turismo internacional de alto poder adquisitivo que viaja hasta algunas ciudades y pueblecitos sólo para comer en esos restaurantes, aunque se encuentren en lugares alejados. Recuerdo que cuando estuve en Rosas en el verano de 2010 había una honda preocupación por el futuro del Restaurante El Bulli, porque gracias a él miles de personas se trasladaban a esta parte de la Costa Brava para probar los platos de Ferran Adriá y de ese peregrinaje salían beneficiados los taxistas, el comercio, la industria agroalimentaria, otros restaurantes y los hoteles de la zona. Lo mismo pasa en San Sebastián con sus grandes cocineros, que son adorados porque generan mucho negocio para la ciudad.

Promoción internacional

Eso en cuanto al vil metal. Otra cuestión es el prestigio que transmiten de España. Ser portada en el suplemento del New York Times, como fue el caso de Adriá, no tiene precio a la hora de reflejar una imagen de nuestro país relacionada con la innovación, el ingenio, los buenos alimentos y la dieta mediterránea. Excepto en el deporte, España sólo destaca a nivel internacional en el plano gastronómico al tener tres de los diez mejores cocineros del mundo -antes de la retirada de Adriá teníamos cuatro-, algo que no ha ocurrido ni con Francia.

Otro efecto de estos grandes cocineros: su promoción de los productos alimentarios españoles, incluido el vino, que son los que imperan en sus cartas, de forma que hay artículos que muchos extranjeros empiezan a apreciar -y comprar- al haberlos comido en esos restaurantes. La industria agroalimentaria se está beneficiando mucho de estos cocineros. Además, cientos de estudiantes de cocina de todo el mundo realizan su aprendizaje en estos templos culinarios hispanos, con lo que se familiarizan con nuestros productos. A buen seguro que estos futuros chefs utilizarán en sus restaurantes algunos de los alimentos españoles de su época de aprendices.

Ya sé que en Castilla y León, de momento, no tenemos a ningún cocinero de prestigio internacional, pero todo llegará. Contamos con una excelente tradición culinaria, con una variadísima despensa llena de productos de calidad y ahora con la Escuela Internacional de Cocina Fernando Pérez. Sólo es cuestión de tiempo. Así podremos optimizar aún más las estrechas sinergias entre los fogones, la agroalimentación y el turismo.

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