El negocio del siglo

Por: Félix Alberto Sanz

Hace muchos años me regalaron un aparato defectuoso al que le faltaba al menos algo. Más allá de que estéticamente sea bonito o feo -a mí me resulta feo pero lo he cogido cariño-, más allá de que funcione mejor o peor -sirve para algunas cosas concretas y poco más- y más allá de que vaya descubriendo nuevas aplicaciones a medida de irlo usando, hace tiempo me di cuenta de que el dispositivo en cuestión había venido sin una importante pieza de serie.

En los primeros años de uso no era una parte imprescindible, hubiera venido bien haberla tenido, pero tenía hasta cierta gracia su ausencia. Pero a medida que iba pasando el tiempo, cada vez necesitaba más el uso de ese fragmento que, a pesar de que el artilugio era a estrenar cuando me lo regalaron, nunca estuvo dónde debía.

Fue entonces cuando, tras haber provocado varios accidentes por el defecto de fabricación, decidí buscar dónde comprar ese trozo ausente. Pero nada, ni en grandes superficies, tiendas de barrio o talleres logré encontrarlo.

Construir

Preguntando a más personas me dijeron que a ellos les pasaba lo mismo, que su máquina había venido sin esa parte y que no era posible adquirirla, que me diera por vencido con ello. Las personas con más edad y experiencia me dijeron que si de verdad la quería incorporar, debía construirla por mí mismo. Me advirtieron de que no sería una tarea sencilla, que necesitaría de mucho tiempo, dedicación, paciencia y que, aunque la elaborara con mimo y me quedara bien instalada, algunas veces fallaría. Eso sí, por mi bien y el por el bien de los que estuvieran cerca de mí, era mucho mejor tener el mecanismo completo, con esa pieza auto fabricada que sin ella, pues a medida que iba pasando el tiempo, los percances ocasionados por su ausencia tendrían mayores y peores consecuencias.

Y desde hace tiempo ya, en ello estoy. Aprendí cómo construirla e instalarla y así lo hice, pero como me habían avisado falla en ocasiones. Más veces de lo que debería, diría yo. También es cierto que los beneficios que me ha aportado desde que la coloqué hacen que ahora crea que fue una gran inversión haber dedicado tanto tiempo, esfuerzo y concentración en ello.

Y así llegué a esto, a la conclusión de cuál es el negocio del siglo, por el incalculable número de potenciales clientes que tiene. Quién sabe, puede que alguno recoja la idea, monte fábricas de esa pieza y se dedique a venderla e instalarla, le haría mucho bien a la humanidad.

Hasta entonces, algunos nos dedicamos a enseñar a otros como auto fabricar, instalar e incluso resetear cuando se bloquea el botón que ninguno de nosotros trajo de serie a este mundo y que tan bien nos vendría tener puesto en un lugar muy accesible, el botón de PAUSE.

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