El tan manido axioma de reinventarse o morir nunca ha tenido tanta vigencia en el mundo de los negocios como en la actualidad. En una reciente conversación con 2 empresarios de éxito me comentaban que la actividad con la que iniciaron sus empresas sólo representa hoy en día una pequeña parte de su facturación, porque con el tiempo se han diversificado a nuevos sectores empujados por la demanda del mercado.
Lo curioso, les confesé, es que lo mismo está ocurriendo en nuestro medio de comunicación al introducirnos en la prensa online, la organización de eventos y el asesoramiento y diseño de estrategias digitales; aunque, eso sí, la revista Castilla y León Económica sigue siendo la locomotora, porque en nuestro caso el papel no está muerto, ni mucho menos, al aumentar el número de suscriptores en los 3 últimos años debido a que mucha gente, ante la dificultad de acceder al mercado laboral, opta por dar el paso para ser autónomo o fundar una pyme, y para ello necesita referencias locales, como las que aparecen reflejadas en nuestra publicación.
Empresarios desbordados
Pero volviendo a la tesis original del artículo, uno sabe en qué actividad inicia su negocio, pero lo que desconoce es en qué derivará el objeto social de su sociedad mercantil debido a los profundos y rápidos cambios que revolucionan el mercado. Conozco a empresarios desbordados al ser incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos y, al contrario, otros con mucha ilusión porque no paran de crecer al estar constantemente adaptando su compañía a nuevos nichos de mercado, que casi siempre son océanos azules que les permiten registrar incrementos anuales de 2 dígitos en su facturación.
Antes de la fatídica crisis, las empresas emprendían procesos de diversificación por la sencilla estrategia de no poner todos los huevos en la misma cesta para reducir riesgos. Eran maniobras ejecutadas en una economía en plena bonanza, con generosos márgenes en las operaciones que permitían desembarcar en nuevos sectores con proyectos de larga maduración gracias a contar con una holgada tesorería. Pasado el crack de 2007, ahora las empresas se introducen en nuevos sectores midiendo muy bien el retorno de las inversiones y arrastradas por una economía con un dinamismo desconocido hasta ahora.
Ningún empresario puede permanecer impasible ante fenómenos como el Big Data, el Internet de las Cosas, la Industria 4.0, la robótica, las redes sociales o la transformación digital. Ya no hay santuarios impermeables a estos cambios.
Quien quiera seguir ganándose la vida como lo ha hecho hasta ahora, se verá condenado a desaparecer. Por el contrario, aquellos que incorporen a su actividad los nuevos avances verán ampliado su mercado e incluso iniciarán nuevas aventuras empresariales con un gran potencial de crecimiento. Frente a la decrepitud, la expansión.
Mentes inquietas
Vivimos en unos tiempos donde el éxito será para las mentes inquietas, abiertas, capaces de interesarse por las fuerzas que están transformando el mercado para incorporarlas a su negocio o diversificarse hacia las nuevas oportunidades. El futuro será para quienes vean los extremos cambios como aliados y no como amenazas.
El filósofo, ingeniero, escritor y editor Salvador Pániker define muy bien esta actitud en uno de sus diarios: “aprender a convivir con la complejidad significa segregar un plus de creatividad para adaptarse a la esencial imprevisibilidad del mundo”.