La venganza de los incas

Por: Alberto Cagigas
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Valle Sagrado de los Incas, en Perú.

Cajamarca (Perú), 1532

Olía a establo aquel centenar de hombres que acompañaban a Pizarro, olía a sudor, a orines incontrolados por el miedo, a sangre fermentada y al amargor de las lágrimas de quienes saben que tienen las horas contadas. Tras dos meses de dura travesía desde la costa del Pacífico hasta el Valle de Cajamarca, soportando a duras penas el soroche (mal de altura) de un territorio que amenaza con tocar los jirones del cielo, la debilitada tropa se encontraba a merced de 20.000 indios. Intuían las órdenes dadas por Athahualpa, emperador inca: rodear con cuerdas y soldados los montes circundantes para que ningún español pudiera huir con vida. Pizarro, después de varios desplantes, logró concertar una cita con el señor de Cuzco. Confiado en su superioridad numérica, Athahualpa fue al encuentro con apenas unos pocos militares y “mil barredores limpiando el camino”, recuerdan los cronistas. El arrojado capitán extremeño vislumbró que era su única oportunidad para salir vivos y sus jinetes se lanzaron a capturar al inca, pero antes tuvieron que tajar y acuchillar a todo el séquito del semidios. Hasta 7.000 indios murieron en la jornada de Cajamarca.

Preso su gobernante, el imperio inca se desmoronó en sólo ocho meses. Pizarro ofreció liberar a Atahualpa si sus súbditos llenaban una habitación de oro y plata, reto que cumplieron, desprendiéndose de bellísimas joyas y desvalijando templos y palacios desde Quito hasta Titicaca, desde Cuzco hasta Pachacamac. Finalmente, un paranoico Pizarro, dudando de las intenciones del emperador inca, decidió ajusticiarlo, pues sabía de los medios expeditivos de Athahualpa: había asesinado a su hermano para hacerse con todo el poder y exterminado a cientos, tal vez miles, de personas “para asegurarse de ellos, porque no tramasen ningún tipo de levantamiento”, recuerda el inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales. Eso sí, en vez de quemarle en la hoguera, el hijo del dios sol fue ajusticiado con el garrote vil después de aceptar bautizarse en la fe del sangriento Cristo. Ante el horror del magnicidio, los sacerdotes incas juraron venganza.

Valladolid (España) 2010

Como quiero corregir mi retraso tecnológico, decido convertirme en un frikiperiodista y estar on line las 24 horas del día. Para ello, debo tener una conexión a Internet en casa, lugar que hasta ahora había permanecido como un santuario ajeno a los cables y las ondas wi-fi, que bastante tenemos con las horas que pasamos con la nariz pegada al ordenador y al iPhone en el despacho. Intento contratar los servicios de un operador después de quemarme las cejas estudiando las ilegibles ofertas saturadas de siglas como M, K, MB, GB, etc. Animado, llamo por teléfono y una amable señorita, con un acento ajeno a mi cultura, me pide que especifique el servicio que quiero. Le comento el escogido y me indica que no existe, que esa oferta ya no está vigente. A continuación, me enumera las nuevas tarifas y conexiones y los MB y GB me empiezan a chorrear por los oídos. Al final elijo la opción B, pero la señorita me insinúa que soy un poco lerdo, porque con sólo tres euros más al mes casi duplico la capacidad de navegación. Humildemente reconozco mi ignorancia y decido que sea ella quien escoja el mejor servicio, según su ponderado criterio. Me pasa a otro departamento para contratar el servicio y la conexión se corta.Me siento como el ciclista que se despanzurra a diez metros de la meta.

Vuelvo a llamar al operador, pero esta vez me atiende un joven y vuelvo a iniciar todo el proceso, hasta que damos con la ventajosa oferta. Me pasa con el departamento de contratos y me exigen más documentación que un estajanovista inspector de Hacienda. Le pido una dirección de correo electrónico y me contesta que no está autorizado, que es mejor por fax. Envío el fax una, dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis veces, porque cuando llamo para confirmar si han recibido la documentación, me dicen que el departamento con el fax está en otra sala y que no pueden ir a por él. Toman nota de mi teléfono para ponerse en contacto conmigo en cuanto tengan todos los datos y me puedan dar de alta. Pasa una semana, y me intereso sobre cómo van los trámites. Otra amable señorita me contesta que no saben nada del fax. Intrigado por su exótico acento, la pregunto en qué parte del mundo se encuentra el call center donde trabaja, y me responde: “en Perú”. Cinco siglos después, los incas consuman su venganza sobre los conquistadores españoles. ¿Tú también, querido internauta, has sido víctima de la revancha de Atahualpa?

2 comentarios

  1. Ja,ja,ja…

    Genial… y sí, yo también he sido víctima de Atahualpa, y además tengo la extraña sensación de estar llenando otra habitación con oro, ¡pero no sé muy bien de quien es!

    Prudencio Herrero
    Fundación para la Excelencia

  2. Con todos mis respetos, demasiada sutilieza y palabrería para decir que en este país nuestro cada vez se trabaja peor, cada vez da más pena, cada vez se cumplen los vaticinios del poeta..me duele España…, porque ciertamente donde quiera que voy a resolver algo todo es peor que nunca en 58 años que llevo en ella.¿SERÁ PORQUE HAY DEMASIADA GENTE INÚTIL, TREPA Y PELOTA OCUPANDO PUESTOS QUE DEBERÍAN CUBRIR LOS QUE TIENEN AÚN DIGNIDAD Y SABIDURÍA?. ¿Qué tal unas nuevas generaciones de alumnos universitarios de Ciencias de la Información que se permitan trabajar sin coacciones económico-politicas?, vamos, con libertad real y dignidad. Un saludo

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