Un rápido vistazo a la estética: la base es conocida, el A7. La gran berlina con aire de coupé cinco puertas con una parte posterior del techo en caída y un largo capó delantero. El S7 añade a esto un toque deportivo equilibrado, llamativo pero no vulgar, principalmente gracias a un frontal con mayores aberturas y a un difusor trasero del cual salen cuatro salidas de escape de grandes dimensiones. Si el exterior cambia poco respecto a un A7 normal, el interior también juega la carta del mimetismo, pero la atmósfera clásica y deportiva a un tiempo sin duda resistirá mejor el paso del tiempo. Son específicas del S7 las molduras decorativas, los acogedores asientos en cuero Alcántara con costuras en contraste, el volante con la parte inferior plana y la instrumentación Audi Virtual Cockpitl.
Permítanme que obviemos en este caso la interminable e inimaginable lista de sistemas de ayuda a la conducción, para centrarnos en lo que nos ofrece en este automóvil (de 92.760 euros) su corazón, todo un escaparate tecnológico escondido bajo el capó. Los ingenieros de Ingolstadt han empleado toda la experiencia en competición y de las múltiples victorias en Le Mans. Y así nos ofrecen un motor V6 TDI fantástico. Con 3.0 litros de cilindrada, trasmite al asfalto una potencia de 349 CV a 3850 rpm y un par de nada menos que 700 Nm de 2 500 rpm a 3 100 rpm, gracias a un compresor eléctrico alimentado por la red de 48 voltios del sistema eléctrico.
Al arrancar el V6 TDI deja oír el sonido propio de un diésel, pero de inmediato pasa a un nivel de discreción. Sólo dos de las cuatro salidas de escape son sistemáticamente funcionales, mientras que las otras dos son cajas de resonancia para producir un sonido real. Cuando el modo sport está activado y las válvulas abiertas, suena como un Muscle Car americano.
En cuanto a comportamiento, los tiempos en que los Audi tendían a un subviraje son historia. Por supuesto que nadie se va a comprar un S7 TDI para correr rallyes, pero no se sentirá defraudado por un elevado nivel de confort perfectamente compaginado con un comportamiento dinámico de primer orden y además con la ventaja de un consumo muy bajo. Con un ritmo tranquilo en conducción fuera del ámbito urbano, podemos gastar una media de seis litros a los cien kilómetros: ya me dirán qué motor de gasolina de 349 CV es capaz de esto. Claro que podemos irnos a consumos más elevados pero en cualquier caso con un uso normal, sin buscar eficiencia estar por los 8-9 litros de media es sencillo. Y estamos hablando de un automóvil de 1.900 kilos. Es un verdadero placer, una forma de lujo el poder recorrer más de 1.000 kilómetros sin tener que entrar en una estación de servicio, en cuyo caso tan solo perderemos diez minutos en la recarga: ya me entienden.
Santiago de Garnica