En el verano de San Petersburgo, el sol se oculta tan sólo ocho grados por debajo del horizonte, lo que le otorga a esta ciudad Patrimonio de la Humanidad una luz crepuscular que te hipnotiza a cada paso reflejada en los canales que conforman el río Neva antes de desembocar en el Báltico. Denominada la Venecia del Norte, destila romanticismo en sus noches blancas ideales para recorrer sus elegantes calles jalonadas de palacios de los siglos XVIII y XIX. Capital de la Rusia zarista durante al menos dos siglos, sus avenidas y plazas evocan acontecimientos históricos que influyeron en el devenir de la Humanidad, como la Revolución Bolchevique.
Si elige un hotel céntrico como es el Corinthia, se puede pasear por el San Petersburgo monumental a pie. Situado en plena Avenida Nevsky -la más animada y comercial de la ciudad, con una longitud de 4,5 kilómetros-, este establecimiento de cuatro estrellas posee un amplio hall que hace las veces de lobby bar. Sus habitaciones son correctas, mientras sus baños resultan un poco pequeños. El desayuno bufé es abundante y variado y destacan sus ensaladas y encurtidos típicos rusos. Tampoco falta el salmón ahumado y las huevas de trucha. Amplio surtido de panes. Los zumos no son naturales. El desayuno se sirve en un comedor luminoso con vistas a la Avenida Nevsky, un espectáculo continuo por el devenir de sus transeúntes y las carreras automovilísticas improvisadas entre semáforo y semáforo.