Voy a utilizar este espacio por primera vez en 16 años para analizar un sector como el de la Prensa, del que, por razones evidentes, tengo ligero conocimiento algo más que de oídas. Cuando algún empresario me pregunta si el negocio de los medios está en crisis, le digo que no, de crisis nada, que lo nuestro es una salvaje reconversión, que es mucho más grave.
¿Recuerdan las imágenes que acompañaron las reconversiones de sectores tradicionales como el naval, siderúrgico o minero, con cientos de trabajadores manifestándose, quemando neumáticos para cortar las carreteras y protagonizando enfrentamientos contra las fuerzas de orden público? De momento, los periodistas no han llegado a tanto y se han limitado a organizar concentraciones en numerosas ciudades españolas porque su sector, el nuestro, también sufre un profundo ajuste tras el cual nada será igual. Pero tal como les ocurrió a los mineros y a los trabajadores de los astilleros, de poco servirá porque el actual modelo de Prensa está agotado. Es duro decirlo, pero es así.
Los medios de comunicación llevan el mismo camino que la construcción al tener muchas similitudes, sólo que los efectos se están notando más tarde. Ambos sectores estaban sobredimensionados, su oferta excedía a la demanda y se encontraban muy endeudados gracias a las facilidades antes dadas por la ahora cicatera Banca. Al principio se desplomó la inversión privada (venta de pisos en un caso y anunciantes en el otro), situación que se pudo aguantar gracias al apoyo público (Plan E y licitaciones oficiales en infraestructuras para las constructoras y campañas institucionales para los medios). Pero he aquí que llegaron los recortes en las administraciones y se suprimió el suero que mantenía ¿artificialmente? a los dos sectores. Las consecuencias son por todos conocidas: numerosas constructoras fueron barridas del mercado al presentar concurso de acreedores o declararse en quiebra, mientras que en los medios, de momento, el ajuste se ha hecho vía despidos y ERE, ya que han desaparecido muy pocas cabeceras si lo comparamos con la escabechina en el negocio del ladrillo. Pero todo llegará y veremos una intensa purga en la Prensa durante este año y el próximo ejercicio, porque con una economía en recesión es imposible que se dinamice el mercado publicitario.
Nuevos retos y oportunidades
Por si esta situación no fuera lo suficientemente grave, los medios de comunicación tienen además otro desafío: la irrupción de Internet, donde todo el mundo quiere acceder gratis a la información, pese a que seleccionar, elaborar y procesar esas noticias tiene un coste que de momento no es compensado por la inversión publicitaria. En la mayoría de los casos, las webs no sólo no consiguen traspasar el umbral de la rentabilidad, sino que además restan lectores, y muchos, al periódico, con lo que éste se ve obligado a rebajar sus tarifas publicitarias, con el consiguiente estrechamiento de márgenes. Entonces, ¿por qué no se apuesta sólo por Internet y se empieza a cobrar por ello? Pues porque ahora tenemos dos generaciones de lectores: unos únicamente quieren el soporte papel (los que tienen más de 45-50 años) y otros, los nativos digitales, sólo manejan información on line. Y la prensa no puede ignorar a ninguno de los dos colectivos. Con el tiempo, y es ley de vida, el segundo grupo será hegemónico, la imprenta sólo quedará para productos boutique de altísima calidad en contenidos y diseño y el resto pasará a las pantallas del ordenador, tabletas, móviles y demás cachivaches. Con una incógnita añadida: no sabemos los dispositivos que en el futuro lanzarán las empresas tecnológicas, a los que la Prensa se deberá adaptar inmediatamente sin conocer su repercusión en la cuenta de resultados. Recuerden que las tabletas apenas se utilizaban hasta que un tal Steve Jobs presentó el primer iPad en enero de 2010.
Para los que vivimos de la industria de las noticias, el momento es tan dramático (ahí tenemos los miles de periodistas despedidos y el cierre de cabeceras), como ilusionante por la eclosión de nuevas formas de informar a través de Internet y las redes sociales, eso sí, en medio de una crisis que afecta tanto a los grandes grupos mediáticos que cotizan en Bolsa como a las pymes de provincias. Como ven, nos encontramos en un período muy entretenido, por decirlo de una manera suave.
Artículo de opinión de Alberto Cagigas publicado en el número de junio de la revista Castilla y León Económica
Brillante análisis. Creo que en general todos estamos en un momento “entretenido”. De hecho en este momento parece que ninguna de las paradigmas se sostiene. Conclusión…volvemos a los valores (…ya sabes, esos que tanto gustan a algunos de nuestros líderes, lucha, esfuerzo compromiso, austeridad, etc.). Me pregunto si cuando recuperemos los valores seguirán sirviendo. No vaya a ser que tambien los valores estén en un momento entretenido.
Un saludo,
Hola Miguel Ángel:
Creo que los valores de los que hablas son anticíclicos y eternos, lo que ocurre es que en la época de vacas flacas se están poniendo de moda y de tanto manosearlos están perdiendo su auténtico significado. Cuando llegue la recuperación económica, allá en 20??, se volverán a olvidar, hasta la siguiente crisis.
Un abrazo y gracias por participar en este blog.
Nos estamos perdiendo. No planteamos los objetivos a conseguir y las medidas que nos permitan establecer el grado de cumplimiento de los mismos.
Hablamos de excelencia (ahora de leyes anti crisis, más burocracia al fuego que es como mejor arde) como una panacea que nos permite la subsistencia sin más ni más.
Ocurre, a menudo, que nos planteamos un hogar mejor con acaparamiento de decoradores, arreglos y sinfin de variedades que nos den aspecto de ricachos que ni lo somos ni en la vida se nos había pasado por nuestra imaginación. Mientras tanto las cañerías olvidadas de la mano de dios, la instalación eléctrica pelada y sin recubrimiento aislante: no se ven. Total: al garete las tuberías y el incendio se llevan por delante nuestro sueño: caray como se ve.
Talento: no técnico, hacer entender a los demás con sus propias palabras lo que nosotros sabemos: ej. Las parábolas.