En un ambiente de honda preocupación en la clase empresarial debido a los motivos por todos conocidos (inflación afiebrada, conflito bélico en Europa, fábricas paradas ante la falta de suministros y materias primas, la doble crisis política -nacional por las continuas disputas entre los socios del Gobierno de España y la regional por el parón en la Administración autonómica durante 3 meses ante la convocatoria electoral y las posteriores negociaciones para constituir el nuevo Ejecutivo-, costes energéticos disparados o ralentización del ansiado crecimiento económico, entre otros), participé recientemente como miembro del jurado en los Premios EmprendeXXI en Castilla y León, impulsados por CaixaBank con el apoyo de Enisa y el Instituto para la Competitividad Empresarial de la Junta (ICE), en un acto donde 5 jóvenes defendieron sus proyectos (la ganadora Iberbox, junto a Clever Solar Devices, Construyendo Fútbol, BiCortex Languages y Sostenplas) mediante el modelo de elevator pich.
Ilusión en la defensa de sus planes de negocio
En sus breves alocuciones, estos jóvenes me hicieron volver a confiar en el futuro de nuestra tierra por la ilusión que transmitían en la defensa de sus planes de negocio, la visión para abordar proyectos innovadores que satisfacen las cambiantes demandas del mercado, la familiaridad con la que utilizan términos de las nuevas tecnologías, la firme seguridad en el éxito de su empresa, el arrojo para asumir riesgos que pueden poner en peligro su propio patrimonio y el de las 3 famosas F (friends, family y fools), la apasionada exposición con la que algunos ya han convencido a inversores para respaldar sus incipientes compañías, su estrategia para diseñar productos y servicios que desde su creación contemplan abordar un mercado internacional y, sobre todo, su fe ciega en sus propias fuerzas, en su inteligencia y en su sacrificio para sacar adelante un proyecto en un territorio hostil para la actividad empresarial como es España.
Frente a esa juventud que casi calificaría de temeraria, y por supuesto admirable, por atreverse a emprender en la actual coyuntura, nos encontramos a otra a la que se quiere embotar con medidas como el famoso Bono Cultural que les facilita un cheque regalo de 400 euros en una iniciativa que cuenta con un presupuesto de cerca de 200 millones (la cantidad de start ups que se podrían apoyar con ese dinero) y sobre todo aborregar, tal como induce la nueva Educación Secundaria Obligatoria (ESO) al eliminar de los estudios la Filosofía y la enseñanza cronológica de la Historia y suprimir las notas numéricas, los exámenes de recuperación, los itinerarios y el límite de suspensos para pasar de curso y obtener el título.
Nefasta política educativa
Esa nefasta política educativa, que supuestamente promueve una sociedad más igualitaria (en la incultura y la haraganería, habría que matizar), provoca el efecto contrario al condenarnos a una sociedad con desidia intelectual y complaciente ignorancia, en la que convivirán una minoría de jóvenes emprendedores junto a otra mayoría de chavales amansados carentes de espíritu crítico que constituirán los parias del futuro en una economía globalizada y competitiva. En definitiva, estamos abocados a afianzar una mediocracia (de mediocre) en la que “se nos anima a amodorrarnos antes que a pensar, a ver como inevitable lo que resulta inaceptable y como necesario lo repugnante. Nos convierte en idiotas”, tal como advierte el filósofo francocanadiense Alain Deneault.
Ante esta ausencia de una cultura del esfuerzo, la meritocracia y el sacrificio, no sorprende que sea muy minoritario el porcentaje de universitarios que logran fundar una empresa al finalizar sus estudios o que sólo 1 de cada 10 titulados de FP apueste por crear su negocio. A punto de eliminar la capacidad de raciocinio de las futuras generaciones, que se convertirán en presas fáciles de los dogmatismos del poder, al menos nos queda la esperanza de que, en el día de mañana, un reducto de enérgicos jóvenes como los que escuchamos en los Premios EmprendeXXI sean capaces de dinamizar el pulso económico de esta tierra, que los necesita, sin que ellos lo sepan, más que nunca.