“En Castilla y León no hay un sentimiento de comunidad como ocurre en otras regiones”. Esta sencilla frase pronunciada por Santiago Aparicio, presidente de Cecale, en la entrevista publicada en el anterior número de nuestra revista fue muy comentada el pasado mes por empresarios y directivos al reflejar lo que muchos piensan en privado, pero muy pocos se atreven a decir en público.
El soriano Aparicio, que sabe bien de lo que habla porque la patronal ha sufrido en sus propias carnes este espíritu cainita de las provincias que tanto ha dañado a la confederación durante años, pone sobre el tapete un problema que está sin resolver pese a que en 2013 se cumple el 30 aniversario del Estatuto de Autonomía. La mentalidad de boinas provincianas ha perjudicado, y mucho, a la región en numerosos ámbitos, pero sobre todo en su desarrollo económico, porque hemos sido incapaces de sacar adelante grandes proyectos. Ejemplos tenemos de sobra, desde el frustrado intento de fusión de las cajas, hasta el disparate de despilfarrar inversiones a lo largo de la geografía de las nueve provincias porque todos quieren tener de todo (aeropuertos, auditorios, museos faraónicos, …) sin tener en cuenta la rentabilidad de esas partidas, pasando por la todavía pendiente Ordenación del Territorio que intenta optimizar la gestión de los 2.248 ayuntamientos que tenemos para una población en regresión que no alcanza ni los 2,5 millones de habitantes.
Supuestas discriminaciones
La estrategia acoquinada de satisfacer las demandas basadas en supuestas discriminaciones territoriales sale muy cara al desviar fondos a proyectos inútiles, que son retraídos de otras inversiones más estratégicas e incluso de los servicios sociales. Pero no pasa nada, porque el dispendio se paga con nuestros impuestos y el coste político es nulo.
Nuestro actual reino de taifas nos resta fuerza como comunidad autónoma, nos distrae en fatuas discusiones y dispersa nuestros escasos y menguantes recursos. Sólo los pueblos unidos en unos objetivos comunes son capaces de avanzar y aumentar la calidad de vida de sus ciudadanos, los demás se arrastran por las páginas de la historia.
Nadie discute el desarrollo de Castilla y León durante las últimas 3 décadas, sobre todo gracias al maná de las ayudas de la UE cuando era una región Objetivo 1, lo que nos permitió abandonar el grupo de las zonas más pobres del mercado comunitario. Pero la cuestión es otra: ¿hasta dónde habríamos podido llegar si hubiera existido un proyecto cohesionado de autonomía? Tal vez ahora estaríamos sufriendo con menor virulencia problemas tan graves como la emigración o el inexorable envejecimiento de la población. Las causas de este guerracivilismo son muchas, tanto históricas por la forma en qué se constituyó con calzador esta autonomía; como sociales por la ausencia de un sentimiento arraigado de pertenecer a un territorio común; como políticas al no saber frenar a tiempo las demandas victimistas.
Un territorio poco cohesionado es más débil, menos competitivo, está al albur de intereses externos, no tiene influencia en el panorama nacional, tiende a políticas erráticas y no arropa a sus empresas. Todos creemos en la bonanza de una economía de mercado, pero cuando se juega con las mismas reglas. Muchos empresarios de Castilla y León están indignados porque cuando intentan extenderse a otras regiones, sólo lo pueden hacer mediante la constitución de una filial en esa plaza o comprando una empresa local, mientras que aquí viene todo el mundo y se siente como en su propia casa, o mejor.
Cuando viajas por el extranjero, donde ahora te encuentras a muchos españoles por la diáspora de profesionales en un país con una elavadísima tasa de paro, y preguntas a un compatriota de dónde es, puedes escuchar respuestas como vasco, gallego, andaluz, catalán, navarro, etc. Hasta ahora, y no pierdo la esperanza, nadie se me ha identificado como castellano y leonés. Y es que para muchos, por desgracia, parece que esta región sólo es el estribillo de una canción: “nueve provincias, una comunidad …”.
Por desgracia es una verdadera lástima que esto ocurra.
Son momentos en los que la cohesión es fundamental para poder avanzar, pero seguimos haciendo cada uno la guerra por su lado, y en esa tesitura es complicado ganar batallas.
El día que comprendamos y aceptemos la compatibilidad existente entre ser “oriundo de…” y formar parte de un gran conjunto, Castilla y León, en este caso, con el enriquecimiento que proporciona ser de cada parte, importante, indivisible y única… podremos hacer un todo y una fuerza que nos permita ser más fuertes política y económicamente.
Todo ventajas, marginando históricas rivalidades que no hacen otra cosa que difuminar las posibilidades reales de nuestra comunidad.
El arraigo popular no está reñido con la unidad socioeconómica. El pensamiento provinciano quizá sí.
Me ha parecido un fantástico artículo Alberto, como todos aquellos que nos llaman a reflexionar.
Un saludo
Hola Santiago:
Todavía nos queda mucho camino para tener esa cochesión a la que aludes y que es tan necesaria en estos momentos para poder superar todos los retos que afrontamos en múltiples ámbitos, tanto económicos como sociales.
Un abrazo y gracias por participar en este blog.
Felicidades por el artículo, Alberto. Pone blanco sobre negro muchos comentarios que se oyen con frecuencia en conversaciones informales.
Respecto al sentimiento identitario de los castellano-leoneses en el extranjero, yo, por el contrario, espero que continúe así. Creo que no es obligatorio ser nacionalista, por mucho que pueda haber estado de moda el café para todos. Quizás se te olvida decir, que tampoco los castellano-manchegos, los madrileños, los riojanos, los cántabros y algún otro tampoco se identifican por el nombre de su Comunidad Autónoma. Lo que me da que pensar que quizás el problema de nuestra Comunidad Automónoma no es que sea muy grande, sino de que se quedó demasiado pequeña, que hicieron demasiados trozos.
Hola Antonio:
Tienes toda la razón, en un mundo cada vez más globalizado en el que se impone el concepto de ‘la tierra es plana’, en España nos distraemos en destacar nuestras diferencias territoriales y crear ficticios reinos de Taifas.
Un abrazo y gracias por participar en este blog.