A muchos nos ha producido estupefacción las airadas críticas vertidas sobre la donación de una elevada cantidad de dinero a la sanidad pública española por parte de la mayor fortuna de nuestro país. La verdad, uno es incapaz de entender la lógica de esas mentes mezquinas y extemporáneas. Que un empresario, después de abonar el amplio abanico de impuestos a los que está sujeta la actividad empresarial en nuestro país, tenga aún ganas de destinar recursos a obras sociales es más que meritorio, porque ya ha contribuido a la sociedad con el pago de esos tributos que sirven para mantener la mastodóntica Administración y el Estado de Bienestar, sobre todo cuando constata la escasa eficiencia en la gestión del gasto público y que el sacrificio para salir de la pasada crisis ha recaído sobre familias y empresas, mientras que los chiringuitos públicos, sean estatales, autonómicos o locales, apenas se han recortado.
En la pasada y reciente recesión, muchas empresas han realizado un notable ejercicio de solidaridad al apoyar a instituciones como los Bancos de Alimentos u ONG’s que cubren las necesidades de las personas más empobrecidas. Pese a encontrarse en una coyuntura desoladora por las dificultades para mantener en pie el negocio y por la altísima mortalidad de compañías, muchos empresarios siguieron destinando una parte de sus recursos a instituciones benéficas. Para que luego, los que nunca han ganado una nómina en la iniciativa privada, y mucho menos han creado un puesto de trabajo en su vida, se atrevan a criticar estos actos de altruismo.
En una región como Castilla y León que con la desaparición de las antiguas cajas de ahorro ha visto reducida drásticamente la inversión en obras sociales y culturales, el respaldo de las empresas a estas iniciativas debe de alabarse aún más. Esa voluntad de auxiliar a los más débiles se ha constatado a lo largo de las 10 ediciones de los Premios Castilla y León Económica, constituidos en 2007, ya que pese a coincidir con el período de la mayor crisis económica, siempre se han presentado candidaturas a la categoría de Mejor Acción Social. Por cierto, algunas de las empresas galardonadas en ese epígrafe luego desaparecieron al no poder sobrevivir a la tormenta perfecta, pero fueron generosas hasta el final.
Empresas de Castilla y León
Muchas empresas de Castilla y León, en la medida de sus posibilidades, apoyan a los colectivos más desfavorecidos (Grupo Norte, Europac, Protos), las personas con discapacidades (Grupo Siro, Cascajares), el deporte (Cuatro Rayas, Silverstorm, Comercial Ulsa, Robher Asesores), la cultura (Prosol, Aquona, Vega Sicilia), los emprendedores rurales (Matarromera), el arte (Bodegas Fariña, Acor, Ambientair), la donación de alimentos para familias con escasos recursos (Mercadona, Gadis, Enusa, El Corte Inglés), los emprendedores (Calidad Pascual con Pascual Startup), la universidad (Renault España, Global Exchange), el dinamismo empresarial como accionistas de las sociedades de capital riesgo Alentia y Sodical, el impulso a las pymes y autónomos (Michelin España Portugal), el patrimonio (Castilla Termal, Abadía Retuerta), la música (Huercasa con su imponente Country Festival), los países en desarrollo (Contratas y Obras San Gregorio, Bodegas Emilio Moro, CGB Informática) o el cine (Gullón). Esta actitud tiene mucho mérito si tenemos en cuenta el pequeño tamaño de la mayor parte del tejido empresarial de nuestra región y que aún muchos negocios se están lamiendo las heridas sufridas en el pasado crack.
En una reciente intervención pública, uno de los mayores empresarios de Castilla y León, de quien voy a omitir su nombre porque cada vez que habla con sinceridad le llueven las críticas por decir lo que todo el mundo piensa pero pocos se atreven a denunciar, comentó que era una milonga eso de que con la obra social las empresas devuelven a la sociedad lo que ella les ha dado. Según su opinión, a una compañía nadie le regala nada, ni los clientes ni las administraciones públicas. Si sigue en activo es porque satisface una demanda existente en el mercado; y punto. Además, debe hacerlo con eficacia para superar a la competencia y generar beneficios que permitan garantizar su supervivencia. Y si después de eso, destina de forma altruista una partida económica a la sociedad, es por pura generosidad, con el riesgo añadido de que te expones a los reproches de los desharrapados mentales.
Completamente de acuerdo desde lo incomprensible de las criticas hasta el mérito de las empresas que crean riqueza para todos.