El Alfonso XIII de Sevilla pertenece a un club selecto de hoteles emblemáticos de España, en el que también se incluyen otros como el María Cristina de San Sebastián o el Real de Santander, con un poso histórico y una arquitectura singular que les hace únicos
Hay hoteles que no tienen parangón, que desde su origen fueron concebidos para permanecer en el tiempo con personalidad genuina, con esplendor señorial. Éste es el caso del Alfonso XIII de Sevilla, construido por el Rey que le dio nombre en 1928 para acoger a las casas reales que visitaron la Exposición Iberoamericana de 1929.
Su arquitectura de imitación morisca, con evocadoras arquerías, artesonados de maderas nobles, colorida azulejería andaluza, monumental escalera, curioso ascensor decimonónico, impresionante patio a modo de oasis y exóticos jardines, le confieren una patina ensoñadora y fascinante. Ubicado en un lugar privilegiado a escasos metros de los Reales Alcázares, la catedral, el barrio de Santa Cruz y Plaza España, desde sus habitaciones de los pisos elevados se puede ver la fachada de la Universidad o el Giraldillo (veleta de la Giralda) en función de la situación de la estancia.
Con el lujo y el confort propio de un hotel de 5 estrellas, sus 151 habitaciones están equipadas con instalaciones actuales integradas en una decoración de mobiliario noble, mármol en los suelos y grandes cortinajes. Destacan los amplios baños por sus llamativos azulejos esmaltados. El desayuno, un poco pobre para un hotel de esta categoría, se sirve en el patio central junto a la fuente, un lugar con una magia especial, donde también se enclava uno de los dos restaurantes del hotel, el San Fernando, con una carta de corte mediterráneo. El otro, de comida libanesa, tan sólo correcto, se ubica en el espacio de la piscina.
El hotel también cuenta con un bar americano, donde poder disfrutar de un cóctel, en un local de sabor añejo, adyacente al patio central. En la terraza volcada sobre la piscina se sirven refrescos y copas. El servicio es atento y profesional.
