La larga crisis que padece España tiene algunos aspectos muy positivos, como por ejemplo el auge del espíritu emprendedor ya que nadie en su sano juicio puede aspirar a aprobar unas oposiciones para ser funcionario, trabajar en una caja o permanecer siempre en la misma empresa hasta conseguir un reloj el día de la jubilación como premio a toda una trayectoria profesional.
Ante las altas tasas de paro, la escasa oferta de trabajo público y la escabechina en las plantillas de sectores como el financiero, la construcción y, cómo no, los medios de comunicación, entre otros, la gente ha entendido perfectamente el mensaje: se acabó la seguridad laboral, ya nadie te garantiza que puedas permanecer durante décadas en la misma empresa o entidad pública. Esa figura del empleado que a lo largo de su vida sólo ha trabajado en la misma compañía empieza a ser una estampa del pasado. Y el ciudadano de a pie se pregunta: ¿si no encuentro trabajo o si tengo uno en el que nadie me garantiza que sea de por vida, con el riesgo que ello implica, por qué no busco otra alternativa? No sé ustedes, pero desde hace dos años cada vez escucho más conversaciones de personas que están pensando montar un negocio, cuando antes de la crisis ni se les pasaba por la cabeza, porque su máxima aspiración era conseguir un empleo fijo hasta el fin de sus días laborales.
Nuevas iniciativas
A la par, la sociedad civil está poniendo en marcha nuevas iniciativas para fomentar el espíritu emprendedor y apoyar a las personas que desean introducirse en el apasionante mundo de los negocios. Así, en los últimos meses se han creado proyectos como Sumar Sumar, que es una plataforma que agrupa a empresarios y colegios profesionales para respaldar a los jóvenes en el desarrollo de empresas; la Factoría de Proyectos, que fomenta el espíritu empresarial entre los universitarios mediante el testimonio de empresarios consolidados; la Aceleradora de Proyectos de la Fundación Execyl; las delegaciones provinciales de Iniciador; o diferentes iniciativas en las universidades de la región, entre otros proyectos.
También las instituciones públicas se han volcado, con mayor o menor acierto, con este campo, como lo demuestra en nuestra región la reciente aprobación del Proyecto de la Ley de Estímulo de Creación de Empresas diseñado por la Junta o la labor de las Ventanillas Únicas Empresariales ubicadas en las Cámaras de Comercio de Castilla y León. Respecto a este servicio, he de decir que las últimas veces que he pisado las instalaciones de la institución cameral había bastante gente, sobre todo jóvenes, preguntando sobre los trámites para crear un negocio. Esa actividad no hace sino reflejar un dato esperanzador: durante 2012 en las Ventanillas Únicas Empresariales de España se crearon 9.349 sociedades mercantiles, de las que el 12,53% fueron en Castilla y León, siendo la tercera comunidad autónoma española por número de empresas constituidas en este servicio. Ese buen dato no debe de ocultar otra realidad: durante el pasado ejercicio se crearon 2.889 empresas en nuestra región, con una caída del 2,37%, frente al alza del 4,61% de la media española. Algo falla en nuestra tierra cuando registramos una tendencia negativa en dinamismo empresarial mientras que en el resto de España se están generando más negocios que hace un año.
Cambio de mentalidad
Al margen de las cifras, lo más importante es el cambio de mentalidad que significa que una parte de la población opte por ser emprendedor como una forma de ganarse la vida. En este complicado y deprimido mercado español, muchos se quedarán por el camino, pero no importa, porque ya han interiorizado que merece la pena asumir el riesgo, ser responsables del destino, asumir que todo éxito requiere de un gran sacrificio, entender que la independencia económica está estrechamente ligada a los esfuerzos y aciertos y, en definitiva, confiar en el potencial de uno mismo, sin excusas ni falsos cobijos en el Estado. Ese cambio de pensamiento, creánme, va mucho más allá del ámbito empresarial y económico.