No es casual que concurran en la misma época crisis empresariales de industrias madereras que son referencias en Castilla y León. El mercado de la madera, que basa su demanda en los inputs de la construcción, se ha visto frontalmente afectado y arrastrado por la crisis de ese sector sobredimensionado, desinflado y sin perspectivas en el corto plazo de una recuperación que, más que necesaria, se nos antoja vital para la economía española.
El sector maderero en la Península Ibérica centra su actividad allí donde están los recursos; así, Norte de Portugal, Galicia y Castilla y León conforman el cuadrante fundamental que aprovisiona la cadena de valor del sector: desde la recogida y tratamiento de la madera en una primera transformación, pasando por el aserrío y las transformaciones que pueden generar más producto al proceso industrial de transformación de la madera (tablero, mueble, y otros muchos usos, incluida la utilización de madera y derivados en generación de energía como la biomasa). El cuadrante noroeste ibérico localiza las empresas más importantes de la cadena de valor de la actividad que describo.
Los sectores ligados al tratamiento y transformación de la madera experimentaron un crecimiento y consolidación considerable durante los años 90 y principios de 2000 por el mercado de la construcción. Ese crecimiento de mercado afectó a las capacidades industriales de los pocos operadores de ese sector industrial presentes en el mercado ibérico, los cuales, animados y arrastrados por el optimismo de dicho sector sumido en un irrefrenable crecimiento, crearon capacidades industriales que hoy se encuentran ociosas. El crecimiento de las industrias madereras en las plantas industriales del noroeste del país (incluidas las de Castilla y León) no vino acompañado en la mayoría de las ocasiones de una estrategia financiera medida y coherente, y de una proyección internacional donde distribuir equitativamente parte de la capacidad productiva que se creaba. Se trataba de dar respuesta al mercado, crecer sin visibilidad y encomendarse al optimismo del momento arrastrados por un crecimiento exponencial de sectores sin tan siquiera estimar que ese proceso se podría convertir en el principal lastre en momentos de recesión como el que vivimos.
Los efectos de esa estrategia mal acomodada a estas dos variables (financiación e internacionalización) los sufren ahora empresas del sector, rehenes de las consecuencias de ese crecimiento sin una diversificación internacional adecuada donde dirigir la capacidad productiva ociosa como consecuencia del derrumbamiento del mercado nacional y en muchas ocasiones encadenados a un grado de apalancamiento financiero de difícil reestructuración, ya que la reducción en la facturación del mercado nacional no permite amortizar deuda y la entidad financiera mira con recelo el proceso de reestructuración suplicado por la empresa.
Estrategia de futuro
En la reactivación paulatina del sector en el mercado ibérico, la reestructuración financiera, la entrada de nuevos inversores (o en su caso, permanencia de los inversores ya presentes) y la internacionalización de las empresas está el futuro del sector. En el largo plazo, las Administraciones deben jugar un papel importante en este proceso, provocando una innovación necesaria de un sector ávido de mejoras en el producto, así como acompañando los procesos de imperiosa necesidad de internacionalización de estas empresas. Sin embargo, y en el corto plazo, se hace absolutamente imprescindible la participación de todos los agentes económicos para hacer sobrevivir proyectos que son referencia y eje fundamental de empleo en áreas rurales de nuestra comunidad autónoma.
Es cierto que el mercado va a obligar a redimensionar el sector y su capacidad productiva, pero es también un hecho que las capacidades que no hace mucho se han creado en nuestra comunidad autónoma han dotado a empresas de Castilla y León de la suficiente tecnología y producto como para hacer un esfuerzo en la exportación hacia mercados que sí crecen y no están en un entorno muy lejano.
En cuanto a la parte financiera, se debe apelar de nuevo a la responsabilidad de las entidades financieras para con una comunidad autónoma que viene trabajando por el sostenimiento de su industria. En este sentido, éramos y somos muchos los que siempre hemos pensado que es necesario contar con entidades financieras con afinidad regional para apoyar soluciones industriales en base a los intereses de nuestra tierra, de nuestra comunidad autónoma.
Por otro lado, el Gobierno de España no puede estar al margen de este proceso y debe articular las medidas a corto y largo plazo necesarias para que el proceso de reestructuración del sector en el que estamos inmersos no deje áreas rurales desasistidas por la desindustrialización de las mismas. En su PIN (Plan Industrial Nacional 2020), el Ministerio de Industria no ha asignado a la madera la consideración de sector estratégico, craso error. ¿Hay alguna duda que para el Bierzo, para la sierra de la Demanda burgalesa, para las provincias de Soria, Segovia o Valladolid este sector es eje vertebrador de actividad rural?