Desde que el más afamado de los chefs del país andino, Gastón Acurio, aterrizó en nuestro país hace ya varios años con su restaurante Astrid y Gastón como primera sucursal para acometer el mercado europeo, la cocina peruana ha calado hondo en los consumidores españoles. Y en la actualidad se ha popularizado aún más debido a la crisis económica. Parece una paradoja, pero no lo es. La actual coyuntura ha propiciado el surgimiento de una serie de restaurantes low cost en versión tapas o menús informales para contrarrestar las elevadas comandas de sus hermanos mayores, más cercanos al sibaritismo y la alta cocina.
Al igual que sucede con otras gastronomías, la cocina peruana no escapa a esta tendencia y en la capital española se pueden encontrar varios restaurantes que cumplen estas características tales como el propio de Gastón Acurio, llamado Tanta, o La Gorda, con toques creativos.
Lo cierto es que la moda de la cocina peruana tiene su justificación en la calidad de su gastronomía, que sin lugar a dudas la eleva a los primeros puestos de continente americano, junto con sus hermanas mexicana y brasileña.
Esta calidad se puede constatar no sólo en la elaboración de sus platos y variadas materias primas, -no en vano es un país muy extenso, con una geografía tan diversa que abarcan desde la Amazonia hasta el altiplano, pasando por la costa del Pacífico o el Lago Titicaca-, sino también por su excelente servicio de sala. Hace ya tres años, tuve la oportunidad de visitar el país andino y me sorprendió muy gratamente poder compaginar el turismo de naturaleza y patrimonio con el gastronómico.
Para mí uno de los mayores alicientes de esta gastronomía es su influencia y mestizaje con otras culturas que han dado lugar incluso a otras cocinas diferenciadas de la tradicional, tal es el caso de la cocina Chifa (chino-peruana) y la cocina nikkei (criollo-japonesa). Yo soy una amante de esta última porque aporta al purista recetario nipón el exotismo y la chispa latina, con elaboraciones célebres como los tiraditos (sashimi aderezado con purés de ajíes), su máximo exponente.
Esto es lo que sucede en Nikkei 225, donde la ortodoxia del país del sol naciente se diluye para ofrecer una versión más cosmopolita y permite disfrutar al tiempo de un exquisito sashimi de toro y de unos excelentes niguiri-sushi como el de pez mantequilla, wagyu con huevo y anguila con foie, sin olvidar el ceviche clásico de corvina, lulo y algas, una verdadera delicia.