Recientemente he tenido la fortuna de conocer a un gran empresario y un gran hombre: José Luis Solana. La ciudad de Miranda de Ebro le rendía homenaje en un emotivo acto en el marco incomparable del Monasterio del Espino (una joya desconocida por muchos).
Durante el acto y las sucesivas intervenciones tuve tiempo para reflexionar sobre qué es el éxito. En la mayoría de las ocasiones, en nuestro mundillo empresarial, hablamos del éxito en función de los resultados económicos, el crecimiento en ventas, la creación de empleo, el ebitda, etc. Sin duda todas estas variables son importantes para la empresa y el empresario.
Pero no todo son números. El caso de José Luis Solana es muy especial. Hombre hecho a sí mismo, curtido en miles de batallas, luchador infatigable y ciudadano enamorado de su tierra, Miranda de Ebro, ha sido capaz de colocar a su empresa familiar, Galletas Coral, en un lugar de privilegio en su sector. Venden sus productos en medio mundo con la calidad y la innovación como puntas de lanza en su quehacer diario en sus seis décadas de actividad.
También José Luis ha logrado el éxito en la sucesión, logrando el compromiso de la siguiente generación en el proyecto con su hija Yolanda como cabeza visible en la actualidad. Pero lo que más me llamó la atención de la persona de José Luis Solana fue que todo el mundo le quiere. Quizás porque desborda humanidad por los cuatro costados, quizás porque abandera la virtud de la humildad en sus acciones y palabras, quizás porque se trata de una buena persona.
El caso es que no siempre es justo medir el éxito en términos exclusivamente económicos, porque con lo que de verdad pasamos al recuerdo es con el cariño y el amor de los nuestros. Y eso, José Luis lo tiene de los suyos, y a raudales. Su amigo Ginés Clemente, fundador y consejero delegado de Aciturri, lo expresó en este acto homenaje con el corazón: “José Luis, gracias por tu ejemplo”.
Desde Empresa Familiar de Castilla y León nos llena de orgullo que José Luis Solana y Galletas Coral sean uno de los nuestros, como tantas familias empresarias con cara y apellidos que se dejan la piel, su vida, en la persecución de un sueño: dejar en su tierra un poso, dejarla un poco mejor de lo que la encontraron.
El ejemplo de José Luis Solana no es único. De verdad tenemos en esta tierra empresarios de raza que además son personas estupendas. Es una pena que para algunos la imagen del empresario esté relacionada con valores negativos. Solanas hay muchos.
Realmente reúne todo lo que un ser humano debería poseer.Yo también le quiero.