¿Cómo puedes destrozar un sector productivo importante y que, además, ha de ir adquiriendo más importancia en el futuro? Muy fácil. En 3 sencillos pasos.
El primero es pensar a cortísimo plazo. Ejemplo: recortes en I+D+i. Con el gigantesco problema de ver más allá de los costes que tiene la empresa española y la escasa receptividad por parte de muchas empresas a colaborar con las universidades, nos encontramos un panorama que es de risa. Y, ojo, hay muchas empresas intentando hacer I+D+i, pero sin fondos adecuados para las universidades, nanay, porque la legislación laboral les pone más impedimentos que facilidades a la hora de contar con profesionales que trabajen por proyectos.
El segundo es poner trabas al sector tecnológico. Como antesala de esto tenemos la Ley de ‘cookies’, hecha en base a una supuesta protección de los usuarios pero que hace que se limiten o imposibiliten en muchos casos las grandes ventajas que nos puede ofrecer el comercio electrónico.
Y las ventajas no van sólo hacia la compra, sino hacia estudios de mercado, mejoras de usabilidad en páginas que no funcionan correctamente, ofertas más ajustadas a lo que están buscando los clientes y un sinfín más de cosas de las que nadie se da cuenta, pero que seguro que alguien las hubiera echado de menos si la ley fuera fácil de cumplir, algo que ya os digo yo, es difícil. Bueno, es fácil de cumplir porque se permite el consentimiento tácito del usuario.
Ley de Propiedad Intelectual
Pero ya el último paso puede darlo la nueva Ley de Propiedad Intelectual, ésa que el Gobierno va a remitir a las Cortes tras su aprobación el pasado viernes y de la que, hasta el momento, no hay confirmación oficial de su redacción, a pesar de las filtraciones (algún día hablaremos de transparencia y para qué vale). Y es que parece que alguien no quiere cejar en el empeño de destrozar un sector tan importante para el futuro de este cacho de piel de toro como el tecnológico.
Con la nueva ley los mismos que han ganado dinero a costa de otros (entidades de gestión, intermediarios que no aportan ni el más mínimo valor añadido, copiapegadores de contenidos y un largo etcétera de gente) ven cómo se garantizan sus emolumentos a costa de… de… de perder mucha pasta en publicidad, dado que no les van a llegar las visitas a través de sitios que les garantizan una visibilidad entre muchos sectores de la población que ellos mismos no obtendrán por sus propios medios en la vida.
Eso por no hablar de lo que supone la restricción de la copia privada, porque todos somos unos piratas en potencia y el día que se nos estropee la copia de esa película que tanto amamos y que tenemos en DVD o en Blue Ray, no podremos hacer otra. Y tendremos que comprar otra película. O alquilarla en streaming. Oh, espera, que entre las conexiones y los precios igual va a ser imposible esto último.
No nos engañemos, el futuro pasa por muchas cosas, pero principalmente pasa por hacer caso a los consumidores, a quienes generan dinero con sus visitas y sus clicks en anuncios, a quienes compran y quieren comprar.
Y no, no soy precisamente el mayor defensor de Google y la estrategia que está siguiendo en muchas cosas, especialmente en la visibilidad de los contenidos, que es una de las mayores coerciones que puede imponer en la red. Igual que tampoco soy gran fan de Amazon, que con su ‘nube’ puede dar al traste con muchos y muchos negocios. Al tiempo.
El futuro pasa por competir, no por sobreproteger (que es lo que entienden algunos por proteger), ni por explotar las paranoias y los miedos de la gente a través de leyes que van a ser, de facto, imposibles de cumplir.
Una nueva y muy pequeña ración de realidad. Y lo peor, como se intuye al final del artículo, es que el problema es de fondo. ¿Hacemos algo?