Es una anécdota, pero refleja muy bien el mensaje de este artículo: allá por 2012, el entonces hombre más rico del mundo, el magnate mexicano Carlos Slim, desembolsó más de 2 millones de euros para comprar el Real Oviedo con el fin de evitar su disolución por sus deudas. Con una fortuna estimada de más de 54.000 millones en aquella época, para el empresario azteca esa compra era una bagatela con la que se ganó el corazón de los aficionados ovetenses. Este episodio avala el provecho de mantener estrechas relaciones con nuestros emigrantes en Hispanoamérica, algunos de los cuales son grandes empresarios que pueden acabar invirtiendo en proyectos de su región de origen.
Ejemplos de estas operaciones encontramos en la citada Asturias, en la vecina Cantabria, donde los indianos, principalmente mexicanos, están comprando los inmuebles más lujosos, o en Madrid, que está atrayendo el capital hispanoamericano con un volumen nunca visto hasta ahora. Castilla y León, con una historia plagada de movimientos migratorios hacia Hispanoamérica y con cerca de 190.000 castellanos y leoneses residentes en el extranjero, no ha sabido de momento jugar su baza para atraer inversión de aquéllos que tuvieron que buscarse la vida en otros lares y que gracias a su esfuerzo están al frente de grandes conglomerados empresariales.
Intentos ha habido, como fue la puesta en marcha allá por 2007 de las Asociaciones de Empresarios de Castilla y León en el Exterior (Acyle) en Argentina, México y Chile, a las que hace poco se unieron las de Madrid y EE UU, y en breve funcionará la de la República Dominicana. Esas agrupaciones, que ahora pretenden impulsar las consejerías de la Presidencia y de Economía y Hacienda, tienen un enorme potencial para implicar a esos empresarios en el extranjero con proyectos de Castilla y León, atraer inversiones, enlazar las compañías a ambos lados del Atlántico, intercambiar experiencias, respaldar el emprendimiento y repatriar talento.
Como destacó Santiago Aparicio, presidente de CEOE Castilla y León, en el II Congreso Internacional de Centros de Castilla y León en el Exterior celebrado el pasado mes de octubre en Salamanca, “debemos aprovechar la enorme experiencia de nuestros empresarios en el exterior que han sabido generar inversiones y puestos de trabajo a nivel internacional”. En aquel encuentro, la Consejería de la Presidencia avanzó el plan de crear la red de Embajadores entre personas destacadas en diversos sectores, originarias de Castilla y León y que en la actualidad residen en el exterior, con la finalidad de aumentar la visibilidad de nuestro territorio en el mundo y, cómo no, de captar inversiones.
Vínculo sentimental
Las historias de aquéllos que tuvieron que emigrar de Castilla y León para buscarse la vida en un territorio ignoto como era Hispanoamérica son apasionantes y un verdadero catálogo de casos de superación. Jóvenes con los bolsillos y el estómago vacíos, a base de intenso trabajo, intuición y perseverancia, consiguieron levantar imperios empresariales en México, Argentina, EE UU, Perú, Guatemala o Chile. Conozco varios casos y son un reflejo de hasta dónde puede llegar una persona con hambre de triunfo y ambición. Pese a conseguir en el exterior el éxito que se les negó aquí por falta de oportunidades, siguen teniendo una gran vínculo sentimental con la tierra que les vio nacer u originaria de su saga empresarial.
Recuerdo que hace años leí en un periódico económico de España una entrevista al entonces presidente del venezolano Grupo Cisneros, que era una de las mayores corporaciones empresariales de América Latina, en la que recordaba con orgullo que su familia era originaria de Cisneros de Campos (Palencia), de la que emigraron en 1570. Que una exitosa estirpe empresarial recuerde sus orígenes palentinos tras más de 13 generaciones y más de 450 años ilustra el vínculo que aún sienten por una Castilla y León que, sin embargo, les ha olvidado. El reto que tenemos es recuperar la memoria de esos exitosos hombres de negocio con proyección internacional, vincularles con nuestra tierra y aprovechar su generosidad para implicarles en proyectos que dinamicen nuestra economía.