El desarrollo de tecnologías aplicadas a los procesos de fabricación y control ha convertido a la fábrica que el Grupo Mahou-San Miguel posee en la capital del Arlanzón en un centro de producción moderno que combina la tradición cervecera con un alto grado de automatización. Implantada en esta provincia desde 1970, la elección de este enclave responde a la calidad del agua de la zona y su privilegiada posición para la distribución logística. “La fábrica de Burgos mantiene un compromiso activo con el entorno, ya que está realizando un importante esfuerzo inversor en el ámbito medioambiental que se traduce en una mejora continua de sus indicadores ambientales y en la consecución de las más prestigiosas certificaciones”, explica Alberto Velasco, director de Comunicación Externa y Relaciones Institucionales de la compañía, que cuenta con los sellos ISO 14001 y EMAS y que somete a evaluación su actividad según la norma UNE-150008. A lo largo de este año, la compañía ha destinado alrededor de 600.000 euros a introducir notables innovaciones tecnológicas que redundan en el respeto al entorno.
Con una capacidad de producción de 2,2 millones de hectolitros al año, cuatro líneas de envasado multiformatos y un almacén con una superficie de 5.100 metros cuadrados para albergar 900.000 cajas, la planta burgalesa recicla casi la totalidad de los residuos que genera. “Materiales como vidrio, etiquetas y contraetiquetas se reutilizan para hacer nuevas botellas o para fabricar cajas de zapatos. En el caso de subproductos como el bagazo obtenido a partir del proceso de elaboración, se emplea como alimento para el ganado”, apunta Velasco. Asimismo, en la última década este centro ha reducido su consumo de agua en un 13%, mientras que en energía la disminución ha alcanzado el 22%. En este sentido, ha puesto en marcha recientemente un sistema pionero en el sector para efectuar un control y seguimiento de emisiones de dióxido de carbono de todos los vehículos que acceden a las instalaciones.
Durante sus cuatro décadas de presencia en la ciudad castellana, ha contribuido a su desarrollo económico, social y cultural. Un buen ejemplo de ello es su participación como patrono en la Fundación Atapuerca, con la que colabora en iniciativas divulgativas como la publicación de una revista sobre los yacimientos arqueológicos. Además, al igual que ocurre con el resto de las fábricas de producción del Grupo Mahou-San Miguel, la planta de Burgos se ha convertido en un auténtico centro de interpretación. “Cada una de nuestras instalaciones cuenta con un circuito de visitas propio y diferente que ofrece la posibilidad de conocer todos los secretos de una de las bebidas más antiguas de nuestra civilización, la cerveza”, asegura el director de Comunicación de la compañía. En el caso burgalés, se recrea además la búsqueda del origen y la evolución del hombre desde la Prehistoria hasta la actualidad. “La historia que se relata está enmarcada en el contexto de los yacimientos y con ella se pretende reflejar el paralelismo con el nacimiento y el desarrollo de este líquido a lo largo de los siglos”, puntualiza.
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