“La perversión de la palabra”. Y lo dice él, el que tiene el don del lenguaje, el que consigue sosegar a un grupo de estresados comunicadores de Dircom Castilla y León al final de una jornada agotadora. Y digo sosiego, que no anestesia; y digo apaciguamiento, que no complacencia; y digo seducción, que no falsedad. Y en esa suerte de “encantamiento” permanecemos todo el tiempo que dura la entonación del relato de Gustavo Martín Garzo, un relato cargado con la esencia de la vida, que la literatura intensifica. “Lo valioso de la literatura es que puede dar sentido a la vida”, subraya el escritor vallisoletano, que defiende que las zonas donde la razón no llega son las que explora el mundo de la literatura, donde es clave la imaginación: “el lugar de la pregunta es el mundo de la literatura y de la poesía”.
Y en esa insatisfacción permanente, en esa búsqueda del sentido de la vida, de lo sorprendente, de lo opuesto a lo rutinario, Martín Garzo expresa en voz alta una generosidad innata que encierra toda una filosofía de vida: “todos los seres, por insignificantes que sean, guardan un misterio”. Un misterio literario, como la puerta cerrada del cuento de Barba Azul, cuyo poder de atracción es tal que todas las riquezas no logran evitar que su amada incumpla la prohibición de que permanezca candada.
Y seguimos en esa catarsis colectiva de ensimismamiento, descubriendo o reencontrándonos con un mundo que parece irreal, cercano al de los sueños. Irreal, por lo alejados que estamos a veces del discurso reflexivo e intelectual. Y Martín Garzo nos guía por el mundo de los cuentos, por el de las emociones y nos muestra el camino para que nuestro relato sea seductor, con la elección cuidadosa de las palabras, y se convierta en un “encantamiento que nos lleve a un lugar verdadero, auténtico, que hable de lo que es importante”.
Convocar la palabra
Martín Garzo no se queja de que la literatura siempre haya sido minoritaria, se lamenta de que en este mundo banal la palabra haya perdido su valor, se haya pervertido de tal manera que no revela la verdad, sino que más bien la oculta. Para un escritor la palabra es casi sagrada y es en quien reside el “don de convocarla”, como decía Miguel Delibes.
“El mayor don que una madre da a su hijo es el lenguaje y eso lo han sabido hasta la más iletradas, porque así transmiten a su descendiente el alimento secreto que todas las palabras tienen, ya que son las palabras las que nos transforman en seres humanos”, reconoce Martín Garzo, quien considera una obligación de los adultos contar cuentos a los niños. No podemos olvidar “el valor terapéutico de la palabra”. Y así terminamos nosotros el encuentro con uno de los intelectuales más sólidos del panorama literario de nuestro país, con la sensación de haber saboreado un elixir precioso y curativo para el alma.
Qué razón la de don Martín. Leer, entender, aprender, aplicar y vuelta a empezar. Disculpen mis romas expresiones. La hora de escuchar no llega, tenemos herramientas, quizás sepamos donde vamos, el destino es ingrato. Nuestras alforjas, si no están llenas, difícilmente podemos compartirlas. Su interior rebosa gritos, quejas, sus costuras abiertas se ven los forros: números, datos, cuantificaciones,…tanto tienes tanto vales. Bendita libertad, palabra transformda en excusa para manipularnos a nosotos mismos o ver la paja en el ojo ajeno. Gracias a ustedes por los remansos y ayudarme a ver mis limitaciones.
Leer, leer… La lectura esencial, a veces placentera, otras ingrata porque nos cuestiona a nosotros mismos, siempre intrínseca al ser humano.
Me gustaría ayudar más para ver las potencialidades que las limitaciones.
Gracias por participar en este espacio.