La guerra comercial de los grandes bloques

Por: Carlos Martín Tobalina, viceconsejero de Economía y Competitividad de la Junta de Castilla y León
Vivimos inmersos en un ciclo económico muy complejo y en el que predomina la incertidumbre por los cambios geoestratégicos impulsados por las grandes economías dominantes
Carlos Martín Tobalina, viceconsejero de Economía y Competitividad de la Junta.
Carlos Martín Tobalina, viceconsejero de Economía y Competitividad de la Junta.

Vivimos inmersos en un ciclo económico muy complejo y en el que predomina la incertidumbre por los cambios geoestratégicos impulsados por las grandes economías dominantes. Tratar de explicar estos cambios de ciclo desde una perspectiva o visión unilateral de acuerdo con la evolución de intereses monetarios, financieros, energéticos, de acceso a materias primas y recursos, o de acuerdo con movimientos geoestratégicos que derivan en conflictos bélicos y que amenazan con la estabilidad mundial de la que hace ya varios años que no gozamos, se hace harto imposible. Más bien, el conjunto de todas estas variables condiciona la evolución de la economía mundial y agrega cada vez más factores de riesgo que inciden sobre la incertidumbre que preside esta evolución económica tan difícil de anticipar y sujeta a tantos cambios a corto plazo.

Sobre algunas de estas cuestiones ya escribimos en capítulos anteriores de este post meses atrás. Sin embargo, aún no nos habíamos asomado a un eje o factor capital en el devenir de la economía mundial y que condiciona no pocas de las decisiones geoestratégicas de los grandes bloques que lideran la economía. Me refiero a la evolución en el grado de apertura o balanza comercial de estos bloques.

Balanza comercial de los grandes bloques de la economía

Desde un punto de vista teórico, la riqueza de un territorio se puede medir de forma agregada en función de la aportación del consumo, la inversión, el gasto público y la balanza comercial (exportaciones-importaciones) de ese territorio. Este último factor, la balanza comercial, debe ayudarnos a explicar también la evolución de la economía y las decisiones trascendentales que hoy reflejan cambios en la estrategia de los 3 grandes bloques que representan cerca de las 2 terceras partes de la riqueza mundial, EE UU, China y la UE por este orden (todavía). En la capacidad para exportar bienes y servicios de un territorio intervienen factores como la capacidad industrial de este marco territorial, su política monetaria, la tecnología e innovación del mismo, los costes de producción, la propiedad de las materias primas, la productividad de su economía, las infraestructuras con las que cuenta, el talento y la formación del capital humano, en definitiva, la competitividad de ese bloque o país.

Sin ánimo de hacer un análisis de datos demasiado exhaustivo -no es el objetivo de esta reflexión-, vamos a revisar de forma somera datos globales desde hace 2 años (2022) sobre cifras publicadas de las balanzas comerciales de estos 3 grandes bloques económicos a los que hago referencia.

Balanza comercial China


China es el bloque económico que sale mejor parado de la comparativa, ya que sostiene una balanza comercial positiva con EE UU y la UE que, para el año 2022 y si establecemos como moneda para esta comparativa el euro, mantendría una balanza comercial positiva (más exportaciones que importaciones) de 762.800 millones de euros. De esta cantidad, con la UE mantendría una balanza comercial positiva de casi 400.000 millones de euros y de 362.800 millones de euros con EE UU.

Balanza comercial de la UE

La UE tendría una balanza comercial negativa de 274.300 millones de euros en su relación con los 2 grandes bloques económicos. En concreto, con EE UU la balanza comercial sería positiva en 125.700 millones de euros, mientras que para el caso de China la UE tiene los ya mencionados 400.000 millones de euros de déficit comercial en 2022.

Balanza comercial de EE UU


Por último, EE UU sigue fiel a su tendencia a presentar datos de balanzas comerciales negativas en relación a los otros 2 grandes bloques económicos. Si sumamos el déficit comercial que para el mismo año de referencia (2022) presentó con respecto a la UE -125.700 millones de euros- con el mismo dato respecto a China -362.800 millones de euros- nos da como resultado un déficit comercial de EE UU para el mismo año de referencia de 488.500 millones de euros con respecto a las otras 2 grandes potencias económicas.

En definitiva, EE UU viene arrastrando un déficit comercial de su economía que lastra su crecimiento y su competitividad. La apertura de su economía es esencial para recuperar parte de la pujanza que se le supone como primera potencia mundial.

Problemas estructurales de EE UU


Hay factores que no ayudan a revertir esta tendencia de déficit casi estructural en su balanza comercial, especialmente con respecto a los otros 2 bloques económicos hegemónicos a los que hacía referencia anteriormente. La economía del gran gigante norteamericano basa gran parte de su crecimiento en el factor de consumo interno que forma parte de la cultura de aquel país, un mercado con una clase media muy pujante y devota del consumo.

Durante muchos años y hasta la crisis financiera de 2007, EE UU ha impulsado una deslocalización de sus capacidades productivas hacia países con mano de obra mucho más barata. Este proceso de externalización de capacidades industriales permitía al mercado pujante estadounidense incrementar importaciones en base a la capacidad de su moneda y de un consumo interno que demanda bienes y servicios constantemente. Sin embargo, desde aquella crisis financiera, el país vive sumido en un largo debate interno sobre la necesidad de repatriar capacidades industriales y de liderar la innovación tecnológica vital para impulsar una industria de valor añadido.

Durante años, tanto EE UU como la UE han confiado en que la tecnología de estos 2 grandes bloques económicos siempre serviría de muro de contención frente a la otra gran potencia económica oriental. Posiblemente este pecado de soberbia y falta de humildad en la política industrial tanto de EE UU como la UE ha facilitado que el tercer gran bloque económico -China- (ahora ya segundo) haya ido progresando hasta convertirse en el gran bloque económico que lidera la producción y exportación mundial.

Por otro lado, la política monetaria de EE UU tampoco ha ayudado históricamente a la apertura de su economía al exterior. El gran activo que supone para aquel país ser el único Estado soberano sobre la impresión del dólar, moneda de curso legal de las transacciones de mayor valor en el comercio internacional (especialmente el energético), y sobre todo moneda refugio de valor en cualquier crisis internacional (sea ésta financiera o no), impulsa la fortaleza de una moneda que ayuda o permite a los EE UU importar bienes y servicios con que abastecer su enorme mercado interior; pero de la misma manera, y en sentido contrario, especialmente en las fases en las que la economía atraviesa un ciclo de crisis o ralentización, la fortaleza de su moneda no ayuda a sus exportaciones.

Evolución del bloque chino

En el otro lado de la balanza, en la parte de superávit comercial se encuentra el bloque económico de China, la gran beneficiada de una economía enfocada a la industria y la exportación de su producción. La estrategia de China se ha desarrollado en base a su ingente capacidad productora y exportadora al exterior. Sin embargo, caeríamos en un error si toda la explicación a la evolución de la balanza comercial de este gigante económico se basara únicamente en el acceso de esta economía a su mano de obra a precios muy inferiores al de los otros 2 grandes bloques. Esta explicación podría servir a finales del pasado siglo para entender la capacidad exportadora de China, así como el fenómeno en forma de flujo de capital que desde los 2 bloques económicos que abanderaban el capitalismo desembarcaba en el mercado chino para invertir en capacidades industriales atraídos por un sistema de muy bajos costes laborales.

Sin embargo, la estrategia del bloque chino ha venido evolucionando hasta convertirse en la actualidad en un motor de innovación a la altura de sus competidores mundiales. China no sólo copia y fabrica a costes muy competitivos, también es capaz de competir y liderar sectores tecnológicos en los que EE UU, y muy especialmente la UE, han perdido su liderazgo.

Si a una capacidad industrial ya instalada para suministrar mercados globales a costes muy competitivos se le añade un liderazgo tecnológico en determinadas áreas que determinan la evolución económica actual y además se incorpora la propiedad de materias primas esenciales para la fabricación de productos y tecnologías que impulsan la economía del conocimiento, podemos entender la cruzada estratégica de China a la hora de conformar una gran ruta comercial (la nueva Ruta de la Seda) que trata de consolidar el papel de China como líder mundial de la industria y la tecnología.

China ha ido haciendo acopio de propiedad y explotación de algunos de las materias primas (especialmente minerales) que son la base para el desarrollo de nuevos sectores industriales sobre los que basar el desarrollo de la nueva economía. Partiendo de la propiedad de las materias primas, siempre es más sencillo manejar los márgenes y el valor añadido de los productos y tener el control de las capacidades productivas y de exportación de productos. He ahí otra de las variables que convierten a este bloque chino en el campeón de las exportaciones.

Por otro lado, China siempre ha jugado con cartas marcadas en la internacionalización de sus productos. Sus bajos costes, su acceso a materias primas, su capacidad industrial instalada y su apuesta por la innovación y la tecnología cuentan también con el apoyo de un sistema de subvenciones públicas al desarrollo y comercialización de sus productos que atenta contra el libre mercado y que permite a sus productos acceder a mercados en condiciones mucho más ventajosas a las de las propias industrias locales de estos mercados. Especialmente la UE está sufriendo estas condiciones ventajosas que el Gobierno chino concede a sus empresas.

Los problemas del bloque de la Eurozona


La UE tiene una balanza negativa si agregamos datos con ambos bloques (China y EEUU). Su posición es mejor que la de EE UU en cuanto a cifras bilaterales con ese bloque económico, pero sin embargo existe una gran brecha con respecto a China tal y como hemos visto anteriormente. Los problemas que afronta la UE a la hora de revertir esta situación negativa de déficit comercial son varios y de distinta naturaleza: industriales, monetarios, financieros, fiscales, burocráticos, de volumen de mercado, de disparidad de políticas internas, de pérdida de liderazgo en el conocimiento y la innovación tecnológica pero, en definitiva, todas estas causas confluyen en una alarmante pérdida de competitividad y de productividad, factores clave para competir en los mercados internacionales.

En relación con su déficit estructural con el bloque chino, la UE trata de reaccionar con un nuevo esquema arancelario que intenta equilibrar situaciones ventajosas no de mercado del bloque chino. Este proceso puede animar a las empresas chinas a buscar implantaciones productivas reales en suelo europeo para sortear estas barreras. Veremos (ya estamos viendo) procesos de implantación de estas compañías dentro del territorio de la UE bien a través de greenfields (implantaciones productivas directas) o bien a través de fusiones, adquisiciones o toma de participaciones en empresas europeas. Sin embargo, la gran incógnita que queda por comprobar es si esta política de barreras arancelarias va a ser beneficiosa para el ciudadano. Más bien podría dar lugar a un progresivo encarecimiento de los productos que el mercado europeo ponga a disposición de sus ciudadanos, verdaderos paganos de esta guerra comercial.

Escenario futuro

Éste es el escenario a grandes rasgos que se atisba en un horizonte cada vez más convulso y comprometido. Un gran bloque chino que ha venido acumulando superávits comerciales en los últimos 50 años en detrimento de una progresiva dependencia industrial china de los bloques económicos occidentales, EE UU y la UE.
Conscientes de esta situación de enorme desventaja competitiva respecto a los otros 2 grandes bloques, especialmente respecto a China, EE UU busca un cambio radical que pueda progresivamente dar la vuelta a la situación creada. Afortunadamente para los intereses del líder económico mundial, existen palancas a su disposición para crear tendencias que puedan favorecer su cruzada por el reequilibrio de la balanza comercial.

La capacidad para emitir y controlar dólares es sólo potestativa de las decisiones de la Reserva Federal de EE UU. La política monetaria de aquel país afecta a toda la economía internacional. Sin embargo, esa desenfrenada tendencia de emisión de moneda que hemos sufrido durante los últimos 15 años ha llevado a la aparición de una inflación estructural que seguimos sufriendo y cuyos efectos sólo se pueden paliar a base de alzas en los tipos de interés que atacan la salud de la economía cortando el acceso al crédito.

Las convulsiones internacionales en forma de tensiones bélicas y guerras declaradas son siempre un motivo de movimientos de flujos monetarios que tratan de resguardarse en el dólar, lo que confiere al gigante norteamericano más poder si cabe sobre los efectos de las decisiones que pueda tomar en relación a la política monetaria, decisiones que afectarán al comercio internacional.

Por otro lado, es lógico pensar que las tensiones bélicas afectan directamente al mercado e industria de la seguridad, industria de la que EE UU es líder mundial con gran ventaja sobre el resto. En este sentido, no es casual que la propia UE venga fijando como uno de los ejes fundamentales de la política económica de los próximos años la apuesta por la seguridad junto con la promoción de la sostenibilidad medioambiental y la digitalización para lo que se han destinado ingentes cantidades de fondos emitidos con cargo a la deuda de la Eurozona.

EE UU ha conseguido que la UE vuelva a poner en el centro de su agenda política y económica la necesidad de fortalecer a la OTAN como un bloque esencial en defensa de los valores occidentales y, claro, esa postura necesita de un apoyo económico expreso del que el líder de la industria de la seguridad saldrá beneficiado.
La industria de la seguridad en EE UU es uno de los sectores más pujantes en la economía del país norteamericano, no en vano las exportaciones de este sector computan en algo más del 10% del total de su cifra total de exportaciones. Toda esta tendencia ha sido la base para el incremento en las ventas de equipos de seguridad y militares de EE UU al exterior, las cuales se incrementaron en un 16% en el último año.

Por otro lado, las convulsiones internacionales en las que las tensiones bélicas juegan un papel fundamental, bien sean como causa o consecuencia de la nueva geoestrategia internacional de estos 3 grandes bloques, han provocado una profunda reestructuración en el mercado energético mundial con un claro reposicionamiento de los socios comerciales que intervienen en este sector.

El papel de liderazgo que Rusia venía teniendo sobre el mercado europeo en el suministro del gas ha sido sustituido por causas ya conocidas por otros proveedores internacionales. En este nuevo orden mundial del mercado energético, emerge EE UU como uno de los proveedores principales de gas de la UE en detrimento de Rusia. En este caso, lo hace sustituyendo parte del gas que fluye desde Rusia a Europa por gas licuado que necesita de una transformación posterior y cuyas ventas se hacen a un coste superior al que se venía haciendo desde Rusia (al menos un 30% superior) por cuestiones logísticas y de tratamiento del producto.

En definitiva, estos movimientos y convulsiones internacionales benefician la balanza comercial de la potencia norteamericana y, muy al contrario de lo que se pudiera pensar o pretender, no lo hace en detrimento de la balanza comercial de países enemigos del sistema occidental como Rusia, que han buscado una nueva salida a su producción en mercados orientales o en nuevos métodos de comercialización. Lamentablemente, este proceso hasta la fecha ha atacado directamente a la competitividad de la UE, que sufre un nuevo ajuste del mercado internacional afectando al incremento de los precios de productos básicos de su industria como son aquellos productos englobados en el mercado energético.

No acaba ahí el escenario negativo para la UE: a este proceso se le añade el hecho de la decidida política monetaria del gigante norteamericano por crear un sistema de bonificación y subvención de la creación y atracción de industrias en suelo de EE UU a través del llamado IRA (Inflation Reduction Act), un marco legislativo y financiero que impulsa hasta el año 2030 inversiones en capacidades industriales del año 2022 hasta 2031 basadas en sistemas de transición energética. Este proceso o marco acompañado de un enorme esfuerzo monetario, está provocando un escenario proclive a la deslocalización hacia EE UU de algunos de los sectores industriales con más potencial y grandes empresas industriales europeas.

Declive del sistema industrial alemán

En este escenario, es inevitable mencionar la recesión y declive del sistema industrial alemán, primer perjudicado de la ralentización europea que irá arrastrando a la Eurozona. Lógicamente, es impensable sostener que la ralentización del principal motor económico de la UE no va a afectar al resto de la Eurozona que vive inmersa en problemáticas singulares, pero a la vez dentro del mismo entorno que ha provocado la crisis alemana.

Es cierto que la UE se ha dotado de un sistema de financiación a través de los fondos Next Generation que bien pudiera guardar similitudes con el IRA de EE UU, sin embargo la gran diferencia radica en la lentitud, burocracia y volumen de fondos que atenaza al marco europeo, y la falta de confianza que genera en los inversores internacionales las decisiones proteccionistas y burocráticas de la UE.

Por otro lado, el gran bloque chino sigue fiel a su estrategia construyendo un gran marco o eje de acción global económica que busca proyectar al país oriental como gran líder mundial de la economía. Para ello, necesitan afianzar su liderazgo comercial y lo hace construyendo un eje de infraestructuras internacional que le permita acceder a materias primas que ya controla en continentes como el africano o incluso en algunos casos el sur de América.

También lo hace tratando de construir un marco financiero que fortalezca su moneda, de tal manera que le permita operar, no al margen del dólar, pero sí en competencia con el mismo. Este proceso que será lento en la constitución de un nuevo sistema monetario tendrá como garantía o patrón las materias primas de las que China es propietaria en una variedad muy estimable, ofreciendo así una alternativa a la moneda estadounidense. Este proceso lo abordan las autoridades chinas con un impulso ya imparable en su apuesta innovadora y tecnológica, y todo ello con el sustento de un mercado interior cada vez más robusto en el que las clases medias chinas van ganando capacidad.

Todas estas medidas cuentan con el amparo de un estado chino que impulsa medidas contrarias a las reglas del mercado occidental sobre las que ni la UE ni EE UU han mostrado capacidad y/o voluntad de responder durante muchos años.

Pues bien, en todo este escenario tan complejo, tan convulso, tan crítico, podríamos resumir que los 3 bloques económicos van dejando claras las posturas y estrategias que confluyen en conflictos, medidas y marcos que contemplamos en la actualidad y cuyos focos (conflictos bélicos, crisis energéticas, inflación, inestabilidad de los mercados financieros,…) no son más que piezas de una guerra comercial con vasos comunicantes.

Siendo excesivamente sintéticos en la conclusión de este escenario, podríamos afirmar que EE UU busca sustituir la inercia de una balanza comercial muy negativa a sus intereses por la iniciativa actual de medidas monetarias y fiscales y por el liderazgo en su política geoestratégica internacional.

Este proceso lleva, por un lado, a reducir su déficit comercial con China fortaleciendo su industria y provocando indirectamente que los flujos de compras del tercer gran bloque (UE) se dirijan a EE UU en detrimento de China. Es decir, reducir la dependencia de China e incrementar las exportaciones a la UE en detrimento del bloque oriental. Este proceso exige un esfuerzo estratégico y de largo plazo, ya que no se puede cambiar la tendencia en el corto plazo creada durante más de 50 años de dependencia de China, pero, sin embargo, hay sectores como el energético o el de la seguridad con fuerte dependencia pública que sí que pueden ser condicionados o motivados para beneficio de la economía estadounidense en el corto plazo.

En definitiva, en esta guerra comercial, China tiene un plan, EEUU tiene el dólar y la iniciativa y la UE cabalga a lomos de la burocracia con medidas proteccionistas que a corto plazo pueden provocar un riesgo de desmantelamiento de determinados sectores industriales europeos que otrora fueran líderes en el mercado internacional.

En este punto, debo citar a Luca de Meo, CEO del Renault Group y presidente de la patronal de fabricantes de automoción europeos (ACEA), el cual en un reciente análisis acertadísimo de la evolución y perspectivas del sector industrial de la automoción a nivel internacional dice que “EE UU estimula y China planifica, mientras Europa sólo regula”.

Podemos vivir plácidamente impregnados de relatos oficiales y oficialistas sobre el esperanzador devenir de la economía en la Eurozona y especialmente en España. La realidad marca que el escenario es preocupante para nuestra Eurozona y que, de momento, en todos estos movimientos que fijarán un nuevo escenario global dentro de la guerra comercial que hemos analizado, la UE tiene las peores cartas con las que jugar esta partida.

Las medidas aracelarias/proteccionistas con las que desde la UE se pretenden torpedear las exportaciones chinas a nuestro territorio tendrán a corto plazo un efecto inflacionario sobre el sector que se pretende proteger, sobre todo si estas medidas que supuestamente se toman para contrarrestar las condiciones no de mercado de los productos chinos, no se acompañan de verdaderas medidas estructurales en la UE para incentivar y promover la competitividad de nuestra economía vía mejora de la productividad industrial europea.

China amenaza con medidas similares desde su lado, por ejemplo, imposición de barreras a la importación china de productos porcinos que tan importantes son para nuestras exportaciones. Y es que, si abocamos todo este proceso a una competencia de medidas barreras y control de entrada de productos en los grandes bloques, de nuevo la vieja Europa tendrá las peores bazas para subsistir.

Globalización

La globalización (que no globalismo) ha venido siendo un vector de desarrollo y prosperidad para los mercados, especialmente cuando se tendían puentes al comercio entre estados y bloques. En esa competencia, tanto EE UU como la UE han ido perdiendo cuota de mercado en favor de un bloque chino convertido en la fábrica del mundo. Reaccionar a esta tendencia es una labor harto compleja que conlleva cambios estructurales desde las economías de mercado (bloques de EE UU y UE) que tocan al sistema monetario, financiero, industrial, logístico, energético y social en el entorno internacional.

El caos que venimos sufriendo estos últimos 2 años de convulsiones de todo tipo es un choque de placas cuyos consecuentes terremotos darán a luz un nuevo sistema económico mundial en el que conviviremos con un nuevo sistema monetario con divisas digitales de curso legal que ya se están implementando, con un mercado global en el que los grandes estados o bloques económicos apuntan a buscar el crecimiento a través de la deuda perpetua, con una industria cada vez más digital y competitiva en base al talento al servicio de la innovación y la tecnología (economía del conocimiento), con un mundo mucho más compartimentado y lamentablemente dotado de medidas proteccionistas, y con una población a merced de todos estos cambios que apunta en el caso que más nos preocupa (el europeo) a una progresivo empobrecimiento de las clases medias europeas si es que no somos capaces de acertar con las medidas para reaccionar a tantos retos aquí citados.

Esperemos que las medidas que se puedan tomar (especialmente en la UE) lleven a más competitividad de la economía a través del respeto a las reglas de comercio y la mejora de la productividad de la economía europea con cambios realmente estructurales.

Los períodos en los que hubo mayores consensos en la necesidad de tender puentes a la globalización de la economía son los períodos en los que hubo más consenso y paz en el mundo. Este último es el fin que debemos perseguir desde aquellos mercados y países que supuestamente enarbolamos la bandera del progreso.

1 comentario

  1. El mundo ha sido siempre y será una gran contienda mercantil. La sociedad de la UE debería pedir a su gobierno políticas contundentes y consistentes de defensa, incluso de ataque comercial (no exlusivamente arancelario). Al final estamos constantemente entre un nosostros o ellos. Ellos como aliados o adversarios. Pero teniendo claro que el nosotros (UE) es nuestro foco primordial.

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