Como la mayoría de las ciudades de peregrinación, que atraen a visitantes de todo tipo y condición, a Santiago de Compostela acuden desde mendigos foráneos que caracterizan toda ciudad santa que se precie, pasando por creyentes o deportistas que disfrutan con el camino, hasta adinerados indianos que retornan de Argentina para conocer la tierra que sus antepasados abandonaron entre finales del XIX y principios del XX en una de las mayores diásporas de la humanidad.
Así que esta amalgama de gentes diversas adorna la Plaza del Obradoiro frente a la Catedral como destino último de su periplo, algunos para asistir a la ansiada misa del peregrino y otros para armarse de paciencia en las filas que rodean el apreciado monumento para acceder a la nave central y ver el grandioso retablo y otros para abrazar al santo. La monumentalidad de esta plaza, flanqueada por la célebre seo, el Parador de los Reyes Católicos y el Ayuntamiento, y donde muchos visitantes descansan en corrillos sentados sobre el adoquinado o se despiden de los compañeros de viaje, contrasta con sus angostas calles adyacentes y sus recoletas glorietas, en un entramado urbanístico laberíntico de cuestas, muchas de ellas peatonales.
Catedral
Sin alejarse de la Plaza del Obradoiro, es imprescindible, además de la visita a la Catedral por dentro -donde la tradición sitúa el sepulcro de Santiago Apóstol- y deleitarse con el Pórtico de la Gloria, acudir a su museo, donde podrá disfrutar de su colección permanente que guía un viaje artístico desde sus orígenes prerrománicos hasta su terminación barroca, además del espacio dedicado al Maestro Mateo, la Torre de la Carraca, las cubiertas, el Palacio de Gelmírez y la Colegiata de Sar. Es muy recomendable al menos tomar un café en el Hostal de los Reyes Católicos, que ahora es un Parador de estilo plateresco, pero que en su día fue mandado construir por los Reyes Católicos como hospital para auxiliar a los peregrinos del camino.
El segundo lugar más visitado de Santiago, tras la Catedral, es su mercado de abastos. Su arquitectura singular edificada en piedra y su variedad de productos frescos, algunos de los cuales se pueden degustar in situ, lo convierten en una cita obligada para testar el pulso de la ciudad. No se lo pierda. Además, si se le antoja algún producto y no lo puede comprar en el momento, el mercado ofrece un servicio de envío a domicilio a cualquier parte del territorio nacional.
Y luego, déjese perder por sus rúas y sus plazoletas. Seguro que encontrará lugares un poco alejados de la Plaza del Obradoiro sin tanto bullicio, para disfrutar de sus iglesias, sus tiendas de productos gourmet o de artesanía local, que se distinguen de los establecimientos de recuerdos casi todos hechos en China; o de una cerveza o un buen vino blanco gallego en sus numerosas terrazas. También lejos de la algarabía peregrina se sitúa el Parque de la Alameda, desde donde se tiene una excelente panorámica de la ciudad xacobea.
A Quinta da Agua
Santiago de Compostela cuenta con una oferta amplia de albergues, hospederías y hostales para alojarse. Quizá el más sobresaliente dentro de la ciudad sea el Parador de los Reyes Católicos. Sin embargo, a pocos kilómetros y fuera del casco histórico, se sitúa A Quinta da Agua. Un establecimiento con mucho encanto, integrado dentro de la cadena Relais & Chateaux, cuyas características principales son su ubicación dentro de una antigua fábrica de papel del siglo XVIII y su oferta de un cuidado Spa. Su construcción de la mano de Nicolás de Santamarina se remonta a 1792 para abastecer de papel para la producción de libros a la urbe santa y al resto de Galicia, de ahí su proximidad al río Sar, cuyo sonido revoltoso se puede escuchar desde las habitaciones, espaciosas, de cálida luz tenue y decoradas con antigüedades. No en vano, parte de su mobiliario y otros objetos de decoración están a la venta. Pese a que ya en el pasado fue concebido como hotel, no es hasta épocas recientes que la arquitecta María Luisa García Gil y el promotor José Ramón Lorenzo Creo adquieren la antigua fábrica en ruinas y deciden acometer una meticulosa restauración para convertirlo en establecimiento hotelero.
Con 58 habitaciones, uno de sus grandes atractivos es su cuidado spa, que posee un completo circuito de hidroterapia, flotarium y spa privado. Además de ofrecer una amplia carta de tratamientos, desde experiencias y rituales que aúnan varias terapias, hasta cuidados corporales, faciales, con envolturas, peeling, aceites esenciales, que incorporan también técnicas orientales.
El hotel cuenta con un pequeño gimnasio y parking gratuito. Asimismo, ofrece un restaurante correcto, llamado Filigrana y liderado por el chef Federico López, con una cocina tradicional, que actualiza los productos gallegos de temporada como pulpo, zamburiñas, croquetas de chorizo, tabla de quesos de la tierra, arroces por encargo, pescados de temporada y ternera local, bien trabajada incluso en formato hamburguesa.
En este mismo espacio, decorado con gusto, se sirven ricos desayunos con zumo de naranja natural, fruta, cesta de panes y bollería artesana, tabla de embutidos y quesos, mantequilla y mermeladas de la zona, yogur casero, y platos calientes.
Gastronomía
En el ámbito gastronómico, Santiago de Compostela ofrece una variada selección de restaurantes, no en vano cuenta con una de las despensas más interesantes de España y por ende del mundo. Quizá por esta peculiaridad, la excelsa calidad de sus productos, hay quien afirma que la gran contribución de la cocina gallega es la afamada empanada, dado que en el resto de alimentos, es tal su nobleza, que poco hay que intervenir.
La capital compostelana cuenta con 2 restaurantes de una estrella Michelin, Lucía Freitas y Casa Marcelo, en este último muy complicada su reserva, con una cocina desenfadada, en torno a una barra, con una carta de fusión de tintes asiáticos. Lucía Freitas es una joven chef, que cambió su filosofía gastronómica, pasando de un menú de 12 euros en sus comienzos a una cuidada oferta merecedora de un reconocimiento en la Guía Roja, tras el apoyo de un socio inversor.
Ahora regenta un proyecto llamado A Tafona, a escasos pasos del mercado de abastos, donde se percibe claramente su espíritu femenino en un par de menús degustación con propuestas ligeras, frescas y saludables. Esta sutileza ya se aprecia en los entrantes que proponen comer con las manos, como en el Mejillón con algas y también en la Ostra con sopa de apionabo, manzana verde, pepino y jengibre. La delicadeza ostenta igualmente el protagonismo en su Cromatismo blanco, con champiñones, coliflor y piñones y en la Lubina con chantarelas y salsa menier con su espina. Sorprende por su textura y por su intenso sabor el falso Risotto de maíz. Los postres siguen la tónica de la frescura, tanto la Manzana verde con yogur, como el Melocotón sanguino y haba tonka. El espacio, muy cuidado, con decoración minimalista de piedra y madera. La bodega, digna de mención, con referencias muy apetecibles. El servicio amable y profesional.
Marisco y pescado
Si prefiere el marisco y las grandes piezas de pescados de las rías gallegas, Terra Nosa es su sitio, por la extraordinaria calidad de sus productos y el exacto punto de cocción. Sin apenas intervención, esta marisquería que se aleja del casco histórico le deleitará con buen percebe y berberecho; bogavante y langosta y peces de gran tamaño a la brasa como el rodaballo o el virrey.
También especializado en pescados a un precio más asequible, es muy recomendable Mamá Peixe, una taberna marinera actualizada situada en pleno centro, que le sorprenderá con buena materia prima tratada con mimo y a veces con cierta creatividad, como el Pulpo a su manera, o los peces al horno para 2 personas.
Más información en el número de junio de la revista Castilla y León Económica