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Inasequibles al desaliento

Por: Alberto Cagigas
El escenario que se avecina está marcado por un exorbitante aumento del gasto pú
El escenario que se avecina está marcado por un exorbitante aumento del gasto público, cuya factura deberán pagar sobre todo las empresas, los autónomos, los profesionales liberales y las clases medias.

Empieza este inquietante 2020 con los empresarios, autónomos y directivos afrontando numerosos retos para mantener el crecimiento, o la mera supervivencia, de sus negocios en una economía española con claros signos de desaceleración tanto por causas internas como externas. En las conversaciones mantenidas en este arranque de año casi todos coinciden en señalar que 2019 no fue un mal ejercicio, aunque se registró una evidente pérdida de dinamismo al incrementar la facturación en menor porcentaje que en los 2 años anteriores, tal como refleja el sondeo empresarial publicado por Castilla y León Económica en el pasado mes de enero. Pero, más que esta complicada coyuntura económica, lo que realmente produce desasosiego en la clase empresarial es la política económica y laboral anunciada por un Gobierno de España en el que la mayoría de sus máximos responsables no sabe lo que es cobrar una nómina del sector privado ni mucho menos han creado puestos de trabajo en su vida.

El escenario que se avecina está marcado por un exorbitante aumento del gasto público, cuya factura deberán pagar sobre todo las empresas, los autónomos, los profesionales liberales y las clases medias (éstas vía impuestos indirectos), y cuyas nefastas consecuencias también afectarán a los trabajadores por el incremento del paro en un país que es una potencia mundial en destruir empleo en períodos de depresión. El explosivo cóctel de populismo, nacionalismo y comunismo bolivariano no llevará a la robinhoodiana redistribución de la riqueza, sino a universalizar la pobreza al expoliar los bolsillos de una gran parte de la población. Ejemplos sobran en el pasado y en el presente.

Medidas perjudiciales

Patronales y cámaras de comercio acaban de advertir que las medidas auspiciadas por el Gobierno de coalición generarán desempleo, lastrarán la inversión, ahondarán la desaceleración y en un mercado globalizado perjudicarán la competitividad de las empresas por el incremento de los costes. Por su parte, los autónomos, en un reciente estudio, indican que sólo uno de cada diez creará empleo en 2020 por la pérdida de confianza ante la incertidumbre política-económica.

Así que no exagero al decir que existe un desánimo generalizado entre la clase empresarial y los autónomos (todavía no he escuchado a ninguno que aplauda las medidas anunciadas por el Gobierno de coalición) porque cuando aún no se han cicatrizado las heridas de la pasada crisis nos espera un contexto marcado por el afán confiscatorio y recaudatorio, medidas intervencionistas, paroxismo regulatorio, incremento de la burocracia y mayores trabas en el mercado laboral. Y por si fuera poco, añadan a este contexto un panorama político marcado por la polarización y el guerracivilismo.

“Su sociedad está condenada”

Ante lo que se nos viene encima, no dejo de acordarme de Ayn Rand, filósofa y escritora estadounidense de origen ruso, en cuya obra cumbre La rebelión de Atlas publicada en 1957, escribe: “cuando vea que el comercio se hace, no por consentimiento de las partes, sino por coerción; cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.

A quienes tenemos responsabilidades en las empresas no nos queda otra que mantenernos inasequibles al desaliento, aunque a muchos les entren ganas de arrojar la toalla para evitar ser exprimidos económicamente, pese a encontrarnos ante unos políticos empeñados en castigar a quienes triunfan, a los que de verdad generan empleo y riqueza, al estimar que el éxito es heredado o arbitrario, y no fruto del acierto y el esfuerzo de cada individuo. Y es que, otra vez Rand, “quienes ocupan un lugar secundario en la vida están dominados por el odio hacia los logros de los demás”.

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