Cajamar ha elaborado recientemente el Observatorio del sector agroalimentario, de donde se extrae que las exportaciones agroalimentarias crecieron un 4,1% en 2019 y alcanzaron su máximo histórico de 52.530 millones de euros. Asimismo, El sector agroalimentario en España, incluyendo la distribución, ha aportado 102.983 millones de euros en 2019 a la economía española, el 9,1 % del valor añadido bruto, y ha generado 2,4 millones de empleos, el 11,8 % del total nacional.
Según sus responsables, el sector agroalimentario es “más productivo y competitivo” que la media europea, lo que contribuye a que las exportaciones “crezcan año tras año y España consolide su posición como cuarto país comunitario”. A juicio de Eduardo Baamonde, presidente de Cajamar, “el sector en su conjunto se ha profesionalizado mucho, lo que ha permitido la mejora de su eficiencia y competitividad, pero queda mucho camino por recorrer en todo lo relativo a la rentabilidad, que tiene más que ver con el valor que seamos capaces de aportar a la producción primaria”, advierte tras apuntar que sobre este tema tienen que poner el foco las empresas agroalimentarias, las cooperativas y la industria transformadora. En este sentido apuesta por “estrategias a largo plazo que permitan aportar valor a las materias primas a través de la diferenciación de productos y procesos”, y por la toma de decisiones “con una visión ambiciosa y centrada en el valor y el posicionamiento de la empresa”.
Fernando Miranda, secretario general de Agricultura y Alimentación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, ha calificado de “vigoroso” y “potente” al sector agroalimentario español y, en particular, ha destacado la gran respuesta que han dado ante el desafío del coronavirus la producción, logística y distribución agroalimentaria, lo que ha permitido abastecer tanto al mercado nacional como al internacional. “Hemos sufrido una gran crisis sanitaria, pero no agroalimentaria. El sector ha puesto de manifiesto que sabe hacer sus deberes”, ha dicho. Miranda también ha resaltado la gran diversificación del sector a la hora de producir alimentos, al igual que ocurre con los mercados de destino, lo que supone “un importante factor de resiliencia”. También ha apuntado que el sector tiene un gran potencial de crecimiento en el eslabón industrial “para aumentar ese margen con productos más elaborados y de mayor valor añadido”, y ha recordado que “pensando en la reconstrucción económica, el sector agroalimentario debe jugar un papel fundamental porque es una actividad que no se deslocaliza y deja la riqueza en el territorio”. Sobre este tema, en relación al acuerdo sobre el marco financiero alcanzado por la Unión Europea, ha asegurado que España y el sector agroalimentario tendrán que hacer su propio plan, con una visión conjunta, global e integral, pensando más allá de la PAC y teniendo en cuenta la posición geográfica privilegiada actual, dentro de la UE, “para consolidar al sector en materia de liderazgo, vanguardia, calidad y sostenibilidad”.
Por su parte, Joaquín Maudos, director adjunto del Ivie, tras exponer con detalle los principales indicadores, magnitudes y conclusiones del análisis, ha insistido en que la experiencia de la crisis de la covid-19 pone de manifiesto que el sector agroalimentario es un sector “a proteger e incentivar” para garantizar el abastecimiento de alimentos; al tiempo que constituye un desafío tanto por el lado de la demanda, dada la caída de algunos productos, como de la oferta, debido a los problemas de mano de obra, exigencias sanitarias y restricciones en el transporte. “Es una buena noticia que España esté más especializada que la media europea en el sector agroalimentario dado que es capaz de alcanzar un mayor nivel de productividad y competitividad”. El director del informe añade que “en la nueva normalidad van a surgir nichos de negocio, oportunidades en forma de nuevos productos, como resultado de un cambio en las demandas y hábitos de consumo derivados de la preocupación por la salud, el medio ambiente y la seguridad alimentaria”. “Para atender esta demanda hay que invertir en I+D+i, y junto a ello, para ser más competitivos, también es necesario aumentar la dimensión de las empresas, modernizar las estructuras productivas y aprovechar las ventajas de la digitalización en toda la cadena de valor”, ha concluido.
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