La archiconocida hipótesis del efecto mariposa vinculada a la Teoría del Caos, que defiende que el aleteo de las alas de este insecto en Sri-Lanka puede provocar un huracán en EE UU, refleja en esta acertadísima imagen inspirada en un proverbio chino que unos hechos aparentemente sin conexión entre sí pueden tener consecuencias impredecibles en remotos lugares. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en la economía globalizada en la que competimos, donde decisiones geopolíticas adoptadas en despachos ubicados a miles de kilómetros terminan perjudicando a las empresas de Castilla y León.
Ventas en peligro
Imaginen estas 2 escenas: en un ya lejano noviembre de 2016 un bodeguero de la Ribera del Duero se pasea satisfecho entre los muros amaderados de su parque de barricas después de haber tenido una óptima vendimia cuando escucha en la radio que un tal Donald Trump acaba de ganar las elecciones en EE UU; 3 años después, los aranceles promovidos por el inquilino de la Casa Blanca ponen en peligro sus exportaciones de vino al mercado norteamericano, donde tanto le ha costado entrar. O cuando un empresario de una industria quesera ubicada en uno de nuestros pueblos leyó distraídamente en la Prensa, allá a principios de 2016, que un timorato primer ministro del Reino Unido llamado David Cameron convocaba un referéndum para votar sobre la permanencia en la UE. 3 años después, sus ventas de queso al mercado británico están en peligro por el Brexit.
Ambos episodios históricos amenazan el crecimiento de nuestra economía dado que el volumen total de los productos agroalimentarios de Castilla y León afectados por la subida arancelaria planeada por EE UU asciende a casi 32 millones de euros; mientras que el Brexit perjudicará nuestras ventas al Reino Unido, donde en 2018 exportamos productos y servicios por valor de 1.306 millones de euros, casi el doble que hace una década.
Las estrategias adoptadas por las empresas y por la Administración castellana y leonesa para afrontar estos desafíos pasan por diversificar los mercados exteriores para no concentrar el riesgo; y por intentar mejorar la imagen y calidad de nuestros productos para que el consumidor esté dispuesto a pagar más por unos artículos cuyo mayor precio viene determinado por el incremento de los aranceles.
Empresas en permanente tensión
Estos hechos, junto a otros como la guerra comercial entre China y EE UU o la quiebra de Thomas Cook, demuestran que nos desenvolvemos en una coyuntura donde la estabilidad de los mercados internacionales es muy frágil, lo que obliga a las empresas a estar en permanente tensión porque ya no se sabe de dónde procederá el próximo golpe. La globalización ayudó a numerosos negocios a superar la pasada crisis al poder vender fuera las referencias incapaces de comercializar en una España en caída libre, pero con la adopción de medidas proteccionistas esa tabla de salvación se está convirtiendo en un campo de minas.
Como leí hace poco, hemos pasado de ser un mundo pequeño en un planeta grande a un mundo grande en un planeta pequeño. Y ése es el quebradizo y volátil mercado internacional en el que nos toca competir.
