Tener personas cerca que te cuenten anécdotas a las que no puedes acceder y a las que no accede cualquiera te enriquece como persona. Si esas experiencias son profesionales te enriqueces profesionalmente. Y si además esas vivencias te las cuentan de manera extraordinaria y te dan permiso para difundirlas, creo que pueden servir para mejorar a los demás.
Una de esas personas a las que yo tengo la fortuna de tener cerca para contarme historias es Nacho Coque, quien fuera preparador físico de la selección española de baloncesto en la década dorada de ese deporte en España.
Como integrante de ese extraordinario equipo ha sido, entre otras cosas, campeón del mundo, 2 veces subcampeón olímpico, campeón de Europa y además es un gran comunicador. Siempre que puedo, le pido que me acompañe y colabore conmigo para compartir sus vivencias con profesionales de otros ámbitos no deportivos y así poder aprender todos de ellas.
Anécdotas
De las miles de anécdotas que cuenta, mi favorita (y mira que las hay) es la siguiente:
Cuenta Nacho que durante un partido de la fase de grupos del mundial que jugamos y ganamos en Japón, Sergio Chacho Rodríguez -jugador de la selección que tiene como una de sus máximas virtudes la de ser un jugador creativo, diferente, mágico– empezó a hacer de las suyas. Sacó todo su ingenio a la cancha y comenzó a hacer pases imposibles, filigranas, asistencias mirando a otro lado, cambios de ritmo inesperados, con muy poco acierto, traducido en numerosas pérdidas de balón.
Pepu Hernández, seleccionador por entonces, ante tan mala actuación no hizo nada en especial. No lo abroncó mientras jugaba, lo mantuvo en pista el tiempo que había pensado mantenerlo y cuando tocó el momento de cambiarlo, lo cambió, sin más, y al llegar al banquillo no le dijo nada sobre su desafortunada actuación.
Jornadas más adelante España jugó las semifinales con Argentina. Allá por el tercer cuarto, el partido se estaba poniendo feo, complicado. El ritmo lo marcaba la albiceleste y el resultado también se inclinaba a su lado.
Confianza
El partido, para España, necesita un cambio o no seríamos finalistas. Entonces Pepu metió en pista al Chacho y éste dio un vuelco el partido. Puso toda su creatividad, su energía y su valor diferencial al servicio del equipo, esta vez con acierto. El partido giró y España pasó a la final que, como todos sabemos, ganamos.
Todos al ver el partido alabaron la actuación del base español y la sabia decisión del entrenador de introducirlo en ese momento en el partido, pero la verdadera conducta de liderazgo, la clave del éxito de ese campeonato, se había producido días antes, cuando nuestro seleccionador en lugar de castigar los fallos del jugador con un cambio precipitado o una bronca, permitió que dicha persona cometiera errores y los aceptó como una parte más de su desempeño.
Liderar
Para mí, liderar conlleva (entre otras miles de cosas) sacar lo mejor de las personas que lideras, desarrollar sus talentos y ponerlos al servicio de los demás, del equipo. Y sólo podemos conseguir que cada persona desarrolle el máximo de su talento y se atreva a exponerlo si aceptamos que el error es parte del trabajo, de la vida, y no estamos castigando a las personas cada vez que un error aparece, pues sólo podemos sacar lo mejor de los demás alejando el miedo de sus intervenciones.
Es más que posible que si Pepu Hernández hubiera castigado una pérdida de balón del Chacho en el partido de la fase de grupos, Sergio al tener su oportunidad con la historia en semifinales (con la presión a mayores que supone) hubiera tenido miedo de fallar y se hubiera limitado a hacer cosas correctas, normales, esas cosas que otro compañero puede hacer y con las que España iba perdiendo ese partido.
Es posible que si Pepu hubiera castigado con un cambio la actuación del Chacho, Sergio hubiera sentido miedo de desaprovechar su oportunidad, hubiera jugado más tenso y su valor diferencial, la creatividad, se hubiera escondido bajo ese miedo.
Es más que posible que si Pepu Hernández hubiera castigado a Sergio Rodríguez en la fase de grupo por ser él mismo, por hacer aquello para lo que fue convocado, España nunca hubiera sido campeona del Mundo.
Félix, acertada tu reflexión y comparativa con la anécdota de Pepu y muy aplicable a los casos de trabajo más individualizado donde queremos recuperar la confianza, autoestima,…. de esa persona. A nivel empresarial no siempre mejorar los resultados,,,,, la creatividad, las filigranas generan perdidas y tardan tiempo en optimizar la balanza. Como digo, en programas individuales 100% de acuerdo. MUICHAS GRACIAS
Lo grande de Pepu es saber la calidad del grupo humano que tenía entre sus manos y como no… el nivel de conocimiento que tenía sobre los mismo. Quiero decir, hay gente que funciona mejor bajo presión y otros al revés, gente que prefiere un grito a tiempo para reaccionar y otros que prefieren comprensión pero la calidad del líder radica en el conocimiento de cada uno de los miembros a los que lidera.
Una reflexión estupenda.
Buen blog!!!!!