Hace poco participé en un evento al que algunos de los asistentes (clientes de quien lo organiza) llegan tarde. Quien organiza el acto decide esperar a que estén todos (o una inmensa mayoría) para comenzar. La razón para ello es que Madrid “es una locura para llegar pronto a los eventos y es normal que la gente llegue tarde”. Entiendo perfectamente que quiera esperar a que estén todos, pero yo me pregunto: si se hubiera anunciado que ese evento lo inauguraba el Rey (o el Papa), ¿esas personas que llegaron tarde porque Madrid es caótica, hubieran llegado igualmente con retraso?
Veo personas perder el control y manifestar su ira a base de gritos, malos modos o improperios en algunos casos, sin tener en cuenta cuánto puede afectar al otro. Cuando hablas con ellos te esgrimen argumentos como “soy así” o “no soy capaz de controlarlo en esos momentos”. Yo me pregunto, ¿esas personas perdían así las formas en su primer mes en su puesto de trabajo o en su primer mes de relación con una nueva pareja?
A veces nos toca esperar a algunas personas que, por sistema (o costumbre), llegan tarde a sus citas (creo que todos conocemos a alguien que cojea por ahí). Y yo me pregunto, ¿alguna vez esas personas, impuntuales, han perdido un avión por llegar tarde?
Me hablan de jefes muy agresivos y exigentes con sus colaboradores y extremadamente pasivos y condescendientes con sus propios jefes. Toda la violencia verbal y la exigencia lanzada hacia abajo se disfrazan de cobardía y aquiescencia hacia arriba. Ojalá no fuera ni lo uno ni lo otro, pero yo no dejo de preguntarme ¿por qué nunca es al revés?
Recursos
Todo esto me hace dudar hasta qué punto no tenemos suficientes recursos para afrontar esas circunstancias o, simplemente, los tenemos y no nos da la gana utilizarlos en según qué contextos. Porque si una persona es capaz de gestionar y canalizar su ira al empezar una relación profesional o personal, es sinónimo de que sí sabe cómo hacerlo, ¿no? O si una persona, cuando ha de coger un avión, es capaz de llegar a tiempo para que no despegue sin él, es que es capaz de ser puntual, ¿no?
En Psicología Conductista se denominó estimulo discriminativo a ese estímulo que determina que en su presencia se produce un refuerzo o un castigo si se da una conducta, pero en su ausencia, no. Simplificándolo mucho sobre lo que estamos hablando, sería algo así como que en presencia de ciertos estímulos (contextos, personas, situaciones) nos permitimos perder el control, mientras que ante otros no nos lo permitimos.
Con lo cual mi reflexión es que somos más capaces de gestionarnos de lo que creemos o decimos. Simplemente tendríamos que valorar ese contexto o personas con los que nos permitimos el lujo de descontrolarnos, de igual modo que valoramos los contextos o las personas con las que no nos lo permitimos, bajo ningún concepto.
O sea, pensar si llego tarde con alguien que es como perder un avión o que estoy en el primer día de un nuevo trabajo, con nuevas personas, si lo que me sale es perder las formas con personas con las que me permito perderlas.
Gracias Félix. Muy buenos ejemplos que ayudan a entender que somos capaces de cambiar nuestra conducta cuando algo no nos gusta. El “yo soy así” no siempre es una excusa válida.
Gracias a ti por tu comentario, Verónica. Efectivamente, el “yo soy así” no debería ser una excusa válida, aunque todos la pronunciemos en alguna ocasión.