Desde el año 1994, con aquel RS2 de 315 CV, Audi nos ofrece modelos familiares con unas aptitudes muy poco comunes. Para ser precisos, es necesario señalar que en la tercera generación el RS4 estaba disponible con carrocerías de 4 puertas y cabrio, pero ahora en esta cuarta, al igual que en las 2 primeras, sólo aparece la carrocería familiar. Esta elección original pero en absoluto absurda permite aprovechar en familia de unas prestaciones fuera de lo común.
Hoy estamos ante la cuarta generación. Musculoso como de costumbre, su aspecto sin embargo no carece de clase. Los pasos de rueda ensanchados para poder dar cabida a las llantas de 19 pulgadas y las suspensiones rebajadas en 20 milímetros le dan un aspecto agresivo, impresionante.
La habitabilidad se puede considerar como simplemente correcta para un modelo familiar, pero si nos decidimos comparar este RS con deportivos puros y duros que juegan en el mismo campo en cuanto a potencia y prestaciones, entonces la calificaríamos como extraordinaria. ¡Imaginen disponer de las prestaciones de un Porsche 911, pero con la posibilidad de llevar a nuestros hijos y con 490 litros de maletero!
Bajo el capó ruge, en el sentido estricto del término, un motor de 8 cilindros en V, 4,2 litros de cilindrada, atmosférico y de inyección directa con 450 CV. Además, con el par máximo entre 4.000 y 6.000 rpm es una mecánica muy utilizable. Tiene un cambio con una caja robotizada de doble embrague S-Tronic de 7 relaciones, muy reactiva al tiempo que suave en el paso de una marcha a otra y que es el complemento perfecto del V8.
Conducción
Lo primero que llama la atención de la conducción del RS4 es que se puede llevar suavemente a 1.500 rpm sin superar los 50 km/h en medio del tráfico urbano. Pero el V8 ama los regímenes de giro altos donde se manifiesta con toda su contundencia y además acompañándonos hasta más allá de las 8.200 rpm con una banda sonora en las aceleraciones que deja un recuerdo imborrable, sin olvidar las explosiones en el doble embrague que hace en las retenciones.
Pero aún más impresionante es la facilidad con la que este modelo nos lleva a ritmos inconfesables. La trasmisión integral garantiza aquí, cuando pisamos contundentemente el pedal del acelerador, una motricidad impecable cualquiera que sea el estado del asfalto.
Prestaciones: hablamos de 0 a 100 km/h en 4,7 segundos y una velocidad máxima autolimitada a 250 Km/h. ¿Y consumos? Pues a punta de gas y en plan ecológico se igualan la media homologada de 10,7 litros a los 100 kms, pero si nos vamos a un circuito se nos sube a los 16 ó 17 litros fácilmente.
Santiago de Garnica