En el mundo de los negocios, no hay nada más sano que la competencia, que obliga a las empresas a dar respuesta a las nuevas demandas de los consumidores en el menor tiempo y ofrecer productos y servicios al precio más ajustado. Con esta dinámica, quien gana es la sociedad en general, que se beneficia de una variada oferta y de los avances tecnológicos para hacerla posible. En el ámbito político ocurre lo mismo, como se ha demostrado con la decadencia de un acomodado sistema bipartidista, que ha sido aprovechada por formaciones como Podemos, Ciudadanos y ahora Vox al ver una oportunidad para conquistar una cuota de mercado en las instituciones públicas.
Los inversores quieren estabilidad en las instituciones y gobiernos fuertes que no dependan de las caprichosas reclamaciones de unas minorías fanáticas, un escenario que hemos disfrutado en Castilla y León con las mayorías absolutas del PP o gracias al estable pacto con Ciudadanos en la última Legislatura. Pero también se corre el riesgo de que esa tranquilidad a la hora de gobernar se traduzca en apatía y falta de empuje por la ausencia de una alternativa política con probabilidades de ganar en las urnas.
Quinielas electorales
Esa mansa coyuntura en Castilla y León saltará por los aires en los próximos comicios autonómicos, donde las quinielas intentan acertar las posibles alianzas que habrá después del 26 de mayo (PP+Ciudadanos+Vox, PSOE+Ciudadanos, PP+Ciudadanos, PSOE+Ciudadanos+Podemos, …).
Gane quien gane, tendremos un Gobierno regional totalmente nuevo porque incluso aunque el PP ocupe la Presidencia de la Junta -algo casi imposible después de los resultados de las recientes elecciones generales del pasado 28 de abril-, los ‘populares’ vienen con nuevos candidatos y equipos que reemplazarán a los actuales. Por eso, creo que nos encontramos ante las elecciones más importantes de las últimas décadas en las que se va acabar con más de 30 años de transiciones tranquilas y ordenadas en el Ejecutivo castellano y leonés.
El suspense sobre el futuro resultado electoral en Castilla y León se está acentuando por el desastroso fichaje de la ex presidenta de las Cortes Regionales por parte de Cs (lo que se denomina como pegarse un tiro en el pie), el cada vez mayor respaldo de Vox en los pueblos (según me cuentan los que viven y conocen bien las zonas rurales), un Podemos que se desinfla tal vez por las ínfulas burguesas de su pareja de líderes acuartelada en un chalé no apto económicamente para la clase trabajadora, un PSOE muy influido por la política efectista (que no eficiente) de su secretario general y un PP donde su presidente regional tiene que demostrar su tirón en las urnas.
Ante esta fuerte competencia, los partidos están aplicando técnicas marketinianas con una profusión nunca vista en Castilla y León, como se refleja en las redes sociales, donde acaban de aterrizar por primera vez algunos políticos pese a llevar varios años ocupando puestos de responsabilidad. Esta bisoñez está provocando que algunos candidatos, más que cualificados aspirantes a una alcaldía o consejería, parezcan alocados adolescentes que escriben mensajes dictados por sus afiebradas hormonas.
Desvergonzado transfuguismo
Otro fenómeno provocado por la incertidumbre en el escenario político es el auge del desvergonzado transfuguismo de ciertos políticos que reniegan de sus antiguas siglas y se dan de alta en otras formaciones con el único objetivo de garantizarse la poltrona. Su volubilidad política es propia del ateniense Terámenes, apodado coturno por el nombre de un zapato que se adaptaba igualmente a ambos pies. Son aquéllos que ven la política no como un servicio público, sino a las instituciones públicas como su servicio. Además, conscientes de su contrastada ineptitud, se ven incapaces de ganarse el pan en la iniciativa privada; o incluso aunque puedan regresar a su tranquilo puesto de funcionario, siguen adictos a las prebendas, las lisonjas, el chófer y las canonjías propias de algunos altos cargos de las instituciones públicas.
Nos encontramos, por tanto, ante el fin de una época; de nuestro voto dependerá el rumbo de Castilla y León en los próximos 4 años.