Atraer población

Por: Alberto Cagigas

Decía H. G. Wells, “no conviene demasiado pensar en algo si no pensamos en ello muy detenidamente”; que es precisamente lo que nos ocurre con el histórico problema de la pérdida de población en Castilla y León. No vamos a entrar a discutir las cifras por un ciudadano de más o de menos, pero lo cierto es que en estas tierras estaban afincadas 2.577.105 personas en el año 1981 y en 2010 -o sea, tres décadas después de uno de los mayores períodos de prosperidad en la historia de nuestro país-, vivimos en este vasto solar 2.555.715 habitantes, reduciéndose la población en 7.806 personas en el último año, con lo que somos la región española que más residentes pierde en los últimos doce meses. Los guarismos de un ejercicio puntual no nos deben llevar a la euforia ni al desánimo ya que la evolución poblacional debe analizarse a medio plazo. ¿Y qué nos encontramos si observamos la tendencia de las tres últimas décadas? Pues un estancamiento brutal del número de vecinos en nuestra región, dentro de un país que en ese ciclo ha crecido en más de nueve millones de moradores.

Todos sabemos que cada equis tiempo, los dos partidos mayoritarios de Castilla y León alcanzan acuerdos dotados con multimillonarios fondos y bautizados con rimbombantes nombres para combatir la despoblación, con unos resultados que usted mismo puede calificar a tenor de las cifras. Entonces, ¿qué falla? Pues creo que dos aspectos cruciales. Por una parte, no se pone el acento en el apoyo a la actividad económica y, por otra, no nos sabemos vender. Me explico.

Ya podemos tener la mejor calidad de vida, los montes más verdes, el aire más puro, el mayor patrimonio cultural y la ubicación más estratégica -estamos al lado de la locomotora de Madrid-, que si no hay un tejido empresarial fuerte seremos incapaces de fijar población. Parece una perogrullada, pero conviene recordarla de vez en cuando: sin trabajo ni posibilidad de realizar una carrera profesional, la gente se va. La educación, la sanidad, las coberturas sociales y las infraestructuras son cruciales para mantener a las personas apegadas a un territorio, pero de poco valen si no existe un tejido empresarial dinámico generador de empleo y con capacidad para promocionar a los empleados más competitivos. Por eso, una eficaz política sobre la población pasa por impulsar la actividad económica, pues lo demás será desperdiciar recursos. Otra cuestión es cómo propiciar ese dinamismo empresarial.

Y en segundo lugar, no nos sabemos vender. ¿Qué imagen ofrecemos de Castilla y León? Pues patrimonio histórico, lechazos, vinos, el Camino de Santiago y naturaleza. ¿Por qué no colocamos en el mercado otros mensajes, como que algunas de nuestras empresas lideran sus sectores en España, o que son pioneras en avances tecnológicos, o que estamos desarrollando negocios emergentes (energía, medio ambiente, coche eléctrico, aeronáutica o biotecnología)? De lo contrario, un ingeniero o un directivo nos verá como una región maravillosa para comer un excelente asado acompañado de un buen tinto, pero nunca como una zona interesante para su futuro profesional.

Jóvenes con una excelente formación

Cuando a veces veo el programa televisivo Españoles por el mundo, observo con envidia que cuando se refleja la experiencia de nuestros compatriotas en países como EE UU, Alemania, Japón o Suecia, casi siempre son historias de jóvenes con una excelente formación, ambiciosos y con aspiraciones de ganarse la vida en ciudades con una cultura de la competitividad muy asentada. Esas urbes actúan como un polo de atracción sobre el talento, mientras que aquí, con todos los respetos, registramos una inmigración low cost. Exportamos materia gris e importamos fuerza bruta. Si no me creen, echen un vistazo a las cifras del Instituto Nacional de Estadística sobre la distribución de los ciudadanos extranjeros en España por nacionalidades, encabezada por rumanos, marroquíes, ecuatorianos, británicos (sí, han leído bien, británicos, pero éstos lamentablemente no vienen a trabajar, sino a jubilarse), colombianos y bolivianos. Bienvenidos sean, porque con su trabajo colaboran en el desarrollo de España, pero algo hacemos mal cuando a cambio exportamos a licenciados con una alta cualificación en los que hemos invertido ingentes recursos.

Parece una obviedad, pero para aumentar la población sólo existen dos alternativas: o aumentar la natalidad, algo improbable entre nuestros jóvenes ante las elevadas tasas de paro y la carestía de la vida por las subidas de impuestos; o atraemos a más gente del exterior, y esto no se consigue hablando sólo de lechazo, vino y catedrales.

Artículo de opinión publicado en el número de febrero de la revista ‘Castilla y León Económica’.

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